Capítulo 21

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Sally
El día en la librería fue tranquilo. La música que se filtraba por el parlante le daba un ambiente relajado y un tanto hogareño. Me gustó.

Además, despertarme en la casa de Gruñón fue... agradable. Uno pensaría que, al ser una casa desconocida, no podría dormir de forma cómoda. Sin embargo, aquella noche fue una de las mejores que había tenido en mucho tiempo. Me sentí segura y acompañada, dos cosas que, desde mi llegada a Woodstock, llevaba un buen tiempo sin sentir.

La única cosa decepcionante, fue que, a la hora de almuerzo, James se mantuvo en su oficina. Por un momento pensé que, como ya habíamos comido juntos en repetidas ocasiones,  querría almorzar junto a mí. No obstante, los avances que habíamos tenido eran considerables y eso me motivaba a seguir insistiendo.

Sentía que James era una enorme roca y, yo, el mar sutil pero constante que, poco a poco, lo convertía en arena.

La puerta de la librería se abrió y me sacó de mis pensamientos. Alcé la mirada y me topé con unos ojos oscuros que llevaba tiempo sin ver. Sonreí sin poder evitarlo.

—¡Sally! —chilló Doris, acercándose a mí.

—¡Hola! —respondí, acortando la brecha entre nosotras.

Me abrazó. Fue uno de esos abrazos maternales que te hacen sentir acompañada, cálida.

—Me tenías bien olvidada, eh, jovencita —me riñó.

Mis mejillas se calentaron mientras deshacíamos el abrazo.

—Lo... lo siento —me excusé, nerviosa—. Sé que puedo parecer agradecida, es sólo que...

Su carcajada me interrumpió, confundiéndome. ¿Estaba tomándome el pelo?

—Tranquila, niña, no me debes explicaciones. Me imagino lo ahogada en responsabilidades que debes estar, teniendo a mi sobrino como jefe.

—¿Pretendes espantar a mi empleada antes de que comience la verdadera tortura, tía? —La voz de James a mi espalda me hizo dar un respingo.

—¡Sobrino mío! —Doris prácticamente corrió al encuentro con él.

Vi, embobada, cómo lo abrazaba; Como si llevaran meses sin hacerlo. Tampoco se me escapó que él correspondió al abrazo, envolviendo a Doris entre sus brazos.

—Te he extrañado, mi pequeño ermitaño —susurró ella, con la voz un tanto temblorosa.

Sentí mi pecho contraerse por la emoción.

—No exageres, tía, que no ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos por última vez —cortó el otro, deshaciendo el abrazo lentamente.

—¡¿Qué dices?! ¡Pero si ha pasado como un mes! —habló—. Sally, ¿no te parece que a tu jefe le falta un poco de consideración con su vieja y solitaria tí? —Me miró expectante.

Divertida con la situación, hablé:

—Por supuesto que sí. Jamie, ¿por qué eres así con tu tía? —Lo observé con seriedad, conteniendo a duras penas una carcajada.

—¿Te vas a poner de su lado? —Asentí—. Pequeña pelirroja traidora —masculló.

Jadeé.

—¿Traidora? ¿Escuchaste cómo me llamó, Doris? —inquirí, insultada.

—Lo he hecho. Muy feo, James. Muy feo —le riñó.

—Por favor, no me hagan esto; apenas puedo lidiar con ustedes por separado, no unan fuerzas para destruirme, se los ruego —imploró.

El amor sí existe en WoodstockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora