II

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Detrás de aquella cortina había todo un vidriado, casi del mismo tamaño que la misma. Uno que contenía en su interior al verdadero oficial Hughes; encadenado de manos y pies, semidesnudo, escuálido, herido y agonizante, como si hubiese sido privado de toda necesidad básica por mucho tiempo. Casi irreconocible.

El mayor volvió su mirada furiosa a la de ella, dispuesto a escupirle en el rostro, cuando esta lo apuntó con su índice y habló en su lugar.

‒No te atrevas a echarme la culpa. Hasta ahora no hemos podido sacarle ni una pizca de información acerca de la mafia que eres, como evidencia para el jefe ‒la señora Hills, volvió a lanzarle una mirada al vidriado‒ Básicamente está haciéndose a su voluntad. Sus palabras fueron claras, "Tendrán que pasar sobre mi cadáver primero" pero, creí que no sería tan efectivo como si lo vieras por ti mismo antes y decidieras evitar una tragedia. Sabes que a pesar de todo, soy una persona compasiva.

El rostro del mayor se tensó, la ira acumulada comenzaba a volverlo loco.

‒Tráelo aquí y quizás considere decirte algo ‒dijo finalmente, luego de evaluar la situación rápidamente.

La señora Hills lo observó por momentos dubitativa hasta que, de un salto, salió de encima suyo y exclamó‒ ¡Eso es! Estás progresando ‒mas luego se dirigió a la pelirroja y le ordenó‒ Tráelo.

‒Sí, señora ‒la muchacha, acatándo de inmediato, salió de la habitación.

Cuando lo trajo y lanzó frente a él, se quedó completamente inmóvil, aguantando incluso la respiración por un momento para poder oír algo de aquel cuerpo que le confirmara que la vida no lo había abandonado, y fue solo al ver el leve movimiento de su pecho que volvió a inhalar.

‒Ewan... ‒lo llamó el mayor inconscientemente, aunque bien sabía que, en ese estado, no debía esperar respuesta.

La impotencia era algo a lo que estaba acostumbrado, toda su vida había intentado luchar contra ello, apostando todo a su venganza, pero él no estaba en sus cálculos.

‒Vaya, no debería verme así Sr. Larsen, esa es una mirada peligrosa ‒la mujer con una expresión de falsa preocupación al notar cómo la vio el mayor, aunque la sonrisa que esbozó luego dejó en evidencia cuánto le divertía todo.

El mencionado, corrigió su expresión devolviéndole una sonrisa suave, como si no estuviera repasando todo lo que tenía para aplastar a aquella mujer.

‒Eres mucho más divertida de lo que creí... ¿Por qué no me desatas? Ya estoy listo para hacer negocios. Sé que puedo ofrecerte algo... ‒fingió pensárselo antes de continuar‒ ¿Qué tal el título de jefe que tanto deseas?

La mujer pareció complacida de oír algo más de su interés y no demoró en volver a acercarse, rodeando la silla mientras lo estudiaba.

‒¿Por qué mejor no me cuentas cómo planeas dármelo de esa forma? Temo que me guardes rencor por tu... amigo ‒sugirió inclinándose a la altura de su oído desde su espalda.

Un estruendo, proveniente de fuera de la habitación en la que se encontraban, hizo que la escena se sacudiera. La Sra. Hills, ladeo fugazmente la cabeza en dirección a la pelirroja, consiguiendo que esta asintiera y saliera del cuarto sigilosamente.

‒Qué lástima... Estaba dispuesta a escuchar tu intento de soborno inventado.

El frío de la punta de un revólver había aparecido en la nuca del Sr. Larsen.

‒Pero, sabes cuánto detesto las visitas inesperadas cuando estoy trabajando.

Este ni se inmutó, en cambio, giró su cabeza sin tratar de ocultar la sonrisa macabra que se asomaba ahora por su rostro, al ver a Radiel dirigirse hacia ellos sujetando la cabeza desmembrada de la pelirroja, por la trenza que aún yacía intacta.

‒¡Maldición! ‒saliendo de detrás de Larsen, la Sra. Hills se dirigió rápidamente junto al oficial Hughes para cogerlo del cabello y posicionar el arma en su sien derecha‒ Da un paso más y tu amigo ya no esperará más.

El Sr. Larsen, dirigió una sombría mirada en dirección a la escena, mas no perdió oportunidad en enviarle la señal a Radiel, "Los quiero vivos".

‒Adelante, de cualquier manera serás castigada ‒soltó con una tranquilidad que asustaba.

El hombre dio un paso lanzando la cabeza de la muchacha lejos, lo suficientemente fuerte y veloz como para estrellarla contra una de las paredes de la habitación.

‒¡No estoy jugando, Larsen! ¡ALÉJALO O DISPARO! ‒amenazó exaltada, jalando aun más los cabellos del moribundo oficial, consiguiendo extraerle un leve gemido.

La mirada del Sr. Larsen se ensombreció lo suficiente como para que Hills temblara. Retrocedió un par de pasos arrastrando consigo al oficial Hughes, sin saber que ese era precisamente el motivo que estaba despertando el bien oculto lado psicópata del Sr. Larsen.

‒¡Todo esto es tu culpa y lo sabes! ¡Si te hubieses entregado pacíficamente como él solía aconsejarte, nada de esto hubiera ocurrido! ‒lanzó la mujer, eufórica por el miedo y la rabia que sentía en esos momentos.

Un parpadeo y Radiel tenía en mano el arma que Hills sostenía hace tan solo segundos atrás contra la cabeza del oficial, ahora apuntando la parte lumbar de la misma.

‒¿Qué dices? ‒Larsen rió entre dientes negando con su cabeza‒ Si él nunca me ha reclamado por nada, ¿qué derecho tienes tú de hacerlo?

No hizo falta que dijera nada más, tan solo con alzar su mirada a Radiel el disparo retumbó en la habitación, y el cuerpo de la mujer cayó, así como también el del oficial, cosa que no le hizo mucha gracia.

Cuando al fin fue liberado de las ataduras, no vio necesario volver a tomar el arma de las manos de su ayudante y en cambio se acercó lentamente a la mujer, disfrutando de verla arrastrarse y gimotear, mientras el charco se hacía más y más grande debajo de ella.

‒Mírate, ¿dónde quedó toda esa elocuencia de la que tanto te enorgulleces? ‒preguntó pisoteando la herida de bala, aunque antes de que pudiera volver a abrir la boca y responder a la maldición que le echó la mujer, esta se desvaneció completamente.

‒Tsk...Y yo soy el aburrido...

Volviendo al oficial, como si acabara de recordar que era su prioridad allí, se inclinó a su lado recorriéndolo con la mirada antes de hacer el intento de levantarlo sin provocarle más daño, aunque bien sabía que no era su fuerte el cuidar, y quedó en evidencia al oírse una suave protesta de su inconsciente amigo.

‒Conmigo no haces más que quejarte como siempre, pero luego soportas todo esto como un tonto ‒el infantil reclamo salió como un murmullo de sus labios, rozando el balbuceo, siendo de esas cosas que probablemente no diría de otra forma o con otra persona.

08:12 a.m, Mansión Larsen.

La lluvia del día anterior se había detenido, aunque el ambiente permanecía fresco y nublado.

Radiel se hallaba sentado en una silla junto a la cama de una de las tantas habitaciones de la mansión, que albergaba al moribundo oficial Hughes, velando por su estado, qué, si bien había mejorado un poco, aún necesitaba mucho más para recomponerse y como era de esperarse, Aghat no tardaría en querer levantarse y volver a su trabajo.

En lo que observaba al demacrado oficial dormir, los gritos eufóricos de unos niños de afuera lo distraen y consigue que solo entonces, aparte su atención de él y se dirija hacia la ventana de la habitación para ver qué estaba sucediendo.

En efecto, unos niños venían escapando por la vereda de una señora furiosa, a la cuál al parecer, le habían roto unos floreros jugando con su pelota. El moreno observó la escena curioso, como un pequeño cuando descubre algo nuevo, desde detrás de la cortina blanca traslúcida que adornaba la ventana.

En esa milésima de segundos, el oficial Hughes despertó, observó todo a su alrededor y, procurando no hacer ruido alguno al notarlo frente a aquella ventana, se sentó en la cama dispuesto a marcharse.

‒Así que el oficial se despertó ‒se oyó de pronto.

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