Feinwerkbau

Extra III

~ La confrontación ~

Si las palabras pudieran matar, en ese mismo instante, ambos caerían desplomados a sus propios pies. La intensa y gran maraña de incoherencias que salían de la boca de ambos era alucinante.

‒¡No eres más que un maldito cobarde! ¡¿Por qué crees que tuve que encargarme de tu desastre?! ‒Larsen yacía en el suelo, esquivando una diestra del oficial.

‒¡¿Cobarde?! ¡¿Lo dice alguien que salió corriendo como niñita luego de haberse entrometido en algo que no le correspondía?! ¡¿Acaso te lo pedí?! ¡Solo hiciste mi vida más miserable! ‒apretando sus rodillas contra el suelo y los lados del mayor, mientras lanzaba zurdas y diestras intercaladas, siendo la mitad acertadas y la otra mitad esquivadas.

‒¡¿Y tú crees que la mía mejoró?! Desde que te conocí solo has sido un bache en mi camino. Tan recto y justo, y leal... ¿Para qué? Sí de nada te sirvió.

‒¿Envidia? Lo sé, no estas a mi altura cuando se trata de ir de frente y ser honesto.

Un cambio de posición y ahora era Larsen quien se hallaba sobre Hughes, sosteniendo sus muñecas sin vacilar.

‒¿Realmente crees que todo lo que hice no fue honesto? ‒su mirada halló la de su viejo amigo, igual de seria e intensa que cuando la discusión había comenzado.

‒No lo sé, comencé a dudarlo desde el momento en que me dejaste, ¿quizás? ‒aquello último el oficial lo resaltó con cierta ironía, sin quitarle la vista de encima, desafiante.

‒Era necesario...

‒¿Para quién?

‒...

La respuesta era demasiado amplia y a su vez demasiado simple como para pronunciarla, aun en este momento, cuando la verdad estaba finalmente servida luego de tanto.

‒Ya no importa ‒luego de tanto tiempo, ¿Qué importaba lo que había hecho? Qué importaba si hubo veces en las que sus motivos de venganza se revolvieron tanto con el protegerlo, que no sabía dónde comenzaba uno y terminaba el otro.

El intento de reincorporarse para terminar con aquella cercanía que resultaba tan incómoda cuando las cosas no se podían pronunciar, fue detenido por el más joven, que tomó por las muñecas las manos que antes habían inmovilizado las suyas, provocando que quedaran sobre el suelo nuevamente.

‒Ya tuve suficiente de tus salidas dramáticas. Esta será la última oportunidad que te daré para decir la verdad. ¿Qué diferencia hay entre tú y él? Ambos me mintieron, ambos me usaron para sus propios motivos... ¡Eres igual que él!

Las palabras golpearon más duro que cualquier golpe que pudiera haber recibido, se arriesgaría a decir, en su vida. Un rayo de dolor surcó los ojos del mayor antes de ser reemplazado con ira, y de no ser por cómo se encontraban limitadas sus manos, le hubiera gustado darle un asertivo golpe.

Superado aquel sentimiento, suspiró profundo y tardado mientras pensaba detenidamente sus palabras.

Había muchas cosas que decir.

Todo habría sido más fácil si esa noche hubiera dejado que Aghat matara a aquel chico. Habría ido a la cárcel y él podría haber terminado la Academia, se habría vuelto un oficial y, eventualmente, habría estado lo suficientemente cerca del hombre que arruinó su vida y con la suficiente evidencia como para hundirlo todo de lado de la ley. Sería un héroe, incluso le habrían dado una medalla. Pero habría tenido un costo demasiado alto.