VIII

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-Flash Back-


‒¿Cuándo te darás cuenta que es imposible subir hasta allí sin una soga? ‒decía un tranquilo joven Larsen recostado sobre un tronco seco, observando a su compañero intentando subir a un árbol, que tenía sus primeras ramas fuertes a una distancia del suelo mínima de cinco metros.

El joven Hughes hacía caso omiso a sus palabras y seguía intentando, sin conseguir su objetivo.

"Me lo agradecerá más tarde" el intrépido cadete continuaba tomando distancia para correr hacia el tronco e intentar llegar hasta aquellas.

Pronto llegaría el atardecer y necesitaba mostrárselo.

‒¡Oye! No seguiré aquí viéndote dar la cara contra el suelo. ¿Vienes? ‒el mayor se volvía ahora de espaldas a él para emprender el camino de regreso, amagando con dejarlo atrás.

‒¿Decías? ‒la voz de su compañero lo hizo ladear su cabeza para sorprenderse al encontrarlo arriba del árbol, sosteniendo una soga en sus manos‒ ¿Cómo crees que esto estaría aquí si no pudiera hacerlo? ‒agregó, atándola a una de las ramas para soltar el otro extremo.

El joven Larsen yacía ahora al pie del árbol, observando al menor como un ser que no dejaba de sorprenderlo.

‒¡Apresúrate! Te lo perderás ‒la ansiedad en sus palabras consiguió hacer que el mayor simplemente, sonriera para sí, y tomara aquel extremo para rápidamente estar arriba junto a él.

Hughes señaló fugazmente hacía el frente con un movimiento de cabeza, el cuál Larsen siguió sin queja para encontrarse con la maravillosa vista del sol poniéndose en el horizonte.

Fueron solo cinco minutos, pero fueron suficientes para que el joven Larsen quisiera detener ese momento y quedarse ahí por la eternidad, hasta sentir la respiración de su compañero cerca de sí, para descubrir que este estaba igual de inmerso que él ante tal imagen.

‒Ahora entiendo porque te empeñabas tanto en venir aquí ‒las palabras salieron casi como un susurro, consiguiendo que el joven Hughes no pudiera evitar sonreír victorioso al escucharlo.


-Fin del Flash Back-


‒Lo lamento.

Le había tomado casi toda la tarde pronunciar aquellas palabras, había sido un largo ida y vuelta de culpas en la cabeza del oficial antes que decidiera responsabilizarse formalmente por su errónea asunción.

De más jóvenes lo más usual hubiese sido que el mayor dijese alguna cosa ofensiva pero aquellas veces, como era propio de su persona pensar que no decía nada incorrecto, regresaría y hablarían como si nada hubiese sucedido. Hughes se había acostumbrado a dejar pasar los malentendidos o más bien, simplemente no era el tipo de persona que podía mantenerse enfadado por mucho tiempo, al menos no con él.

Pero Larsen no haría lo mismo.

Este, que había mantenido la mirada clavada en su libro indiferente, aun cuando había oído al otro entrar y cuando antes Radiel ya le había advertido que llegaría, la levantó para verlo con una expresión de exagerado y falso desentendimiento, y muy en el fondo, satisfacción.

‒¿A qué te refieres?

El oficial rodó los ojos al oírlo, tan infantil como esperaba, y sin embargo lo suficiente como para darle a entender que no estaba enfadado.

Avanzando la distancia que había dejado por mera formalidad cuando entró, Hughes se sentó en el sofá individual a un lado del amplio donde se encontraba echado el mayor, y no perdió mucho tiempo en continuar.

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