Capítulo 28

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James

No pasó ni un segundo y la llamada ya había sido contestada.

—¿James? —dijo la voz de Sally, casi en un susurro.

Un escalofrío me recorrió al oír su voz y una sensación cálida se asentó en mi pecho. Creo que podría catalogarse como felicidad. O tranquilidad. Honestamente, no estaba seguro. Nunca fui muy bueno reconociendo mis emociones. Pero, de lo que sí estaba seguro, era de que aquel sentimiento era positivo.

—¿James, puedes oírme? —preguntó al ver que no había respondido nada.

—Puedo oírte —afirmé. Ella dejó salir un suspiro.

—Tú... ¿Estás molesto conmigo? —preguntó, nerviosa.

Me  mantuve en silencio, pensando en mi respuesta.

¿Lo estaba? No.

¿Lo estuve? Tampoco.

—No, no estoy molesto contigo —respondí—. Si te soy sincero, tampoco creo que lo estuve... anoche.

—¿No? —Negué con la cabeza, aún sabiendo que ella no podía verme—. Bueno, me alegro de eso entonces. Y también me alegro de que me hayas llamado —dijo—. Porque eso significa que tú... —Se calló abruptamente y luego volvió a hablar, con voz firme—. James, ¿realmente piensas todo eso que me dijiste anoche? ¿De verdad piensas que yo podría aburrirme de ti? ¿Es verdad que para ti, esto que hay entre nosotros, es nada? Porque hace tan sólo dos días me dijiste algo completamente diferente, y no puedo sacarme tus palabras de la cabeza. —Suspiró—. Estoy confundida. Y dolida. Y ya no sé qué decir sin... sin ponerme sensiblera —su voz se rompió al decir lo último y quise pegarme un puñetazo en la cara por eso. Que ella se sintiera así era mi culpa.

—Mierda, Sally, yo no... —Puse la llamada en altavoz, dejé mi celular en la mesita de noche y me pasé las manos por mi cabello de forma nerviosa—. No quise decir nada de lo que dije anoche. Hablé de idiota. Mis inseguridades hablaron por mí, esa es la verdad. Y ahora no puedo estar más arrepentido por eso.

—¿O sea que tú... no te arrepientes de lo que me dijiste el otro día? —dijo con voz débil, mientras sorbía por la nariz.

Maldita sea. Sally estaba llorando por mi culpa.

Creo que la impotencia que sentí al oírla así, tan rota, tan diferente a la Sally que había visto junto a mí todas esas semanas, fue la más grande que había sentido en mi vida. Tenía unas ganas imperiosas de ir hasta ella y abrazarla, consolarla. Pero no podía hacer eso. No podía porque ella estaba en California, no en la cabala junto a la mía.

—Jamás me arrepentiría de lo que te dije, pelirroja. Nunca he sido muy bueno hablando, mucho menos diciendo lo que siento, pero contigo me ha sido imposible mantener la boca cerrada. O, en todo caso, el corazón. Simplemente llegaste a mi vida como un tornado y tú... lo cambiaste todo. Tú me cambiaste. —Suspiré—. Lamento muchísimo lo que dije anoche, en serio, bonita, no sé por qué dije tanta mierda. Bueno, creo que sí lo sé: lo hice porque soy un idiota inseguro. Jamás entenderé cómo tú, una mujer hermosa, llena de vida, se fijó en un hombre como yo. ¿Eres consciente de que, si esto que hay entre nosotros llega a otro nivel, hay muchas cosas que jamás podremos hacer juntos? Jamás podremos escalar una montaña o ir a un parque de diversiones como el resto de la gente. ¿Crees que eso no afectará a tu vida en un futuro?

El silencio se hizo entre nosotros, pero muy pronto la voz de Sally lo llenó.

—Oh, James. Jamás he querido, ni querré, escalar una montaña. Además, sí podemos ir a un parque de atracciones. Y... Y nosotros podemos hacer lo que nos plazca, James. Me da igual si vuelas o si no puedes caminar: me gustas tú. Vengas como vengas.

El amor sí existe en WoodstockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora