Habían pasado treinta años desde la última vez que Seward
atravesara esas aguas, y entonces lo hizo a la luz de día. Remó
en la barca que había «adquirido» hasta el puerto de Villefranche-sur-Mer, después de viajar en coche de caballos hasta Antibes desde Marsella. Sólo sería robar si lo pillaban.
Tenía que llegar a París. Aunque tuviera suficiente dineropara el viaje, el tren no partiría de Marsella hasta las diez en
punto de la mañana, para llegar a París a las once de la noche.
Era imprescindible que estuviera en el Théâtre de l'Odéon lanoche siguiente a las ocho.
Usando un nudo corredizo para asegurar la barca, dio unos
traspiés por el muelle de madera hasta que recuperó la estabilidad en las piernas. La visión del viejo lazareto animó a Seward.
Cuando era un joven médico idealista se había implicado enuna investigación financiada por el Gobierno francés, y había
trabajado con científicos brillantes como Charles Darwin. El estudio trataba de relacionar el comportamiento de animales como chimpancés, ratas y ratones con el de los humanos, con el
objetivo de fundamentar más sólidamente la teoría de la evolución de Darwin. Durante el tiempo pasado allí, Seward había
quedado fascinado con algunos de los sujetos a examen cuyas
acciones podían considerarse anómalas. ¿Por qué existían esas
anomalías? ¿Podía corregirse ese tipo de conducta anómala?
Seward sonrió recordando aquellos paseos junto al mar con
otros científicos del lazareto; en ellos habían debatido y desafiado las visiones arcaicas de la Iglesia sobre el creacionismo. Susestudios eran tan controvertidos que el Gobierno decidió poner
fin al trabajo y convertir el edificio en un laboratorio oceanográfico. Los científicos recibieron una compensación económicacon la condición de que se mantuvieran callados. Ése fue el dinero con el que Seward fundó su manicomio en Whitby.
Seward continuó subiendo la colina, desde la que se divisaba el puerto. Al observar la familiar ciudad costera que apenashabía cambiado desde su marcha, recordó el trabajo innovador
que había hecho en el caso de R. N. Renfield. Seward le habíadiagnosticado a Renfield la rara enfermedad mental de la zoofagia, caracterizada por la ingesta de animales vivos. El hecho
de que el señor Renfield hubiera pasado toda su juventud siendo «normal» antes de mostrar signos de enfermedad mental lo
convertía en un caso de estudio clínico perfecto.
-Renfield -murmuró Seward en voz alta.
Se había sentido muy esperanzado cuando Renfield llegó al
manicomio de Whitby. El paciente, que había sido un abogadoprometedor, de repente había involucionado convirtiéndose en
un loco de atar que devoraba insectos. Si Seward hubiera conseguido curar a Renfield, podría haber probado que la enfermedad