𝘌𝘹𝘵𝘳𝘢 2

560 48 15
                                    

𝗩𝗶𝘀𝗶𝘁𝗮𝗿

𓂃 ࣪˖ ִֶָ𐀔

— Vamos de nuevo, ÍO, siete multiplicado por cuatro, ¿cuánto es? — Dijo Júpiter de la forma más paciente posible a su hijo que estaba sentado en la mesa haciendo su tarea, ya estaba cansado de no poder resolver nada por lo que le pidió ayuda a su papá.
El resto de la familia ayudaba con el aseo de la casa o bien, algunos de los infantes jugaban entre sí como el caso de Dione y Encélado, a pesar de ser un bebé, ella se divertía con él a su manera.
— ¿Veintiseis? — Habló dudoso el niño escondiendo su rostro en la libreta.
— Estás cerca, vamos, tú puedes, piensa un poco. — Le animó un poco el gigante gaseoso.
— ¡Ya sé! ¡Veintiocho! — Apuntó la respuesta en su cuaderno.
— ¡Muy bien! ¿Ves? No es tan difícil. — El pequeño sonrió y siguieron con los demás ejercicios.

De pronto la puerta de la casa fue tocada levemente, Saturno iba abrir, pero su esposo se ofreció, el de anillos solo aceptó y siguió con sus labores.
— Buenas tardes, ¿qué se le ofrece? — No prestó mucha atención a la persona que estaba detrás de la puerta pero nada más escuchar una voz un poco chillona, se dio cuenta de quien era.
— ¡Júpiter, cariño! — Una mujer de cabello negro un poco corto, con miles de bolsas en sus manos y de apariencia simpática, tomó su rostro y le plantó un beso en su cachete. — ¡Mírate! ¿Has crecido? ¡Estás más alto y un poquito más gordito! Aún así estás hermoso. ¡Ay! Casi lo olvido. — La señora rió un poco y le extendió una bolsa que tría una caja y pesaba un poco. — Es un pastel, lo hice yo, espero les guste... ¿Puedo pasar? — El mayor un poco aturdido por todo lo que acababa de ocurrir le abrió paso a la dama.
— Pero que casa más hermosa, así no estaba la última vez que vine. — Comenzó a mirar todo su alrededor.
— Saturno y yo hicimos algunos cambios. — Dijo mientras se colocaba a su lado.
— Cielo, ¿quién e-? ¡Señora Juno, hola! — Se acercó hacia la pelinegra para darle un abrazo.
Sus hijos al escuchar la voz de la extraña se escondieron detrás de la pared y comenzaron a espiar.
— Saturno, bello, ¿cuántas veces te he dicho que me digas solo Juno? — La mujer se separó del abrazo y le sonrió, sonrisa que fue devuelta. — Estás precioso... ¿Te hiciste algo en el cabello? Porque está hermoso. — Preguntó.
— Me lo teñí un poco, gracias... — Respondió avergonzado.

Siguieron conversando ajenos de que en el fondo eran vistos de reojo por los hijos de los gigantes gaseosos. Ganímedes, estaba buscando en lo más profundo de su memoria quien era esa mujer ya que se le hacía familiar, hasta que por fin sus neuronas hicieron click.
— ¡Ya sé quién es! ¡Es la abuela Juno! — Gritó emocionado.
— ¿En serio es ella? — Dijo Titán de manera curiosa.
— ¡Sí! ¡Vamos a saludarla! ¡Al rato nos trajo un regalo! —
— ¿Qué es una abuela? — Preguntó Dione algo extrañada, el resto solo se empezaron a mirar entre sí.
Ganímedes ignoró a su hermana pequeña y tomó la mano de su hermano Titán para ir hacia donde estaban los adultos.
— ¿Y sus hijos? — Curioseó Juno. Segundos después los niños hicieron acto de presencia respondiendo su pregunta.
— ¡Abuela! — Exclamaron emocionados. La mujer se acercó a ellos y los abrazó.
— ¡Hola, hola! Mírense, están bien grandes, ¡ay! ¡Les traje regalos! Tomen. — La pelinegra les extendió unas bolsas, que fueron tomadas (arrebatadas) con entusiasmo.
— Oigan... ¿Y sus otros hermanos? — Saturno comenzó a buscarlos con la mirada.
— ¿¡Tienen más hijos!? — Gritó conmocionada la señora.
— Sí... ¡Niños, vengan a conocer a su abuela! — Júpiter llamó a los demás infantes.
Unos momentos después los pequeños aparecieron un poco tímidos.
— ¡Pero qué tenemos aquí! ¡Son tan bonitos! ¿¡Eso es un bebé!? ¡Está hermoso! ¿Puedo? — Calisto asintió y le entregó al pequeño. —  ¡Qué bello! Todos ustedes están bellísimos, no les traje regalos, lo siento, no sabía que estaban aquí, la próxima vez que los vea les traeré dos, lo prometo. — Habló la dama y le dio a los tres un beso en la frente.
— Es usted muy amable, señora. — Sonrió ÍO.
— Dime abuela, cariño. — Le acarició el cabello. — ¡Ay! ¡Traje algo que les puede gustar! — Juno se acercó a su bolso y sacó un libro. — La última vez que vine Ganímedes y Titán me dijieron que querían ver fotos antiguas de Júpiter, entonces traje el álbum, yo misma se las tomé. — Dicho eso todos los niños se acercaron a la mujer para comenzar a ver las imágenes.
El matrimonio solo los veía con una sonrisa en el rostro, le gustaba ver a sus pequeños así de felices.
— Oye, Jup. — Llamó Saturno a su marido para captar su atención. — ¿Por qué no me dijiste que tu mamá venía a visitarnos? —
— Yo no sabía, también me tomó por sorpresa. —
— ¿Ahora qué vamos a hacer? Hoy en la noche se supone que vamos a ir a casa de Urano y Neptuno, pero sabes que Juno se queda a dormir por lo largo del viaje. — Habló el de anillos un poco dudoso.
— De eso no te preocupes, mi amor, les prometimos que iríamos y lo haremos, solo hablemos con mi mamá para ver que hacemos. — Respondió transmitiendole un poco de paz a su esposo.
— Y esta es cuando ganó un premio en la feria del libro. — Comentó Juno mientras señalaba la foto en el álbum, los infantes asintieron interesados.
— Mamá... ¿Podemos hablar? — Júpiter se acercó donde estaba su progenitora y su retoños.
— Claro, tomen niños, tengan cuidado. — La mujer les entregó el libro y se fue con su hijo.

𝘙𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘍𝘰𝘳 𝘚𝘢𝘵𝘶𝘳𝘯 ; 𝘑𝘶́𝘱𝘪𝘵𝘦𝘳 𝘟 𝘚𝘢𝘵𝘶𝘳𝘯𝘰 ༅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora