Es curioso… Por un momento, creí sentirlo cerca, pensó, observando cómo se desvanecía el vapor que desprendía la taza de té entre sus manos.
Acabó su té y acomodó las almohadas en la cama, de manera tal que le permitiera estar semi sentado. Ya no volvería a dormir, eso era seguro.
Su mirada vagó por la habitación y se detuvo en algún punto del techo, donde parecía haber una pequeña cámara camuflada con el diseño de las paredes. Sonrió para sí y apartó la mirada para dirigirla hacía la ventana. “Clásico de él” pensó para sí algo molesto, aunque incapaz de darle mucha importancia.
Se había acostumbrado a ser vigilado, incluso controlado y manipulado. Quizás por eso podía lidiar con ello, aunque ciertamente tocara su orgullo, nunca fue una persona que resolviera las cosas con agresividad, a menos que realmente lo ameritara. Era más del tipo amable, incluso si le abofetearan la mejilla, podría dar la otra de ser necesario.
Probablemente eso lo había heredado de su madre, como solía decir la abuela cuando aún estaba viva. Por el contrario, lo valiente y terco de su personalidad lo había adquirido de su padre.
La abuela solía decir que era la perfecta armonía entre ambos y por eso podía llevarse bien con cualquiera, debido a su innato sentido del equilibrio.
Sus pensamientos vagaron tanto como se permitió hasta dar con el alba del amanecer. Solo entonces, decidió levantarse para abrir la ventana y sentarse en el alféizar a observar el horizonte.
Hacía tiempo que no disfrutaba de una buena vista matutina.
‒Te resfriarás si te quedas ahí ‒comentó Larsen luego de ver al otro cuando entró, un par de horas más tarde, pero no obtuvo respuesta, por lo que avanzó hasta donde estaba el oficial y encontrándolo dormido, le dio un leve empujoncito, haciéndolo reaccionar antes de caer.
‒¿Qué haces? ‒reclamó Hughes sobándose el rostro con una expresión molesta por la abrupta forma de despertar, oyendo solo una risita en respuesta.
‒Parece que tienes problemas para dormir… ¿Quieres que te consiga algo más fuerte que un té? ‒sentándose en la cama viéndolo sin dar alguna señal de estar bromeando, fue luego de recibir una negativa del contrario que sonrió‒ Bueno, supongo que estarás cansado. Es una pena, planeaba llevarte a ver a tus cachorros… Será otro día ‒tan pronto se puso de pie, fue detenido por el cuerpo del oficial.
‒Me asearé, espera aquí ‒con una ajena amabilidad, lo volvió a sentar en su cama antes de dirigirse al cuarto de baño.
Como podría esperarse de alguien que siempre llega al borde de la tardanza, pero nunca tarde, Hughes volvió a salir sin mucha demora, calzándose de igual manera, y un momento más tarde, ya estaban en el auto de camino a la ciudad.
A pesar de que estaba acostumbrado a la rutina de su trabajo, haber estado tanto tiempo entre las mismas paredes, lo hicieron apreciar el cambio de paisaje, aunque fueran en el auto, por lo que pasó el resto del camino viendo por la ventana.
Solo al llegar a lo que parecía una guardería para mascotas, Radiel aparcó el auto.
‒Es aquí ‒anunció Larsen, en lo que bajaba la vista para señalar fugazmente la entrada del edificio y, seguidamente, bajar del auto.
El oficial contempló el mismo por segundos, sorprendiéndose de lo innecesariamente grande que era el lugar, pero se apresuró a bajar al ver que su compañero tapaba ahora su vista para abrirle la puerta.
‒Gracias, pero enserio… ¿Un penthouse? ‒no pudo contenerse una vez de pie junto a él.
El mayor bufó en una risa corta, cerrando la puerta para así permitirle a Radiel salir de allí.
‒Solo espero que no les hayas hecho poner moñitos ni nada raro ‒agregó viéndolo de reojo.
‒No lo pensé ‒amagó con considerarlo, mientras se adelantaba con las manos en los bolsillos, consiguiendo que el oficial ponga los ojos en blanco y lo siga sonriendo.
De hecho, los había extrañado. Los “tres extraños” se habían transformado en prácticamente su compañía y familia, desde que se había mudado a un apartamento, solo, luego de la ceremonia de condecoración de oficiales y la desaparición de Larsen. Agregándole el hecho de que su abuelo vivía en el campo, por lo que solo lo veía con suerte una vez al año, cuando decidía tomarse vacaciones.
Con algunas palabras de Larsen en el recibidor, uno de los cuidadores los guió hacia el corral donde tenía a sus tres compañeros que, a penas al ser liberados, se fueron encima de él entusiasmados.
‒Parece que los han cuidado bien ‒Hughes se inclinó a su altura para sacudir el pelaje de cada uno con cariño, sin importarle que lo llenaran de saliva en el proceso‒ Incluso han traído sus juguetes… ‒comentó reincorporándose luego de que uno de ellos le trajera la pelota para jugar.
‒No me mires a mí, fue cosa de Radiel ‒detrás de él, su ayudante le dedicó una mirada desentendida, que el oficial sí pudo ver.
‒Gracias… ‒la simple y solitaria palabra pareció sacar por completo de juego a Larsen, que se volvió a verlo con una expresión complicada, cosa que hizo sonreír divertido al oficial al regresar a juguetear con sus perros‒ Te lo pagaré.
‒Déjalo, qué clase de padrino sería.
‒¿Padrino? ¿Quién te nombró tal cosa?
‒No necesito que nadie lo haga.
‒Oye.
‒Los llevaremos a pasear, puedes esperarnos en la cafetería ‒ignorándolo, el mayor ya se había vuelto a hablar con Radiel y luego con el encargado para poder sacarlos, siendo este último el que se hizo cargo de buscar y colocarles las correas por ellos.
“Definitivamente un lugar costoso”
‒Llevaré a estos dos ‒las palabras de Larsen lo sacaron de sus pensamientos y regresando a ver lo ansioso que estaban los cachorros, sonrió como quién sabe algo que el resto ignora y asintió, tomando la correa del cachorro restante para liderar el camino.
No se habían alejado mucho de la veterinaria antes de que quedara en evidencia el porqué de la velada gracia del oficial, cuando entre los dos canes por poco arrastraron al mayor sin piedad.
‒¿Necesitas ayuda?
Antes de que pudiera responder, Larsen fue tironeado para adelantarse en especial por uno de ellos, que parecía especialmente interesado en algo que se encontraba más adelante, pero antes de que cruzaran la calle, una mano lo detuvo, tomando la correa por delante de la suya.
‒No les harás daño con los arneses, no temas detenerlos si hace falta.
‒¿Quién dice que no lo hago? Deberías enseñarles mejor.
‒Son perros, no niños ‒mofándose, Hughes le señaló la correa con un movimiento de cabeza, la cual ambos sostenían aún, por lo que el otro se la entregó completamente‒ No son tan duros conmigo ‒increíblemente, los cachorros se volvieron a su paso para aguardar junto a él, ya que el semáforo se había puesto en rojo, dejando de lado a un indignado Larsen.
‒Así que… Padrino ¿eh? ‒el oficial observaba hacia delante, sonriendo enternecido ante la imagen del mayor siendo arrastrado por el cachorro.
Este último no pudo hacer más que volver a esquivar la conversación y dirigir la mirada al semáforo, sintiendo la expresión del menor, cálida y serena. Ese era el Hughes que podía con toda su oscuridad, aquel que volvía a recordarle el porqué no debería estar con él, y aun así había decidido lo contrario.
El paseo iba calmo y su charla casual de siempre iniciada por el oficial, como era de esperarse, no tardó en aparecer. Solo se detuvieron al llegar a un parque lo suficientemente grande como para que Hughes pudiera liberar a sus cachorros y dejarlos correr un rato a su placer.
Ambos permanecieron sentados observándolos por un rato sin tener nada que decir, solo disfrutando el ambiente, hasta que el silencio volvió a ceder, esta vez debido a la interrogativa de Larsen.
‒¿Realmente los llamarás así por el resto de tu vida?
El oficial emitió una suave sonrisa, negando con la cabeza, para acomodarse en el asiento de plaza en el que se encontraban y apoyar un codo en el respaldo del mismo.
‒Así les digo cuando me refiero a los tres juntos.
El mayor volvió a ver al mismo, solo para llevarse una sorpresa ante los nombres que le había dado: “Anan, Ewan y Anua”.
‒Ewan ‒señalando al cachorro color caoba que llevaba el apodo del oficial, cuya cola yacía cortada pero sus orejas intactas‒ Porque es igual de vivaz y cabeza dura que yo ‒hizo una pausa para ver al mayor, quien bufó en una risa corta y asintió‒ Anua ‒apuntando al cachorro con su apodo, albino de orejas cortadas pero cola intacta‒ Porque se parece a ti, es el más serio y solitario de los tres.
Larsen se detuvo a verlo y, en efecto, parecía el más calmado.
‒Y Anan… ‒observando al cachorro de orejas cortadas sin cola, clásico y llamativo Doberman negro‒ Porque es el claro ejemplo de lo que sería una combinación nuestra.
El mayor permaneció en silencio, sin saber si lo que había oído había sido fruto de su imaginación, o su compañero realmente había perdido la cabeza.
‒Todo un desmadre ‒agregó el oficial, consiguiendo que el ambiente hasta entonces generado se derrumbara y solo pudieran oírse risas cómplices, ahora, por parte de ambos.
En el camino de regreso, Larsen tuvo una segunda oportunidad de llevar a ambos cachorros, pero esta vez Hughes caminaba a su lado ayudándole con ellos, dando una imagen para nada cercana a los ‘enemigos’ que se suponían que eran.
‒Pronto volveremos a casa, pórtense bien… ‒acariciando a los cachorros luego de haberles retirado las correas, se despidió de estos con algo de pesar al oírlos llorar detrás de él.
‒Fue como ver a una madre con sus hijos ‒comentó el mayor al salir de aquel sitio, fingiendo ignorancia al sentir la mirada que le dirigió el contrario, por lo que carraspeó y cambió de tema‒ Aun no has desayunado, ¿verdad? ¿Hay algo que quieras?
Al oír la interrogante, el paso del oficial se detuvo en dirección al automóvil y se regresó, provocando que el mayor lo imitara con curiosidad.
‒De acuerdo, ¿qué sucede con esta repentina amabilidad? ¿Qué planeas?
‒¿Insinúas que nunca he sido amable contigo? ‒sorprendentemente, Larsen no le había agregado su usual tono sarcástico, mostrándose inclusive algo confundido.
‒Sabes a lo que me refiero ‒no sería la primera vez que Hughes veía una expresión falsamente sincera, por lo que siguió su instinto y presionó, como en su oficio es usual‒ Es extraño que consideraras traerme aquí y exponerte conmigo, que lo extiendas lo es aun más ‒al pensar en ello, una sola cosa se le vino a la mente que podría tener alguna relación, la bendita cámara en su habitación y que suponía, habría más en el resto de la casa.
‒¿Tiene alguna relación con la puerta?
‒¿La puerta? ‒Larsen repitió arqueando su ceja como si no terminara de creer lo que oía‒ Vaya… Ser policía por tanto tiempo te ha convertido en un verdadero paranoico ‒esbozando una sonrisa que Hughes sabía era nada sincera, negó y se volvió al automóvil, viendo justo a tiempo a Radiel junto a la puerta del conductor, observándolos desde quién sabe qué momento‒ Vamos a casa ‒ordenó entrando primero al auto.
Aquel repentino cambio de aires lo había dejado tan fuera de sí, que todas las ganas del mayor por hacerle pasar un buen rato, desaparecieron. Sí, aunque Hughes fuera terco, el mayor le ganaba en términos de orgullo, por lo que todo el trayecto de vuelta a la mansión fue en silencio y aquel sombrío ambiente volvió a aparecer.
El espejo retrovisor bastó para que Radiel se diera cuenta, que una vez más, debía apresurarse para darles su espacio.
Tan pronto el automóvil se detuvo, el oficial ya estaba fuera, rodeando la mansión para, lo que parecía, tomar asiento bajo la terraza.
El mayor ni siquiera le dirigió mirada, y demoró unos segundos para bajar del vehículo, solo luego de que Radiel le preguntara si necesitaba algo.
‒Prepara su desayuno y controla que acabe todo. Estaré en la biblioteca ‒dijo para alejarse sin prisa a la entrada de la mansión, observando su jardín.
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Feinwerkbau
ActionSinopsis: Aghat Hughes es un gran hombre, demasiado recto como para ser un oficial si le preguntaran al criminal Étaín Larsen, es por eso que sus caminos se separaron hace años y por eso que volverán a unirse. Donde un incidente entre un par de cade...