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La mañana del domingo, Jennie despertó feliz de la vida porque por fin, luego de tres semanas, su prima Miyeon se marchó de su hogar.

El día anterior se mudaron ya de forma definitiva a su nuevo hogar, y Jennie no cabía en su felicidad, porque ya no soportaba a la irritante de Miyeon. Ahora, lo que necesitaba era paz, tranquilidad y silencio.

―¡Mamá, el agua del baño sale fríaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Frunció el ceño al escuchar el grito de su hermano menor, Jungwon, y quiso cubrirse con las mantas para seguir durmiendo por lo menos otra hora más. Anoche se quedó conversando hasta tarde con Lisa a través del teléfono sobre cualquier tontería. Jennie era feliz escuchando la voz de su novia hablándole de lo que quisiera.

―¡Jennie, despierta! ―la puerta de su cuarto fue abierta por su padre―. ¡Hoy es día de caza!

Gimoteó por el disgusto de verse interrumpida otra vez, y más porque olvidó totalmente que era el primer domingo de diciembre. Todos los primeros domingos de cada mes tenían día de caza, un día en que los carnívoros iban a liberar energía a los bosques. Los segundos domingos eran para los herbívoros, mientras que el tercero correspondía a los omnívoros. Ese día era para evitar que otras especies salieran en sus formas animales y pudieran terminar devoradas, siendo algo así como chipe libre para los animales que tuvieran día de caza. Un poco perturbador, pero era la única forma de mantener cierta armonía en los híbridos, pues así soltaban el instinto animal que debían reprimir tanto.

Somnolienta, se puso de pie y bajó a la cocina para desayunar, sin muchas ganas de salir.

―¿Y esa cara? ―preguntó su mamá―. ¿Con quién hablabas tanto anoche? ¡Tus risas se escuchaban por toda la cuadra!

Bufó, desviando la vista y fingiendo entretenerse mientras se servía café.

―Con nadie, sólo...

―¡Jennie tiene novia! ―saltó de pronto Jungwon, sonriendo maliciosamente―. Vieras como le hacía arrumacos, mamá, ¡Jennie tiene un corazón de azúcar!

Se coloreó ante las burlas de su hermanito, tratando de negarlo a pesar de fallar miserablemente. Su voz era un barboteo torpe y sin sentido, y por la expresión de su mamá, parecía que ella lo venía sospechando desde hacía mucho.

―¿Novia? Ya era hora, Jendeukie ―suspiró, pellizcándole la mejilla e ignorando sus quejidos―. ¿Cuándo nos la vas a presentar?

―Mamá... ―suspiró, tratando de tomar valentía―, Lisa no es... no es una pantera.

―¿No? ―la mujer se veía tranquila―. ¿Y qué clase de carnívoro es?

―Uh... no es carnívoro ―Jennie empezó a sudar.

Su mamá le miró, con un brillo de duda en sus ojos.

―¿Omnívoro?

―Herbívoro ―corrigió―. Es... es una ardilla.

Su mamá se atoró. Pobrecita. Jungwon, a su lado, tuvo que palmearle la espalda para que no siguiera tosiendo, con los ojos llorosos.

―¿Una ardilla? ¿Un animal pequeño? ―tartamudeó su progenitora, sorprendida―. Jennie, ¿cómo...? ¿Y aceptó tu cortejo? Las ardillas son animales presa, ¡lo sabes bien! ¿No te comiste una cuando más pequeña?

Ahora Jennie se atoró con sus palabras, negando enseguida que lo último haya ocurrido. No recordaba nunca haber cazado ninguna ardilla, y si lo hubiera hecho, Lisa no iba a enterarse jamás de eso.

―¡Mamá, no! ―gritó, tratando de calmarla―. Lisa y yo somos novias, ¿está bien? Ya... Ella ya aceptó que no es mi presa y yo la quiero mucho.

Wild chipmunk | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora