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Convivir en pareja fue todo un caso. No había que malinterpretar sus palabras, pues Lisa estaba muy feliz de estar con Jennie y tenerla a su ladito varias horas al día. Pero había algunas costumbres animalescas que le provocaron varios pre-infartos las primeras semanas.

Por ejemplo, hubo una ocasión en donde Lisa se quedó dormida en el sofá mientras leía uno de sus libros de universidad, y cuando despertó, quiso levantarse para ir a la cocina. Somnolienta y medio dormida todavía, pegó un grito cuando se dio vuelta y vio a una enorme pantera frente a ella. Su primer instinto fue agarrar el enorme libro y lanzárselo.

La pobre pantera chilló y fue ahí que Lisa razonó que golpeó a su novia.

―¡Por Dios, Jennie! ―Lisa llevó su mano hacia su pecho, sintiendo sus latidos desbocados. La pantera se transformó en una humana, y Jennie comenzó a sobar su hombro, donde le llegó el libro―. ¡Me asustaste!

―Yaaa, perdón ―se quejó Kim―, es que te vi dormida y me dieron ganas de subirme encima de ti.

―¡¿Subirte encima de mí?! ―exclamó.

Jennie la miró como una cachorra, así que Lisa empezó a sobarle la marca enrojecida en su hombro, sabiendo que le saldría un moretón pronto.

Al inicio no lo entendió, pero Jennie se lo pidió, y al final, era que la alfa quería subirse encima suyo como un gatito y ser acariciada. Resultó algo incómodo por lo grande que era y casi la asfixió un poco, pero con el pasar de las semanas, se acostumbró a eso.

Aunque cada vez se pasaba un poco más. Lisa no lo notó porque le gustaba acariciar la cabecita de Jennie y oír sus ronroneos de gusto. Mientras veía televisión, la pantera solía quedarse dormida, emitiendo unos suaves rurururu que incluso le daban un poco de sueño an ella. Pero pronto Jennie empezó a subírsele más encima, ahogándola bajo su peso y pidiendo más cariñitos en su cabeza y lomo.

―¡Oye, para! ―chilló Lisa cuando comenzó a darle lengüetazos en la cara con su aspera lengua―. ¡Eso duele, Jennie!

Pero la pantera no se detenía y le lamía las mejillas con más ganas. Al final, cuando volvió a ser humana, Lisa tuvo que agarrarla a regañinas, pero se conmovió un poco cuando notó la expresión compungida y las orejitas caídas de su novia. Siempre terminaba cediendo por eso.

Tuvieron otro accidente con su cola también. Una tarde, para desestresarse un poco, se pusieron a jugar en sus formas animales y Jennie medio se pasó con sus mordidas. Como ocurrió antes, se la pasó a morder y en todo el departamento resonó el chillido de la ardilla.

―¡Eres una bruta! ―sollozó Lisa, vendando su colita con exageración.

―Perdón, cariño, no lo hice adrede ―Jennie la miraba a unos pasos de ella, apenada―. No pensé que te dolería tanto...

―¡Por poco me tragas con esa boca! ―Lisa la miró con el ceño fruncido―. ¡Hoy duermes en el sofá!

Jennie creyó que bromeaba hasta que vio a la pelinegra pasar su colita por entre sus piernas y abrazarla contra su pecho, con un puchero en los labios y los ojitos llorosos. Cada vez que la veía hacer, se preguntaba si es que no le dolía, pero luego recordaba que Lisa era muy flexible por sus bailes. Suponía que su colita también lo era.

De cualquier forma, Lisa la mandó a dormir en el sofá las siguientes tres noches y no tocarla en una semana. Aunque lo peor fue cuando, de manera automática, la colita de la omega tendía a alejarse de Jennie.

―¡No puedo controlarlo! ―se defendió Lisa cuando Jennie le reclamó―. ¡Sigue resentida contigo!

―Lisa, es tu cola ―regañó.

Wild chipmunk | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora