Luz Noceda, una niña ordinaria

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—Te ves muy bonita, Amity, no hacía falta tanta molestia... menos por nosotros.  

Al contrario de la Blight, la morena vestía con unos pantalones color caqui y una vieja chaqueta que le quedaba bastante grande. Amity estaba sorprendida por el contraste tan notorio entre las dos, pero lo que más la sorprendió era el hecho de que Luz se había cortado el cabello, aquellas dulces trenzas habían desaparecido. 

Luz empujó a Amity para que entrase al albergue. Por muy extraño que resultase para Amity... aquél lugar también se veía diferente. Había más gente que la vez pasada, la Blight no se molestó en tratar de distinguir los rostros desconocidos. Los únicos rostros que importaban eran los que Luz le había presentado la vez que la acompañó a casa.

Los presentes guardaron silencio cuando vieron llegar a Amity, inclinaron sus cabezas en forma de saludo y continuaron hablando entre ellos, todos a la vez. 

"Aunque Luz venga de una familia pobre, se siente bien estar con esta gente", pensó Amity.

En el centro de la mesa había dos ollas humeantes y una vasija con papas. La señora Noceda era la encargada de servir la comida. Empezó por el plato de Amity. 

—¿Te sirvo mucho, cariño? —le preguntó.

Camila observó que Amity titubeaba y le sirvió una porción pequeña. Luego añadió un poco de las papas cocidas.

—Si te gusta, me dices para servirte otra vez, linda.

El plato contenía una especie de sopa, muy espesa. La sopa venía acompañada con trozos pequeños de carne molida. Cuando Amity lo probó, le encantó. Todo sabía muy bien. 

De pronto, Luz le dirigió la palabra a Amity y esta se asustó por el comentario repentino. Tanta fue su sorpresa que la cuchara terminó tocando su nariz. 

—¿Te ha gustado, Amity? Mamá cocinó esto especialmente para ti. 

Amity se limpió la punta de la nariz con una servilleta, asintió y Luz le dirigió una sonrisa complaciente. 

—Está muy bueno, Luz... gracias señora Noceda —respondió Amity.

—¿Quieres más, Amity? —preguntó esta vez el señor Noceda. 

La Blight asintió y esta vez Camila le sirvió un poco más. Cuando acabaron de comer, Luz preguntó:

—¿Quieres que te enseñe mi escondite secreto?

—Claro, Luz.

Las dos niñas atravesaron la sucia plaza que se extendía por delante del albergue y tomaron un sendero entre los huertos abandonados. Luz conocía perfectamente el terreno. 

"Parece que siempre está sola", pensó Amity.

El sendero terminaba por las vías del tren. Los carriles estaban oxidados, entre el acero creía algo de hierba. 

Luz brincaba por las traviesas del tren. 

—¡Ven, Amity!

Con un poco de esfuerzo, Amity la siguió, intentó saltar de una traviesa a otra, pero no lograba conseguirlo. Sus zapatos no eran adecuados para esa clase de terreno.

—¿Es bonito, no? —dijo Luz—. En seguida llegaremos a mi escondite, será como una sorpresa para ti, Amity.

"La sorpresa de Amity" se escondía entre la maleza, al lado de la vía: una casita de madera. Más alta que ancha. Amity sospechaba que debió ser para guardar herramientas o bien usarlo como refugio para algunos guardavías cuando llovía o hacía frío.

EL TIEMPO ENTRE LAS DOS [LUMITY AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora