VI

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Con pasos silenciosos, Larsen siguió escaleras arriba al oficial, que consciente de lo que hacía y probablemente del porqué, escogía ignorarlo, y fue solo antes de que entrara a su habitación, que el mayor lo detuvo.
‒Ven conmigo.
Y con solo aquellas palabras, los lugares se habían invertido en dirección a otra habitación del largo pasillo.
“Esta… no era su habitación,” reconoció Hughes al ver la puerta por la cual entró Larsen, pero lo siguió aun así, recorriendo con interés la decoración del sitio una vez estuvo dentro.
La decoración seguía el mismo estilo de la casa, sin decir nada de la persona que aparentemente la habitaba, a excepción de la pared de libros del lado opuesto a la entrada, demasiado ostentosa para el gusto de su observador.
A la indicación de un “Siéntate”, Larsen le había señalado uno de los dos asientos de la mesa de té delante de la biblioteca y un momento después, un tablero de ajedrez se encontraba montado entre ambos.
‒¿Cuándo podré irme? ‒fueron las primeras palabras que se oyeron luego de varios turnos.
‒Puedes irte cuando quieras, luego de recuperarte.
‒Pero no es así realmente, ¿verdad?
No fue hasta que el oficial sintió la mirada opuesta en él, que alzó la suya para corresponderle, manteniendo una conversación que nadie más que ellos podía oír, y un silencio que a la vez podría no significar nada.
Fue Larsen esta vez quien cedió y devolvió su atención al tablero, haciendo su movimiento para empatar las piezas que habían sido capturadas.
‒Tengo algunas cosas que terminar, hasta entonces, sería mejor que te quedaras aquí.
‒¿Por qué?
Luego de una breve pausa, y un siguiente movimiento por parte de Hughes, las palabras salieron calmas incluyendo un toque de sarcasmo.
‒Me sentiré culpable si algo llega a ocurrirte.
‒No veo porqué debas sentirte de esa manera ‒el oficial, volvía a ver el tablero ante ellos, tratando de no hacer nada predecible. Solo entonces el mayor volvió a verlo. A pesar de todo, su postura se encontraba relajada y su expresión enfocada en el juego.
Había logrado su primer objetivo, aunque no esperaba lo que su viejo amigo respondería a continuación.
‒He estado más de cinco años lejos de ti y pude lidiar con lo que debía solo.
Aquello había sido como un golpe frío en la nuca. ¿En verdad había pasado tanto tiempo? ¿En verdad se habían abandonado de esa forma? Algo en aquellas palabras consiguieron formar un nudo en su garganta, un nudo que demostraba todo lo que tenía por decir, lo mucho que lo necesitaba y cuánto seguiría sosteniéndolo hasta el día en que, simplemente, ya no pudiera contenerlo más.
El trance en el que se había perdido, consiguió hacer que el oficial volviera a verlo y de alguna forma, sentir lo que había dicho.
Solo la calidez de su hombro siendo sostenido por una mano izquierda, logró traer a Larsen de vuelta y hacer que su mirada se pierda en la de aquél una vez más, pero esta vez, intentando buscar algo para cuestionar al respecto.
‒Traduciré eso que dije antes ‒el tono bajo del oficial lo hizo descolocarse un poco‒ Gracias por preocuparte, pero estaré bien. Saldré de esta como tantas otras ‒una sonrisa al final de lo que acababa de decir demostraba, una vez más, cuán despreocupado podía llegar a ser Hughes.
‒Ya. No me mires así que das cosita ‒agregó volviendo a acomodarse en su asiento, mientras Larsen se recuperaba de lo que acababa de ocurrir consiguiendo que aquel nudo desapareciera mágicamente, para observar el tablero.
Visto desde afuera, hubiera parecido que aquellos dos se encontraban jugando su propia versión del juego y buscaban adrede devorar cada pieza del contrario hasta que no quedara más opción que un empate, y quizás era cierto. Ninguno hacía movimientos a la ligera y sin embargo ninguno parecía interesado en llegar a otro resultado.
La partida terminaba y en el mismo silencio que se había instalado desde aquella conversación, se regresaba las piezas a su sitio, se giraba el tablero y volvían a comenzar.
Entre ellos, sin nadie ni nada más para recordarles lo que estaba bien y lo que estaba mal, sin algo que les recordara quiénes eran, parecía demasiado fácil ceder al extraño sentimiento de pertenencia que siempre habían hallado en el otro, pero aquello era demasiado frágil.
El golpeteo en la puerta se repitió una segunda vez antes de que ambos hombres se volvieran a ver, y el mayor cuestionara la interrupción.
‒Llegará tarde a su cita.
Solo entonces y por primera vez Larsen echó una mirada a los últimos tonos anaranjados que se colaban por la ventana, y chequeó la hora.
‒Debo irme, jugaremos de nuevo mañana.
‒Qué, ¿crees que no tengo nada mejor que hacer? ‒al ver ponerse de pie al mayor, Hughes no tardó en imitarlo, y a pesar de que su tono fue serio, terminó en una sonrisa sarcástica que le quitó todo el peso a sus palabras.


Más tarde esa noche en los muelles, Larsen revisaba en silencio los números de los container, comprobando con la linterna los que se encontraban escritos en los papeles que llevaba.
‒Abre éste.
A su orden, el hombre de aspecto joven que lo seguía un par de pasos más atrás, se adelantó para acatar, entrando primero para comprobar el sitio antes de abrirle paso.
‒Bajemos las primeras cajas y busquemos en las de atrás.
“Salimos justo a tiempo” ya de regreso a su auto, se retiró el gorro de la sudadera oscura que llevaba, tan impropia de él, y marcó el número en su móvil.
‒Ya lo he comprobado, bien hecho. Te enviaré lo que acordamos.
Tan pronto la llamada terminó, retiró la tarjeta del móvil, la rompió y tiró por la ventana con tranquilidad.
“Veamos qué harán cuando no encuentren nada.”


Mientras tanto, en las profundidades de un nuevo sueño, el oficial Hughes respiraba dificultosamente, sudando frío.
La silueta bien definida de una mujer cubierta por velos rojos, rondaba por los alrededores de lo que aparentaba una casa de citas que, a juzgar por el lugar y la melodía que los envolvía, pertenecía a gente turca.
Oía risas, similares a las que alguien tiene cuando se burla, murmullos malintencionados respecto a ella y la silueta grande de un hombre sin cara que yacía observando desde la otra punta de la habitación todo lo que sucedía en ese lugar.
‒Aghat… Mi querido Aghat ‒la voz suave y lastimosa de la mujer que seguía rondando por las cercanías, comenzaba a impacientar al oficial.
De repente el sujeto vigilante parece desaparecer de su mira y en cambio, lo encuentra ahora sosteniendo la cintura de aquella mujer que parece retorcerse bajo aquel agarre, y consigue apartarse de él gracias a un hombre bien parecido, familiar, aunque no distinguido realmente, que aparece de la nada.
El escenario cambia y el oficial se encuentra en plena oscuridad, hasta que logra divisar a alguien a lo lejos.
‒No lo permitiré Zahjar… No permitiré que toque a nuestro hijo ‒ahora, era aquel hombre que había aparecido al socorro quien discutía furioso con la nada, de ojos rojos y puños apretados. 
Una vez más, Hughes despertaba agitado. Esta vez para sentarse y observar lo blanco de la ropa de cama que lo cubría.
‒¿Porque se siente tan… asfixiante? ‒balbuceó para sí, aun adormilado. 
Tomándole un momento más para normalizar su respiración, apartó la manta para bajar los pies de la cama, sacudiendo el cuello de su camisa en un intento por darse aire.
La habitación se encontraba sumergida en la oscuridad de la madrugada, y en una noche sin luna, ningún ápice de luz parecía filtrarse por la ventana, dejando lugar para que las imágenes de su sueño volvieran a repetirse delante de él, y al volver a ver aquellos ojos, encendió el velador en un sobresalto.
‒Estas pesadillas… Son cada vez más raras… ‒balbuceó completamente despejado mientras trataba de relajarse sobándose el cuello.
Tenía buena memoria y sentido de la ubicación, por lo que aun en la penumbra sus pasos se dirigieron seguros a la cocina para beber algo de agua, y de igual manera de regreso.
Encontrándose de vuelta frente a su habitación, su mirada se desvió a la puerta del mayor y sin caer en cuenta caminó hacia ésta, pero al tocar, nadie respondió.
“Quizás no ha vuelto…”
Su mirada se quedó clavada en el picaporte, que había tomado en un impulso, por un largo tiempo antes de que retrocediera para regresar sin embargo, un pensamiento se repitió en su mente.
“Este no era su cuarto…”
Con un golpe de curiosidad, se tomó un momento para hacer memoria, regresando años atrás antes de comenzar a caminar hacia el sitio en el que solían pasar el tiempo, pero ya no había ninguna puerta allí.
‒Está muy lejos de su habitación. No se ha perdido, ¿verdad?
Encontrándose demasiado distraído en aquella pared, la conocida voz pareció sorprender al oficial, haciendo que regresara prácticamente en guardia, pero al ver de quien se trataba soltó el aire aliviado.
‒¿Por qué se sorprende? ¿Olvida que vivo aquí? ‒Radiel yacía con una taza de té en la mano, observándolo fijamente.
Su respuesta fue solo una sonrisa avergonzada. No tenía ganas de ser sarcástico con nadie y menos a esas horas de la madrugada, por lo que solo pasó junto a él como si hubiese tomado el camino equivocado, sin esperarse que retomara la palabra.
‒Entiendo cómo se siente, Sr. Hughes. El Sr. Larsen solía pasar por algo similar cuando era pequeño.
El oficial se detuvo para girarse nuevamente, dejando entender que quería que continúe.
‒Luego de la muerte de su padre, el joven Larsen sufrió terribles insomnios por casi un año, hasta que se recuperó, pero no volvió a ser el mismo de antes, aquel jovencito vivaz que amaba ver su programa de casos favorito todos los jueves ‒suspiró‒ Se volvió antisocial, más serio y comenzó a ver el lado realista de las cosas, pero hasta el punto de molestarle y no mostrar piedad con los que se topaba.
La memoria de Hughes viajó por un breve instante al momento en que Larsen yacía sentado junto al cuerpo sin vida de aquel abusivo; “Solo hice lo que tenía que hacer, Aghat”, aquella frase retumbó en su cabeza, consiguiendo que volviera a tierra y notara como Radiel yacía sosteniéndolo de un hombro.   
‒Será mejor que vuelva. Le prepararé un té, eso quizás le ayude ‒añadió, alejándose de él con pasos largos y calmos.
‒Gracias… ‒dijo casi inaudible, echándole una última mirada al lugar donde solía estar aquella puerta, para volver a su habitación algo aturdido.
Sus pasos fueron lentos hacia la escalera, mientras oía detrás de él a Radiel alejarse hacia la cocina, imaginaba, y habiendo avanzado parte de los escalones, cuando ya no pudo oírlo, regresó sobre sus pasos a aquel sitio.
Su curiosidad, lo que otros en el oficio llamaban ‘instinto’, lo había llevado antes a pruebas concluyentes, y ahora sentía algo hacia aquella habitación aparentemente inexistente que no podía ignorar.
Al llegar, recorrió nuevamente la pared con la mirada y automáticamente se regresó a las puertas a los lados, y consciente de que no tenía mucho tiempo, se decidió por la derecha y probó suerte.
Metiéndose en aquella, se dirigió sin perder tiempo a la pared que debería dar contra la habitación inexistente, notando por los espacios que aún deberían estar allí, por lo que buscó alguna manera de entrar.
En la cocina, Radiel detuvo sus movimientos para oír un instante, y volviéndose a ver en dirección al pasillo, dudó un momento y sacó su móvil para enviar un mensaje.
>>Su invitado busca la habitación>>
Escribió y envió, sin que pasara mucho antes de que recibiera una respuesta.
<<Déjalo. Dale unos minutos de gracia y luego una señal para que pueda regresar<<
Del otro lado de la pantalla, el mayor sonreía entre divertido y satisfecho ante la noticia, y de regreso a la cocina, Radiel suspiraba resignado al volver a lo que hacía.
Hughes había revisado detrás de cada cuadro y mueble contra aquella pared y al no encontrar nada, supuso que la entrada debía estar en la habitación contigua del lado izquierdo, por lo que salió dispuesto hacía allí, pero a tiempo para cuando tomó el pomo de la puerta, el sonido de la vajilla al agitarse que se oyó a través del pasillo, lo obligó en cambio a apresurarse a su habitación.
‒Espero que lo ayude a dormir, muy pronto amanecerá… ‒mencionó Radiel luego de dejarle la bandeja con el té en la mesa de noche.
‒Seguro servirá, muchas gracias… Y lamento haberte molestado mientras dormías ‒se despidió Hughes con una sonrisa apenada.


“Parece que lo descubrirá incluso antes de lo que esperaba. Son buenas noticias, después de todo, es elemental…”
De la puerta a la izquierda de la que antes había entrado el oficial Hughes, salía un dubitativo Larsen, con una pequeña sonrisa ladina al echarle una mirada al pomo de la misma y sin apuro, caminó escaleras arriba hacia su habitación, para dormir al menos unas horas.

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