Legacy Of Shadows "Amor y Secretos en las Sombras" [+18]

Capitulo 14

Gwen

Grey se acomodó al borde del acantilado y, siguiendo su ejemplo, me senté a su lado. Nos sumergimos en un silencio contemplativo, perdidos en la inmensidad del mar.

—Lamento haberte presionado para que vinieras; no fue correcto —rompió el silencio Grey, su voz cargada de remordimiento.

—No te preocupes, fue una aventura —le aseguré, regalándole una sonrisa tranquilizadora.

—Sí, toda una "aventura" —replicó él, con un tono juguetón que no lograba ocultar su preocupación.

Observé su perfil, marcado por la luz del atardecer, y noté la sombra de la inquietud en su mirada.

—¿Qué te ronda la cabeza, Grey?

—Es solo que... la idea de que podríamos no...

—No va a pasar —interrumpí con firmeza—. Han destruido las armas de prisma, las únicas que podrían acabar con un demonio como nosotros.

—Pero, ¿y si aún poseen alguna? Gwen, la verdad es que...

—Somos invencibles cuando estamos juntos, lo sabes.

—Y más vulnerables cuando nos separamos, eso también lo sabes.

No podía negarlo; era la razón por la cual rara vez nos alejábamos el uno del otro.

—Por eso siempre nos mantenemos cerca —le recordé, intentando disipar sus temores.

—Pero, ¿y si nos separan y algo sucede? ¿Si hay un momento en que no llegamos a tiempo?

—Grey, ¿qué estás insinuando? ¿Acaso tienes miedo?

—Por supuesto que no —se defendió, aunque su voz delataba cierta incertidumbre.

—Entonces, ¿qué es?

—Solo estoy considerando todas las posibilidades.

—Tranquilo —dije, apoyando mi cabeza en su hombro—. Sobreviviremos a esto.

—¡Por supuesto que sí!

Podía sentir su ansiedad; siempre había sido el más consciente de los riesgos entre nosotros.

Nuestras diferencias siempre habían sido evidentes.

Impulsiva, me irritaba con facilidad y perdía el control cuando las cosas no salían como esperaba. A menudo, lastimaba a otros en un arranque de ira. Pero él... él era mi conciencia, mi equilibrio.

—No te atormentes tanto —susurró él, acariciando mi cabello con ternura—. A veces puedo sentir y hasta escuchar tus pensamientos.

—Lo sé —respondí con una risa ligera—. Por eso le tienes tanto afecto a Dante.

—Quizás tengas razón —admitió, su sonrisa contenida iluminando su rostro.

El silencio volvió a envolvernos, y una idea traviesa cruzó mi mente.

—¿Y si nos lanzamos al vacío? —propuse, extendiendo mi mano hacia él.