Capítulo 18

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Sally

Cerré la puerta tras de mí y saqué mi celular. Estaba... confundida y necesitaba hablar con alguien sobre todo lo que había ocurrido. Sólo tenía dos opciones, y no pensaba llamar a la tía de la persona sobre la que quería hablar. Por lo tanto, busqué en mi —no muy extensa— lista de contactos y marqué el de Hayley.

Por más increíble que parezca, era la primera vez que usaba su número para algo. En todo el tiempo que llevábamos de amistad, no habíamos compartido ni un sólo mensaje o llamada. Y no voy a negar que eso me hizo sentir un poco nerviosa.

¿Y si pensaba que estaba siendo molesta?

¿Y si no éramos realmente amigas, y me había imaginado cosas?

¿Y si...?

Antes de que pudiese terminar mi próxima suposición, su alegre voz interrumpió mis pensamientos ansiosos:

—¡Hola! ¡¿Cómo está mi californiana favorita?! —Eso me hizo sonreír, aliviada.

—Hola, Ley —respondí, sintiéndome un poco más ligera.

Si yo era considerada una persona alegre, Hayley era directamente un fuego artificial. En serio, tenía una energía vibrante, como si, con tan sólo sonreír, pudiese sacar chispas.

—¿Se puede saber a qué debo esta maravillosa llamada? ¿Alguna importante actualización sobre tu romance de oficina, que no puede esperar hasta el sábado?

—De hecho...

—¡No me digas que acerté! —chilló, y juro que pude ver su sonrisa—. ¡Dios santo, esto amerita una videollamada! —Se quedó en silencio por un breve momento, y luego una solicitud de FaceTime brilló en mi pantalla. La acepté de inmediato.

—¿No estás trabajando? —inquirí, un tanto nerviosa, al notar que estaba en la cafetería.

—No. O sea, sí, pero está todo despejado —contestó, volteando la cámara y dejándome ver que sólo había un puñado de clientes.

—Genial. De todas formas, lamento haber llamado de forma tan... repentina.

—Bah, no te disculpes por tonterías —dijo, encogiéndose de hombros para restarle importancia—. Te prometo que siempre tengo tiempo para escuchar la historia de amor de una buena amiga.

¿Buena amiga? ¿Se puede ser buena amiga de una persona a la que has visto tres veces? No lo sabía, pero de inmediato, unas palabras de mi padre llegaron a mi mente.

«En realidad, el tiempo no importa; lo verdaderamente importante es lo que haces con él.»

Me pareció una frase bastante acertada, ya que, a pesar del poco tiempo en el que nos conocíamos, había compartido mucho más con ella, de lo que había hecho con otras personas a las cuales conocía de hace años.

—No quiero hablar de ninguna historia de amor, Ley —respondí, retomando nuestra conversación.

—Ah, entonces no tengo tiempo, ¡adiós!

—¡Espera, Hayley, no me cuelgues! —pedí, sonando completamente desesperada. Ella soltó una carcajada.

—Tranquila, estoy bromeando —me calmó, una vez su risa se esfumó casi por completo—. Ahora, cuéntamelo todo.

Y con eso, le conté todo. Desde cómo recibí un mensaje perturbador la noche anterior hasta la escena de celos que tuvo James.

—A ver, espera, espera —me interrumpió, cuando estaba finalizando—. Entonces: Te amenazaron, no dormiste, luego te dormiste en el auto de tu jefe; te llevó a almorzar, te pidió que lo llamaras por su nombre, tuvieron una cita y luego meó a tu alrededor frente al mesero cargante. ¿Es así?

El amor sí existe en WoodstockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora