Lisa odiaba las pulgas. Las pulgas entraban en su lista de cosas que más odiaba en la vida, casi comparable a la carne o las berenjenas (odiaba el sabor amargo y una vez comió una sin preparar).
Jennie sabía eso. A Jennie también le molestaban, porque las pulgas significaban contacto cero con la afectada. El problema de ser mitad animales es que sufrían mucho más con esos pequeños insectos y debían recurrir a baños seguidos con shampoo especial. Además, a Lisa le afectaban el doble debido a su pelaje, pues era abundante y largo; Jennie, por el contrario, tenía un pelaje más corto, por lo que no era propensa a ese tipo de plaga.
Cuando Jennie se dio cuenta de que Lisa estaba con pulgas, montó en cólera y pegó unas maldiciones capaces de espantar a medio mundo.
Fue un desastre desde el inicio. Jennie había notado a Lisa un poco rara durante la mañana, pero luego se fue a su clase. La omega tenía el día libre y, al ser invierno, había mencionado algo de que anidaría durante la tarde en su forma ardilla. Luego de tantos años de noviazgo, Jennie se había acostumbrado a ese instinto de hibernar que la omega poseía durante la época invernal. Lisa solía dormir y comer más, y anidaba casi cada día, convertida en una pequeña ardillita y durmiendo en esa forma.
Así que no se dio cuenta hasta que volvió de clases, pasadas las siete de la tarde y llevando, además, comida rápida para compartir con Lisa. De seguro se despertaría con mucha hambre. Sirvió la comida en platos antes de ir en busca de la omega, entrando al cuarto a oscuras y yendo hacia la cama, donde había un montón de prendas suyas esparcidas.
―Lili ―habló Jennie, comenzando a remover su ropa para encontrar a Lisa―, vamos, bebé...
Sonrió al verla acurrucada, aunque con los ojos ligeramente abiertos. Se alejó un poco, dejando que se estirara, y eso comenzó a hacer la omega... Hasta que se detuvo a mitad de camino para rascarse el vientre. Y luego la cabeza. Y la cola. Y otra vez el vientre.
La sonrisa de Jennie se congeló.
―Lili ―volvió a hablar, y su voz tembló―... ¿tienes pulgas?
La ardilla dejó de rascarse. Jennie no quería entrar en pánico, pero la luz y todas esas prendas no le ayudaban mucho a descubrir la verdad. Cuando agarró su sudadera verde y la tiró, Lisa chilló por el horror al ver su nido destruido.
―¡Mierda! ―gritó Jennie también al ver a esos asquerosos y repugnantes insectos aferrados a la ropa.
Al mirar a Lisa, ya no había una ardillita allí, sino su novia... con toda la carita llena de ronchitas por las picaduras de pulgas.
―¡Deja mi nido! ―exclamó Lisa, sin importarle su aspecto, sólo preocupada por el nido―. ¡Lo... lo estás destrozando!
―¡Lisa! ―Jennie le miró con disgusto―. ¡Estás llena de pulgas! ¡Hay que lavar todas estas ropas y... y las sábanas de la cama!
—¡Nooooooooooooooooooo! ―chilló, y sus ojos se llenaron de lágrimas―. ¡De-devuélvelo, dámelo!
Jennie no se lo devolvió. Claro que no. Ignorando sus quejidos, su llanto y súplicas, agarró todas las prendas y quitó las sábanas de la cama.
―¡No, Jen, no! ―lloró la omega―. ¡No seas... no seas mala! ¡E-estoy bien!
A la alfa le rompía el corazón, en especial porque sentía la desesperación de la omega a través del vínculo, pero ante esa plaga, no podía ceder. Al fin y al cabo, era por el bien de su novia también, aunque ahora no lo viera así.
Al notar que no iba a detenerse, Lisa lloró con más fuerza. Jennie sabía lo mucho que su novia amaba hacer nidos y quedarse en ellos en su forma animal, envolverse en el aroma de la alfa y poco más apestar a sus feromonas. A Jennie tampoco le molestaba eso. En especial durante el invierno, a la castaña le encantaba sentirse rodeada por el calor del nido. Lo que estaba haciendo Jennie era casi una tortura para ella.
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Wild chipmunk | Jenlisa
RomanceLisa es sólo una pequeña ardillita en un mundo de horrendos carnívoros. Al menos, hasta que Jennie llega a su vida. ➼ Jennie G!P ➼ Adaptación © Hobibuba ➼ Prohibido copiar o adaptar mi versión