Después de la muerte de sus padres, Eliza Swan fue acogida por su hermano mayor, Charlie, y desde entonces vive con él en Forks.
A sus 18 años, lo único que Eliza quiere es disfrutar de cada momento de su juventud, y preferiblemente con cierto médic...
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"Novia entonces"
Era realmente fascinante. Carlisle no pudo evitar interesarse por el peculiar caso de Eliza. Por supuesto, no estaba tan impresionado con los resultados del examen de la joven como su colega Derek, después de todo, sabía que había cosas que la medicina no podía explicar, al igual que su propia existencia.
También sabía que algunos humanos demuestran cierta propensión a sus dones antes de la transformación. En el caso de Eliza, un poco más avanzado. Si Swan ya era capaz de curarse a sí misma como humana, ¿qué no podría hacer como vampiro? Había infinitas posibilidades.
Sin embargo, lo que más preocupaba no era su propia curiosidad sobre las probables "habilidades" de la joven, sino más bien el interés que ésta podría mostrar en sus compañeros de trabajo, o peor aún, en Aro Volturi.
Sólo la idea de que pudieran tratarla como a una rata de laboratorio o que Eliza pudiera caer en manos del vampiro más ambicioso que jamás había conocido, solo la pequeña posibilidad de que eso sucediera, lo había dejado impaciente.
— ¿Carlisle? ¿Todo bien? — la dulce y preocupada voz de Eliza lo devolvió a la realidad.
Sólo entonces recordó que los dos caminaban hacia su oficina en ese momento.
— Por supuesto, lo siento. — murmuró el doctor, tratando de sacar esos malos pensamientos de su mente.
— Te quedaste en silencio de la nada. — observó la joven.
Es cierto que ella era la que charlaba, pero en las últimas semanas el médico tampoco se había quedado atrás en las conversaciones.
— Perdóname, solo estaba pensando. — Carlisle se detuvo frente a la puerta de su oficina y la abrió, dejando espacio para que Swan entrara.
Eliza nunca se cansaría de lo caballero que era ese hombre. ¿Qué la hizo pensar...?
— ¿Puedo preguntarte algo un poco grosero? — la chica se dio vuelta y lo miró cerrar la puerta detrás de él.
La morena se mordió el labio inferior, tratando de no pensar en cuantas veces fantaseó con estar a solas con Cullen en esa misma oficina y las diversas cosas indecentes que le haría si tuviera la oportunidad.
En ese momento, Eliza estaba inmensamente agradecida de que Carlisle no tuviera la capacidad de leer sus pensamientos, eso sería realmente vergonzoso.
— ¿Y entonces? — preguntó Carlisle, Eliza lo miró un poco distraídamente.
— ¿Qué? — cuestionó confundida.
Carlisle se lamió los labios, curvando las comisuras de sus labios. No necesitaba leer la mente, la conocía demasiado bien como para no notar en la forma en que ella lo miraba, lo que realmente estaba pasando por la cabeza de Swan en ese momento exacto.
