XV El final (segunda parte)

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Segundos de silencio. Doe trastabilló soltando por reflejo el arma, con el brazo que estuvo sosteniéndola hasta entonces desangrándose. Y en cuestión de segundos, Larsen yacía en el suelo, sosteniendo aquella misma apuntando a su dueño.
‒¿Por qué siento que se está tornando costumbre hacer un monólogo dramático cada vez que estamos frente a algo importante? ‒la voz del oficial Hughes se oyó serena a pesar de arder en cólera en esos momentos.
‒Le quitas lo divertido a la fiesta.
El comandante se volvió al oficial estupefacto, confundido, pero al recibir el guiño de Hughes, el alivio en su rostro fue evidente y pronto, yacía detrás de él procurando detener el sangrado.
‒Entrega la mercancía ahora y quizás algún abogado pueda defenderte luego en la corte. No es necesario que mueras hoy.
La mirada del comandante pareció ensombrecer de repente, dejando ver cuán en contra se hallaba por aquello que había escuchado.
‒Así que después de todo… ¿Te quedarás de su lado? ‒respondió Larsen a duras penas logrando ponerse de pie para quedar enfrentado decentemente ante su compañero.
‒Después de todo lo que dije y la verdad, que sé también la estuviste buscando por años, ahora enfrente tuyo… ¿Te quedarás de su lado?
‒Sé perfectamente que puedes inventarte todo lo que acabas de decir, Étain ‒soltó el oficial sin bajar el arma que tenía apuntando a su amigo. Mientras Doe sacaba un cuchillo de la parte trasera de su cinturón sin ser visto.
‒Te arrepentirás de esto Aghat ‒Larsen trató de hallar en la mirada de su compañero alguna señal, que no encontró.
‒Solo entrega la mercaNGH..! ‒la sensación quemante y punzante no le permitió continuar, solo causó que perdiera parte de su equilibrio. Sintiendo como el mayor, quién permanecía detrás suyo utilizándolo como escudo, enterraba hasta el fondo el cuchillo de mano que poseía en su franco derecho.
‒Estoy de acuerdo ‒agregó el comandante en un susurro, sosteniendo al oficial contra su cuerpo para que no cayera.
‒Eres igual de crédulo que tu padre, aunque disfruté más deshaciéndome de él que de ti… Qué desperdicio…Creo que en eso ambos se parecían… ‒Hughes podía oír la sonrisa del mayor en su oído sin siquiera tener la necesidad de verlo, mientras trataba de estabilizarse inútilmente.
A pesar de la sorpresa en el giro de los eventos, la fuerza de haber estado esperando por ello tanto, pudo más con él y sin perder tiempo, Larsen empujó el arma del oficial Hughes lejos y apuntó sin piedad delante.
‒Quién diría que el karma puede ser tan eficiente ‒comentó con gracia ampliando solo un poco más su sonrisa cuando el oficial apuñalado le dirigió una mirada algo agónica.
‒Baja el arma ‒ordenó el comandante Doe desde detrás de su escudo humano‒ No pierdas el tiempo actuando, no le dispararías a él, asi que hazte a un lado niño.
‒Creo que te has equivocado…
No pasó mucho al terminar de pronunciar la última palabra que un disparo silbó en el oído de ambos hombres unidos por el filo de un cuchillo, haciendo que se inclinaran por puro reflejo en la dirección opuesta.
Si llegamos a ese punto y no queda más, memoriza esto, oído izquierdo…
Los brazos de Hughes rodearon el cuerpo de su comandante detrás de él, provocando que su herida golpeara contra el mango del arma blanca, pero aun así se aferró con toda la fuerza que le quedaba, empujándolo hacia un lado antes de que el segundo disparo se oyera.
… y pie izquierdo…
Fuera de la atención de cualquiera, la mano izquierda de Étaín hizo algo que pocas veces en su vida había hecho, dudar. Fue entonces cuando la mirada de su viejo amigo lo halló, disipando todas sus dudas justo antes de que el tercer disparo impactara y aquellos dos cayeran por el borde del edificio.
Esos disparos te darán tiempo a salir de apuros y si no los aprovechas…
‒¡Aghat!
…El tercero será definitivo. No dejaré que escape esta vez, ¿lo sabes verdad? A cualquier costo ‒la mirada de Larsen se veía tan definitiva como sonaba su voz, pero el otro allí pudo ver sin dificultad justo detrás de ella y calmó su inquietud.
‒Esta bien, no te preocupes. Si llegamos a ese punto, no te culparé, te doy mi palabra.


‒¡Te tengo! ¡No te sueltes! ‒el brazo de Larsen sangraba con más fuerza ante la presión del peso, amenazando con bajar hasta el frágil agarre con el que sostenía a su amigo.
‒Como si fuera a hacerlo por gusto…
Bajo él, a lo lejos, el cuerpo estrellado del comandante pareció incentivarlo, consiguiendo que sacara fuerzas de donde creía ya no había, para hacer palanca y levantar a Hughes, cayendo con él sobre suelo firme al lograrlo.


Solo sus respiraciones pesadas y el característico olor metálico a sangre, podía apreciarse en aquella, ridículamente bella, noche de luna llena.
‒Oye… ‒la voz de Larsen se oyó casi imperceptible contra su oreja derecha.
Hughes solo emitió un sonido adormilado, con la mirada perdida en el cielo que yacía completamente estrellado, sintiendo el palpitar de su herida ir disminuyendo progresivamente.
‒Deberíamos besarnos para romper la tensión.
La risa del oficial se oyó en toda la azotea tan solo unos segundos.
‒Desgraciado… ¿Acaso quieres acelerar mi llegada al más allá?
Ahora era la risa del mayor la que se oyó tentada, aunque fugaz.
Segundos de silencio, que sirvieron para volver a aquietar el ambiente y dejarlos con su sola compañía más una parte de la vía láctea, el lejano bullicio típico de la ciudad y una conocida brisa envolvente.  
‒Actum est hoc tibi dare possum… ‒el toque suave y levemente mojado que Larsen sintió al sus labios entrar en contacto con el par de dedos que su compañero había besado, más aquel comentario, lo hizo sentirse agradecido.
‒Satis est‒respondió copiando el gesto, mientras aferraba la mano que este le había tendido cerca de su pecho y al sentir como Aghat mantenia su mano contra el rostro, cedió y se inclinó para unir sus labios con los ajenos.


Sus latidos comenzaban a desvanecerse y con ellos la poca energía que les quedaba a ambos…
Fueron las sirenas de los coches policías que rodearon el lugar, las que los trajeron por la fuerza a momento y lugar.
La mirada de Larsen se regresó primero, protestando internamente por el que llegaran tan pronto, pero al volverse a la herida de su compañero, corrigió su pensamiento, haciendo un esfuerzo por levantarse.
‒Vamos, será mejor que te vean eso ‒levantando como pudo a Hughes, lo rodeó con su brazo para que apoyara su peso en él.
‒¿Qué pasa? ¿No crees que me vería bien en una silla de ruedas? ‒el comentario pareció desencajar un poco a Larsen, quién lo vio con algo de horror en sus ojos ante la mera idea de lo que eso implicaba, y por un breve momento, los roles entre ambos parecieron invertirse cuando Hughes soltó una pequeña risa, algo controlada por el dolor que le causaba hacerlo.
Entre ambos hombres avanzaron lento y un poco a tropezones por las escaleras, pero cuando oyeron las voces de los oficiales uno de ellos hizo que se detuvieran.
‒Espera… Si te ven te arrestarán. Déjame aquí y los distraeré un poco para que salgas ‒la mera sugerencia pareció causarle algo de ternura a su oyente, que no ocultó su sonrisa.
‒¿Por qué crees que están aquí? He enviado todo lo que tenía a los mandos superiores y lo he hecho público, no hay manera de que salga de esto… Y no planeaba hacerlo ‒cuando Larsen intentó avanzar al terminar de dar explicaciones, Hughes aun continuaba estancado en su sitio viéndolo como si no le alcanzara eso para aceptarlo.
Al encontrarse la mirada de ambos, la sostuvieron manteniendo una conversación que solo ellos podían entender, hasta que la mano libre de Larsen se apoyó en el pecho ajeno con mucha más intimidad que la del mero acto.
‒Prometí que no iría a ver a mis padres hasta que terminara con todo esto… no les he llevado flores en todos estos años. Necesito hacerlo.
‒Pídeles perdón a ellos, no tienes que hacerlo así… La cárcel es su territorio, te quitarán del camino ‒el comentario le dio algo de gracia a su amigo.
‒Aunque me congracie que lo admitas, no tienes que preocuparte… Lo tengo arreglado, confía en mí.
Sin dar lugar a respuestas, Larsen expuso donde se encontraban alzando su voz, y sin perder el tiempo llegaron los oficiales, que apenas reconocieron la placa de Hugues, lo apartaron para que lo llevaran a atender.
Detrás de él, lo último que pudo ver de Larsen, fue mientras era reducido para ser esposado, y casi como si pudiera presentirlo, se volvió a verlo, convenciéndolo de que no dijera nada.
Hughes se volvió molesto por alguna razón que aun no comprendía pero Larsen, se quedó viéndolo todo lo que pudo hasta perderlo de vista; solo él podía saber que no habría otra oportunidad.

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