Extra

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~ El lugar que debían recordar ~


Sábado, departamento del Oficial Hughes, casi cinco de la tarde.

Larsen había entrado, poco después del dueño de casa, no sin antes echarle un fugaz vistazo a la entrada del departamento, qué si bien se hallaba en una parte céntrica de aquella ciudad, conservaba el aspecto sobrio-cálido de un vintage agradable.

‒Tuve que realizar varias remodelaciones como veras, pero quedo mejor de lo que esperaba ‒habló Hughes mientras se perdía por un pasillo que parecía dar a más habitaciones. El mayor asintió observando a su alrededor.

No había nada fuera de lugar, como era de esperarse, todo estaba perfectamente limpio y ordenado.

Era un lugar ideal para alguien solo. Tenía un espacio que servía de living-cocina-comedor con una ventana grande que daba a una pequeña terraza, con vista hacía el resto de la ciudad; un baño junto al cual se encontraba un cuarto que funcionaba, por una parte de lavadero y por otra de almacén de mercadería en general, ambos ubicados al final del pasillo; y justo antes de ellos, dos habitaciones más, enfrentadas, de las cuales una era el cuarto de Hughes y otra que a juzgar por lo que llevaba dentro (mini biblioteca, escritorio, computador, etc), era su lugar de trabajo.

No pasó mucho tiempo hasta que su compañero apareció de este último, terminando de acomodarse la chaqueta que había tomado de paso, de su silla giratoria, con unas llaves en mano.

‒El viaje es largo, pero créeme, lo vale ‒dijo volviéndose a la puerta de salida, cuando se gira y mira al mayor.‒ ¿Necesitas usar el baño?

Larsen dudó por instantes observando el reloj en su muñeca, para echarle un vistazo al pasillo y luego al dueño de casa.‒ No me tardo.

El oficial asintió cambiando su dirección ahora hacía la cocina, para tomar un poco de agua en lo que lo esperaba.

Poco más de una hora después de un casual viaje en tren, ambos viejos amigos yacían caminando por un sendero de tierra observando el sol ponerse en el horizonte, mientras charlaban trivialidades.

‒Espero no se te ocurra nada indecente, Aghat ‒los pasos de Larsen amenazaron con detenerse poco antes de llegar a la curva final que daba al lugar que Hughes pretendía dar a conocer.

La indignación en el rostro del menor fue evidente, más no se quedó atrás y decidió seguirle el juego.

‒Hemos hecho tantas cosas que no creo debas sorprenderte a estas alturas, cariño ‒lanzó en lo que se adelantaba, mientras lo veía de lado fijamente.

El mayor entrecerró los ojos para hallar frente, nada más que a un pícaro joven Hughes burlándose en silencio de él, como acostumbraba. Finalmente, siguieron camino hasta dar con un en apariencia, establo, que había sido amueblado como una casa.

Hughes lo guio hasta aquel para abrir el candado que cerraba sus inmensas puertas de madera y dejar ver el interior del mismo, luego de tantear el interruptor de luz para encenderla.

En efecto, un establo remodelado. Largo, quizás más de lo que se hubiera imaginado, y paredes despintadas pero, aun así, intactas. Con una escalera que daba a un segundo piso donde parecía haber una cama, más un escritorio con silla y lámpara incluida, junto a un cofre que dedujo era para guardar ropa u otros artilugios.

‒He aquí la famosa Feinwerkbau ‒se oyó, luego de un rato de observación, la vivaz voz de un contento oficial Hughes.

Larsen volvió su rostro al arma que su compañero sostenía, ahora en manos, orgulloso.

‒Así que la conseguiste... ‒adelantándose para prestar atención al arma de tipo olímpica que tenía en frente.

‒¿Acaso creías que cuando mencioné aquella visión, bromeaba? Me dueles Anua, me dueles ‒pasándosela por completo para desviar su dirección a una cortina que tenía al costado de un cubículo, la cual resultó cubrir una heladera.

‒El blanco está guardado en la pared del fondo, descuélgalo en lo que preparo algo rápido ‒sugirió en lo que se alejaba de él, dejándolo con el arma.

Solo entonces Larsen descubrió cuán amplio era el lugar.

‒Si entraran a robarte, huir les costaría una eternidad ‒dijo luego de dar unos cuantos pasos sintiendo el peso del aire comprimido, que cargaba por puro placer.

El oficial rió para sí, sin poder desmentirlo.

N/A: Los "blancos" son del tamaño de una moneda -1 yuan-, y tienen 5 círculos, contando de afuera hacia dentro, más otros 4 que son más externos -1,2,3,4-. En este caso, Hughes tiene solo un blanco, a 10 mts, desde donde están ellos.

Cada vez que dispara uno, el otro o el mismo, se vuelve a ver el puntaje, pero no lo pongo porque quedaría muy -viene va, viene va.

Pronto se encontraban con todo preparado. Una mesa ratonera que sirvió de apoyo para la pizza que Aghat había preparado esa mañana y solo debió recalentar, con un pack frío de cervezas listo para abrir y las municiones de práctica en una cajita, más unas banquetas de mimbre trenzado que sirvieron de asiento.

‒Había olvidado cómo se siente disparar un arma olímpica ‒el mayor intentando, sin éxito, lograr su estabilidad normal.

‒Si te cuesta, imagínate ellos con todo y sus trajes de diez kilos.

‒Puedo imaginarlo ‒Larsen niega con la cabeza y vuelve a intentar, esta vez con Hughes de pie junto a él.

Carga, centra la mira y dispara. Logrando dar en el primer círculo (5).

N/A: El número entre paréntesis es el puntaje de cada tiro.

Aghat toma el arma, luego de coger una munición y se pone en posición.

‒Retomaré la revancha que quedó pendiente desde aquella última vez ‒dijo en lo que cargaba el arma. Larsen le dedicó un leve vistazo confidente, para coger la cerveza que había abierto y darle un trago.

‒Adelante ‒soltó el mayor en lo que bajaba la lata, viendo como una imagen conocida se presentaba ante él.

El perfil atractivo, serio y centrado de su compañero, aquel oficial recto y justo que conoció cuando lo transfirieron a aquella Academia de policías...

‒Siete ‒la voz de Aghat lo trajo de vuelta.

‒¿Siete? ‒chasqueo de labios‒ No cantes tan rápido victoria ‒dijo el mayor luego de arremangarse la camisa que llevaba para volver a coger el arma.

‒No lo hice ‒pasándole, a su vez, una nueva munición.

Larsen cambió la dirección de su atención enfocándose en el centro del blanco.

‒Étain... Gracias ‒el repentino agradecimiento hizo que la carga fuera a parar en el segundo círculo externo (2). Larsen bajó el arma en lo que se volvía con una expresión complicada en el rostro.

Hubo un silencio, otro de sus tantos entrecruzamientos de miradas, una pausa a lo que hacían y un encuentro mutuo.

Hughes levantó su lata en señal de querer hacer un brindis, mas Larsen regresó para coger su lata y realizarlo.

‒Por nuestro regalo, nos lo merecíamos desde hace tiempo, ¿no crees? ‒sentado recibiendo el arma que el mayor le tendía ahora.

‒Sí, sí que lo creo ‒asintiendo en lo que tomaba asiento igualmente junto a su compañero.


FeinwerkbauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora