. . O5 ; yeon-ye

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El humo se infiltraba por sus fosas nasales. Alrededor, todo estaba prendido en llamas. El bosque se incendiaba, era de noche pero el fuego iluminaba aquella caótica escena.

—¡Haneul! —escuchó una voz familiar gritar desde algún lado del bosque.

—¿Yeon-ye? —vaciló, intentando descubrir el origen de su voz. Su pecho estaba fuertemente acelerado y la desesperación comenzaba a carcomerla. Necesitaba salir de ahí pronto.

—¡Haneul!

—¡Yeon-ye! —exclamó aterrorizada, comenzando a correr en dirección a alguna parte del bosque para encontrarlo. Las llamas eran cada vez más prominentes, y en algún punto, ya no habría salida.

Entonces, sus ojos encontraron su auto en medio del lugar. Un tronco se había caído sobre la parte delantera del coche, aplastando la estructura y quebrando los vidrios.

Yeonjun estaba adentro.

Su cuerpo se hallaba atrapado en el carro, mientras intentaba abrir la puerta magullada con desesperación. La sangre caía por su rostro y los moretones eran prominentes. Haneul jadeó, aproximándose para intentar ayudarlo, pero la puerta no cedía.

—Yeon-ye —balbuceó, intentando abrir la puerta con todas sus fuerzas, pero esta simplemente no cedía. —Yeon-ye...por favor.

—Bonita...—escuchó su voz desesperanzada, observarla con los ojos brillosos desde el otro lado.

Haneul despertó sobresaltada. El sudor frío se adhería a su cuerpo y dentro del pecho, el corazón le latía fuertemente. Se sentía mareada y la molestaban unas insoportables ganas de vomitar. Intentó regular su respiración y al cabo de unos segundos comenzó a sonar la alarma.

Sin permitirse pensar demasiado en sus pesadillas, comenzó a alistarse para su día. Tomó una ducha fría y escogió un atuendo lindo porque no había razones suficientes para dejarle ver a la gente cómo poco a poco se iba a desmoronando.

De todas formas, no era como que muchos se interesaran por ella.

Cuando menos lo pensó, ya se había tomado tiempo de más arreglándose y el autobús pasaría en cuestión de minutos, tenía que darse prisa. Tomó su bolso, su teléfono y salió corriendo de la habitación. De la nada, Jane se infiltró traviesamente entre sus pies y por poco la hace tropezar, de no ser porque alcanzó a agarrarse de la pared.

—¿Estás bien? —preguntó Minho desde la cocina, aproximándose a ella.

—Sí, solo me doblé un poco el tobillo, pero...

—Le preguntaba a Jane —interrumpió, mientras se agachaba para recoger a Jane, quien comenzó a maullar agudo, refugiándose profundo entre sus brazos. —Está bien, princesa, no llores ¿sí?

Haneul arqueó una ceja con incredulidad mientras sentía la mirada dura de la gata clavarse como espadas sobre sí. Suspiró. A unos cuantos metros, distinguió a Sabrina ver la escena fijamente, como si aquello no le sorprendiera.

—Oye, Minho, no seas tan imbécil —pronunció una desconocida voz masculina, haciendo acto de presencia desde el sofá. —Hay una dama que acaba de accidentarse.

Haneul observó con atención al dueño de aquella voz y sus mejillas se enrojecieron en contra de su voluntad. Era alto, de complexión delgada, piel pálida, ojos afilados, oscuros y cabello negro, ligeramente largo.

—En efecto, Jane —replicó. —Él es...

—Hwang Hyunjin. Para servirte, dulzura —completó el muchacho, acercándose a ella para extenderle la mano, Haneul se sorprendió al corresponderle el saludo y toparse con que el muchacho en su lugar, le dio un pequeño beso con sus gruesos labios. —Tú debes ser la bruja.

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