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El sonido de la puerta lo despertó de la nueva pesadilla que parecía estar teniendo.

‒Hora de sus suplementos, Sr. Hughes ‒anunció Radiel, apareciendo con una bandeja de plata que contenía un vaso con una píldora de color.

El mencionado llevó una mano a su rostro para masajear sus sienes, mientras agradecía por lo bajo ya sentado en la cama.

‒¿Cómo se encuentra esta mañana?

‒¿Mañana...? ‒volviendo a ver al hombre, ciertamente perdido.

‒Ha dormido de corrido, toda la noche.

Retrajo su rostro en un intento por entender lo que había oído, pero luego solo volvió a ver la ventana.

‒¿Qué hora es? ‒preguntó con los ojos entrecerrados, observando la bandeja.

‒Las 7:00, Señor.

Hughes asintió, haciendo un gesto a modo de señal para que acercara la misma a él y así poder coger lo que aquella contenía.

‒Disculpa, ¿sabes dónde quedó mi ropa? Necesito un baño, si no es mucho pedir ‒habló el oficial, solo después de haber ingerido el suplemento recomendado por el doctor que lo había atendido.

‒¿Habla de sus vaqueros y ropa interior rota, húmeda y llena de sangre? El Señor Larsen las quemó. Puede escoger lo que quiera del armario de la derecha ‒señalando uno de algarrobo tallado, ancho como la mitad de una pared estándar y lo suficientemente alto como para ocultarse dentro‒ Le prepararé el baño.

‒No es necesario ‒de pronto, una voz conocida se oyó nuevamente en la habitación‒ Lo haré yo ‒era el dueño de casa.

Radiel solo asintió para detener su paso en dirección al mismo, mientras que el oficial seguía con la mirada puesta en el Señor Larsen, al igual que la suya en la de él.

No fue hasta que su ayudante se retiró de la habitación que Hughes apartó la mirada, corriendo la cubre para poder bajar de la cama, haciéndolo con algo de lentitud.

‒¿Qué? ¿No te negarás?

‒¿No prepararás el baño?

La impaciencia y advertencia velada en el tono ajeno, hicieron que Larsen sonriera y lo siguiera al cuarto de baño, manteniendo cierta distancia entre ambos, no lo suficientemente cerca para molestarlo, ni lo suficientemente lejos como para no llegar a ayudarlo si lo necesitara.

Cuando la bañera estuvo llena y preparada, y el invitado se dispuso a desvestirse, el mayor emprendió su camino a la salida, deteniéndose justo en la puerta.

‒¿No necesitarás ayuda? ‒preguntó sin ninguna intención en su voz, lo que hizo que el contrario se volviera a verlo, con la respuesta en su expresión‒ No te da pena, ¿verdad? ¿Quién crees que te limpió cuando estabas inconsciente?

‒Hay cosas en las que prefiero no pensar. Ahora sal.

‒Bien, estaré afuera si te arrepientes.

Realmente no esperaba recibir ninguna otra respuesta pero, tratándose de aquel, aun así era necesario preguntarlo.

‒¿Lo hiciste, verdad? ‒dijo Hughes, prediciendo lo que vendría a continuación

Un vago gesto de disgusto se dibujó en el rostro del señor Larsen, uno que el oficial no vio pero aun así pudo sentirlo, sin necesidad de levantar su cabeza, la cual tenía cabizbaja hasta entonces.

‒Hice lo que tenía que hacer, oficial Hughes ‒respondió volviendo la cabeza de lado, haciendo notar su postura al nombrarlo, para redirigirse a la salida.

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