Después de la muerte de sus padres, Eliza Swan fue acogida por su hermano mayor, Charlie, y desde entonces vive con él en Forks.
A sus 18 años, lo único que Eliza quiere es disfrutar de cada momento de su juventud, y preferiblemente con cierto médic...
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"Estoy bien, gracias"
Esta no fue la primera vez que Eliza pensó en la muerte. Por el contrario, la muerte había estado a su alrededor desde su infancia, en la muerte prematura de su padre, cuando tenía solo siete años y cinco años después, su madre falleció debido a la misma enfermedad.
Lo que la llevó a este momento exacto. Desde la muerte de sus padres, Eliza decidió que viviría su vida como quisiera, no se privaría de nada de lo que quisiera, al fin y al cabo, la vida era corta. Pero hasta entonces, hasta su obsesión con Carlisle Cullen, hasta ese bendito examen, Liza nunca había sentido miedo a la muerte como lo sentía ahora.
Era como si la muerte hubiera tomado forma física y la mirara profundamente en los ojos.
Eliza no salió de su habitación el resto de la noche. Acostada inmóvil en su cama, la niña repitió toda su vida en pensamientos. Todas las fiestas, todas las amistades, todos los incidentes y toda la intensidad con las que vivió sus días, sus juegos, su humor espontáneo e infantil.
Ella no se arrepentía de nada. Sin embargo, no estaba preparada para dejar todo eso atrás. En ese momento, la religiosidad entró en escena; ¿Qué vendría después de la muerte? ¿Existe la reencarnación? ¿Cielo? ¿Infierno? Se confesó a sí misma que el último pensamiento la asustó, no era exactamente un ejemplo de una buena chica.
O tal vez simplemente se estaba apresurando como Charlie había creído. Quizás todo realmente no era más que una sospecha, y al final todo saldría bien. Quizás realmente estaba enferma, pero con un buen tratamiento superaría ese obstáculo y continuaría su vida bien y feliz.
Inmersa en miles de pensamientos conflictivos, Eliza terminó quedándose dormida como era ella. Cuando se despertó a la mañana siguiente, la joven miró su habitación, confundida y aturdida. Era como si toda esa confusión hubiera sido un sueño. Ella quería creer que era así.
— ¿Liza? — Eliza escuchó la voz baja y temerosa de Bella y la enfrentó a la puerta de su habitación con solo la mitad de su cuerpo adentro. — ¿Puedo entrar?
— Claro.
Eliza se tapó la boca con la mano mientras bostezaba y luego se estiraba, observando a Bella entrar arrastrando los pies en la habitación, como si evaluara su estado de ánimo esa mañana.
— No voy a morderte, Bells, relájate. — dijo Eliza, encontrando extraña la reacción de la chica.
— Lo siento. — murmuró Bella, acercándose a la cama de la chica y sentándose en el borde de la misma. — Solo quería saber si estás bien.
La mayor respiró hondo. Si había llegado a creer que los acontecimientos del día anterior eran sólo una pesadilla, la actitud y la mirada de la chica frente a ella demostraron lo contrario.
— Estoy bien, Bells, gracias. — se encogió de hombros, pero luego se dio cuenta de que Bella ya estaba lista para ir a la escuela, mientras que ella ni siquiera se había levantado todavía.
