Sally
Luego de leer el mensaje perturbador, fui incapaz de pegar ojo en toda la noche. El miedo y la ansiedad se mezclaban en mi sistema, creando un cóctel perfecto para mantenerme inquieta.
Creo que aquel mensaje fue la prueba de que podía huir de mi vida en California —porque asumo que la amenaza viene de allá—, pero que la vida que tuve siempre me perseguiría. Una vida llena de preocupaciones y malos ratos.
Ese mensaje reventó la pequeña y alegre burbuja que había creado en Woodstock.
Mira que quería descifrar a una persona y ayudarla, cuando soy incapaz de conocerme a mí misma.
Luego de escuchar música toda la noche, para intentar sentirme más segura —lo sé, el equivalente a cubrirme la cara con las sábanas—, sonó mi alarma. Solté un suspiro. Había sobrevivido a la que fue, probablemente, la noche más larga de mi vida. Me levanté e hice mi rutina para ir a la librería como de costumbre, decidiendo ignorar la inminente amenaza que había recibido.
Quizá la persona se había equivocado de número o algo así, y yo no era quien debía recibir el mensaje.
*
Cuando salí de la cabaña, el señor Overton ya me estaba esperando. Sus ojos se dirigieron hacia mí, por lo que me apresuré en llegar al asiento de copiloto.
Lo saludé por lo bajo, sin tener muchas ganas de conversar. En realidad, no tenía ganas de nada más que dormir. Y eso, mezclado con el cálido interior del vehículo y la comodidad de los asientos, hizo que mis ojos se cerrasen inevitablemente.
*
Supuse que no pasé mucho tiempo dormida, ya que, cuando desperté, seguíamos en movimiento. Parpadeé pesadamente y dejé que un bostezo se me escapara. Cuando por fin pude abrir los ojos con normalidad, éstos se dirigieron al panel central —específicamente en el reloj—, para ver cuánto duró mi pequeña siesta.
—¡¿Las doce y treinta?! —chillé, girándome hacia el señor Overton, quien seguía conduciendo con actitud tranquila—. ¿A dónde estamos yendo?, ¿por qué no me despertó en cuanto llegamos a la librería? —las preguntas salían de mi boca con rapidez.
¿Me estaba raptando? ¿Por qué seguía conduciendo?
—No te desperté porque parecías cansada —explicó, encogiéndose de hombros.
—Pero... Señor Overton, ¿qué ha hecho durante todas estas horas?
—Conducir —contestó a la ligera. Antes de que pudiese decir nada, volvió a hablar—. Ah, y por favor deja de llamarme «señor». No soy un viejo.
Mi mandíbula se abrió y se cerró, sin pronunciar palabra alguna. Recibir de pronto una extraña muestra de simpatía por parte de mi jefe se sentía extraño. No parecía de las personas que cambiaban de parecer de la noche a la mañana y, hasta el momento, James había dejado muy en claro los límites entre nosotros.
¿Seguía dormida y eso no era nada más que un sueño? ¿Lo habían abducido los aliens mientras estaba dormida?
Eso me dejaba extremadamente confundida, pero ¿por qué le buscaba la quinta pata al gato? ¿No era eso lo que quería, al fin y al cabo? ¿Que el hombre cediera y me dejara conocerlo?
Obligando a mi mente a quedarse tranquila, decidí concentrarme en la otra parte de su afirmación. Esa en la que me decía que había estado conduciendo toda la mañana para... ¿qué? ¿Dejarme descansar? Ese era otro sinsentido digno de análisis.
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El amor sí existe en Woodstock
RomanceCuando Sally huye de California, luego de que su prometido le fuese infiel, llega a un pequeño pueblo con un puñado de gente. Allí, la vida parece sonreírle, sin embargo, no todo es perfecto. Junto a la felicidad, llegan los problemas. Y, junto a a...