De camino al pueblo viajó en tren, miraba la ventana consternado por la noticia, el camino a la capilla a la estación fue como si fuera en piloto automático.
Aún no podía creerlo, vería JongIn de nuevo, está completamente emocionado.
Cuando llegó al pueblo, observó como los pueblerinos observaban maravillados la decoración que se estaba poniendo gracias a algunas monjas y voluntarios.
Navidad sería en una semana, justo lo que es su tiempo para irse de ahí, apenas iban a dar las seis de la tarde el sol lo indicaba, cuando bajó del tren la hermana Luna lo esperaba.
—Padre Do—Lo llamó y él fue a ella con una sonrisa pequeña.
—Hermana Luna, no se habría molestado de recogerme—Comentó mirando a la dama, ella solo negó con la cabeza.
—¿Que le dijeron en su reunión? —Preguntó con curiosidad, la Hermana Luna era una de las pocas personas con las que tenía confianza absoluta.
—¿Lo hablamos en mi casa? — No quería que nadie, excepto la monja se enterase.
—Por supuesto Padre Do.
Caminaron hasta su morada dónde dejó que la monja pasara primero, se sentaron en su comedor y él se quedó en silencio una vez más mirando a la Hermana Luna.
—Hermana Luna, nos han asignado a varios sacerdotes a ir a diferentes batallones para apoyar a los soldados en la fe y prestar servicio con los paramédicos.
—Padre Do... ¿Volverá?—Esa pregunta lo sorprendió.
No tenía una respuesta para eso.
—Todo depende de lo que suceda Hermana.
—Padre Do, quiero tratar un asunto con usted. —Ella iba a hablar, no quería quedarse callada ante lo que podía ser una ruina en el hombre frente a ella, un hombre al que admiraba y quería como amigo.
—Dígame, soy todo oídos. —Miró su rostro de incomodidad lo que lo hizo pensar en que diría la mujer.
—¿Usted tuvo un sentimiento más allá de amistad con el Teniente Kim? —La pregunta lo tomó desprevenido mirando incrédulo.
—¿De qué está hablando Hermana Luna? ¿Por quién me toma? —Su voz sonó severa y profundamente molesta porque vio a la monja agachar la cabeza en vergüenza por su atrevimiento al cuestionarlo.
—Discúlpeme Padre Do, de repente surgió esa incógnita en mi mente y la manera en la que el Teniente lo miraba...
—¿Cómo me miraba el Teniente?
—¿Acaso no se dio cuenta?—Él negó mintiendo como si no supiera—Lo miraba como un Alfa ve a un Omega, no como un hombre ve a una autoridad de Dios.
—Hermana Luna, estoy seguro de que no fue así, el Teniente tiene alguien esperándolo en casa—Mintió una vez más queriendo desviar el tema, no quería que la monja pensara mal de JongIn, que pensara mal de sí mismo.
Ella se quedó callada, pero decidió usar otro método, sabía que el Sacerdote mentía.
—Padre Do, se que miente, antes que me diga algo, déjeme continuar—Habló rápido no queriendo que la interrumpieran— A lo largo de mi vida como servidora de Dios he visto a muchos hombres buenos fungir como Sacerdotes y personalmente usted también es uno de ellos, esos buenos hombres amaron a Dios y no dudo ni por un momento que usted no ame a nuestro creador... Pero también noto cuando un hombre se empieza arrepentir de la decisión que toma. Usted es un buen hombre, y solamente Dios sabe lo que ha pasado, yo no tengo el poder de juzgarlo, no estoy exenta de pecado, usted necesita ser feliz.
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𝔼𝕗𝕚́𝕞𝕖𝕣𝕠 || KᴀɪSᴏᴏ
Lãng mạnEl Diablo encarnado en un soldado, o así piensa él, lo invita a pecar mientras que con sus manos que tienen un rosario reza intentando desaparecer aquel espíritu maligno intruso en sus pensamientos... Porque un sacerdote solo tiene vida para Dios...