𝘍𝘰𝘶𝘳

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𝗥𝗼𝘀𝗮𝗱𝗼

𓂃 ࣪˖ ִֶָ𐀔

Unas pisadas en el suelo de madera se hicieron presentes en la silenciosa casa. Saturno, que estaba en su habitación, las escuchó a la perfección, no se asustó, dedujo que se trataba de su esposo que había llegado bastante tarde del trabajo. La puerta del cuarto fue tocada con delicadeza y justo después la voz de su marido se abrió paso entre el sosiego del hogar.
— Saturno, cariño, ¿estás despierto? — Su tono de voz era tan dulce que el de anillos no pudo evitar levantarse, abrirle la puerta y caer en sus brazos fundiéndose en un abrazo.
— Te estaba esperando... ¿Por qué llegaste tan tarde? — Preguntó mientras se hacía a un lado para que Júpiter pudiera pasar.
— Salí tarde del trabajo, pero tuve que ir a dejar a Marte a sus clases de lengua de señas y me pidió que lo esperara para poder llevarlo a su casa ya que su auto está en el mecánico. — Se sentó al borde de la cama para comenzar a desvestirse y ponerse una ropa más cómoda.
— ¿Todavía sigue en esas clases? — Se acercó al mayor para darle su pijama y volver a acostarse.
— Sí, ya va para dos años, según él, le sirven ya que entiende mejor a Ceres. — Tomó las prendas. — Gracias, amor. —
— Con gusto... Aún así, me hubieras avisado. — Le regañó de manera amorosa, no estaba enojado, simplemente preocupado.
— Lo siento... Últimamente he estado muy estresado con el trabajo y mi mente está en otra parte. — Los brazos de su esposo le rodearon la cintura, sonrió y le dio un beso en su mejilla.
— Hay algo que tengo que decirte. — El menor arrecostó su cara contra la espalda de Júpiter.
— Te escucho. — Volvió a mirar al de anillos.
— Mi negocio hace unos meses para acá viene con muy buenas ventas, entonces, con el dinero que tenía ahorrado reserve una habitación en un hotel para pasar este fin de semana en familia y a la vez celebrar nuestro aniversario... ¿Qué te parece? — Preguntó un poco nervioso ya que no sabía como se lo iba a tomar su esposo. — Así también podrás descansar del trabajo. — El de mayor tamaño pensó un poco antes de contestar.
— Me parece bien, querido. ¿Cuándo nos vamos? — Se acostó de lado mientras veía a su pareja que estaba emocionada.
— El viernes, queda un poco lejos entonces hay que irnos temprano. — Saturno imitó la acción de su marido para luego apagar la lámpara de la mesita de noche.
— Perfecto. — Con todo ya planificado se dieron un beso y emprendieron su viaje al mundo de los sueños.

𓂃 ࣪˖ ִֶָ𐀔

— ¿Ya están todos? — Saturno contó a sus hijos. — ¿Dónde está ÍO? — Preguntó al ver que faltaba uno de sus niños en el auto.
Una tosecita hizo que mirara hacia todos lados buscando a su retoño.
— Aquí. — El pequeño apareció mientras extendía su manita para que lo viera. — Olvidé mi suéter favorito. — Le mostró el abrigo y con un poco de ayuda de su papá logró entrar al vehículo.
— ¿Nadie olvida nada más? — Los infantes negaron con la cabeza.
— Ya está todo, cariño. — Dijo Júpiter cerrando la cajuela.
— ¿Tú no olvidas nada? — Entró en el carro y se puso el cinturón.
— No. — El mayor también hizo lo mismo. — ¿Todos tienen sus cinturones? — Miró por el espejo retrovisor a sus hijos y estos solo asistieron.
Con todo listo, salieron de su casa rumbo al hotel donde habían hecho su reserva.

El viaje estaba siendo bastante agradable y ameno, además de frío, ya que estaban en invierno, las praderas y montañas eran cubiertas por las capas de nieve que hacían que todo el paisaje tuviera un peculiar color blanco, simplemente hermoso.
— ¡Calisto! ¡Mira! — Dione señaló por la ventana un pequeño campo de rosas de color rosado, también cubiertas por la nieve. — ¿No es bonito? — Su hermana asintió.
Sus padres también miraron y quedaron encantados, sobre todo Saturno, nunca había visto algo así.
Júpiter miró de reojo a su marido y sonrió.
— Por tu mirada sé que quieres bajar y verlo de cerca. — El de anillos asintió en afirmación al comentario de su esposo. — Vamos entonces. — Dicho eso frenó el auto e hizo que todos salieran a ver esas maravillas que ofrecía la naturaleza.

Los pequeños miraban encantados el lugar mientras se adentraban un poco más en la pradera.
— ¡Son muy bonitas! — Dione quiso tocar una, pero fue detenida por su hermano mayor, Titán.
— Ten cuidado, tienen espi- — Una bola de nieve hizo que su cara cayera sobre la capa de nieve.
— Ups... Se me pasó la mano. — Dijo Ganímedes riendo mientras en sus manos tenía más de esas bolitas.
— ¡Ahora sí vas a ver! — Titán se levantó y con sus manos redondeo la nieve y se la lanzó golpeándolo en el pecho. Así fue como dio inicio a una guerra de bolas de nieve.

Mientras tanto los padres de los niños los miraban de lejos riendo de las travesuras de sus hijos.
Unos momentos después Júpiter arrancó con sumo cuidado una de las rosas que estaban ahí y con delicadeza le quitó las espinas para luego colocarsela a un lado del cabello de su esposo.
El de anillos con un leve sonrojo sonrió ante el mimo de su marido.
— Te ves aún más hermoso. — Ahora sí, el otro gigante gaseoso estaba más sonrojado que nunca dejándolo con la cabeza gacha de la vergüenza. — Este color te favorece demasiado. — Dijo refiriéndose al rosa de la flor.
Es curioso, pues el color de las rosas rosadas, aparte de transmitir un sentimiento de cariño, simpatía y nula maldad también representan la belleza. Cuando una pareja se regala rosas rosadas están halagando su belleza y otros rasgos destacables de la otra persona, además, entre más intenso sea su color, más intensos serán los sentimientos.
— Gracias, querido. — Agradeció el cumplido del más alto.
— No me agradezcas, es la verdad, eres hermoso. — Saturno sin pensarlo mucho le dio un tierno beso en los labios, amaba cuando su pareja se ponía así de meloso.
— Te amo. — Susurró sin más depósitandole otro beso, esta vez más cortito.
— Y yo a ti. —Respondió Júpiter con una sonrisa.

El momento del matrimonio fue interrumpido por Calisto que había llegado diciendo que Ganímedes había sido brutalmente atacado por una horda de bolas de nieve y el responsable de todo eso fue Titán que solo actuó en defensa propia.
Sus padres fueron a su rescate y le ayudaron a sacar toda la nieve que tenía dentro de su ropa no sin antes decirle a su otro hijo mayor que no lo volviera a hacer.

Luego de eso volvieron al auto para continuar con su viaje que fue entre charlas y risas por la situación en la que sus dos hijos más grandes se habían metido por andar de revoltosos.

𝗨𝗻 𝗿𝗮𝘁𝗼 𝗮𝗴𝗿𝗮𝗱𝗮𝗯𝗹𝗲 𝗲𝗻 𝗳𝗮𝗺𝗶𝗹𝗶𝗮.

𝘙𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘍𝘰𝘳 𝘚𝘢𝘵𝘶𝘳𝘯 ; 𝘑𝘶́𝘱𝘪𝘵𝘦𝘳 𝘟 𝘚𝘢𝘵𝘶𝘳𝘯𝘰 ༅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora