Capítulo 16

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Sally

Cuando James entró al restaurante, luego de un par de minutos, yo ya estaba sentada en una mesa, esperándolo. Me sentía feliz y extrañada, debido a su repentino cambio de actitud. No comprendía cómo pasó de no querer hablar conmigo a invitarme a almorzar, pero, fuera lo que fuera, me alegraba de que hubiese sucedido.

Él escaneó el lugar con la mirada, hasta que dio conmigo, y comenzó a acercarse sin prisas. Había escogido una mesa para dos personas redonda, era pequeña pero no tanto, con dos sillas enfrentándose. No noté mi tonto descuido, hasta que James llegó junto a mí, y empujó la silla que estaba destinada a él, a un lado.

—Supongo que es una ventaja de andar en silla de ruedas. Nunca te quedas sin asiento —dije, con nerviosismo. Fue un chiste estúpido y atrevido, me di cuenta luego de decirlo. Estaba a punto de disculparme, cuando su voz ronca se me adelantó:

—Y tampoco se me cansan las piernas por estar de pie.

Su broma, además de tomarme completamente desprevenida, aligeró el malestar que se había asentado en mí, por lo que sonreí en su dirección. No me correspondió la sonrisa, pero me dio igual. Si estaba allí conmigo, fue porque él quiso.

Abrí mi boca para decir algo, pero justo en ese instante, un chico, más o menos de mi edad, llegó con una pequeña libreta en la mano.

—Hola, mi nombre es Julián, y voy a atenderlos hoy —saludó, mirando únicamente en mi dirección. Me removí en mi asiento, sintiéndome un tanto incómoda—. Por aquí les dejó el menú, de todas formas pueden escanear el código bajo el servilletero si prefieren —habló, con una brillante sonrisa en sus labios.

—De acuerdo —dije, asintiendo con la cabeza. Quería que se fuera, para poder conversar con el hombre frente a mí.

—Volveré en cuanto estén listos  —me dedicó un guiño y se fue.

Devolví mis ojos a James. Sus manos estaban en puños sobre la mesa, mientras que su postura era tensa.

—¿Estás bien? —cuestioné.

—Sí, claro, ¿por qué lo preguntas? —contestó de forma ligera, pero sin mirarme a los ojos.

—Porque estás tenso. ¿Querías ordenar algo y te interrumpí? —inquirí.

Con eso, él soltó un suspiro y —por fin— me miró a los ojos.

—No pasa nada, Sally, en serio —aseguró.

—Bien... —dije entornando mis ojos hacia él, sin creerle demasiado.

Me gustaba la extraña dinámica que se había asentado entre nosotros aquel día. No estaba segura de si duraría, pero la disfrutaría lo máximo posible.

Nos sumimos en un silencio cómodo. Me di cuenta de que hace bastante que no disfrutaba de un silencio. A ver, no sé si «disfrutar» fuera la palabra, pero al menos no sentía la imperiosa necesidad de rellenarlo con alguna tontería.

—¿Te puedo preguntar algo? —la voz de James me sacó de mis pensamientos.

Sorprendida y contenta a partes iguales, debido a que él quisiera hacerme preguntas, asentí con la cabeza.

—¿Por qué te quedaste dormida en el auto?

—Porque anoche no dormí lo suficiente —respondí, sin entrar en detalles. Él rodó los ojos.

Sí, señoras y señores: el gran y serio Gruñón rodó los ojos.

—Eso lo supuse, pero quiero saber por qué —insistió.

El amor sí existe en WoodstockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora