. . O13 ; alba infernus

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La noche había caído sobre Seúl.

Las estrellas iluminaban la oscuridad del ocaso negro que se alzaba majestuoso por encima de los edificios de la gran ciudad.

Lee Minho arrastró sus pies sobre la orilla del rascacielos en el cual se encontraba y admiró el paisaje nocturno de aquella ciudad pecaminosa con cautela, sentándose en cuclillas como un demonio planeando su siguiente travesura.

—Llegó la hora, Lee —escuchó la voz de Hwang Hyunjin canturrear a un lado suyo mientras imitaba su posición. —Ya conoces las reglas, el que llegue al último...

—Es un ajo podrido —completó, soltando una media sonrisa ladina y burlona antes de emprender su viaje.

Una noche perfecta para desaparecer en medio de las nubes negras y esponjosas y el viento torrencial...una noche perfecta para volar.

El vampiro impulsó su cuerpo hacia arriba de un salto que desafió la gravedad cuando un par de alas negras se dibujaron sobre su espalda, cubriendo la mayor parte de su cuerpo. Estaban hechas de material celestial, por lo tanto, nadie podía verlas, solo él. Sus plumas parecían de cristal, como las de un hada, cristal negro y con destellos de plata. Él apenas y podía notarlas pero sí que podía sentirlas. Aparecían siempre que estaba dispuesto a volar, nunca lo defraudaban. Sintió el viento acariciar su rostro y despeinar sus cabellos, sobrepasando las nubes con una velocidad que le provocaba adrenalina, una de las únicas sensaciones que hacían latir su corazón como si estuviera vivo, si es que aún lo estaba.

Los vampiros eran producto de la abominación entre los ángeles y los demonios, una raza que jamás debió existir, y cuyo resultado era tan hermoso como profano.

A Minho no le gustaba mucho pensar en eso, de hecho, no le gustaba pensar en nada cuando se fundía uno a uno con el viento. Pero esa noche era la excepción, porque su viaje no era solo por diversión, tenían un objetivo muy claro.

En las orillas de Seúl se encontraba la colina del cuervo. Y justo debajo de la colina del cuervo, el Alba Infernus, un bar exclusivo, apartado de la sociedad, exclusivamente creado por y para vampiros. El Alba Infernus comenzó siendo una pequeña aldea donde habitaban los hijos del pecado. Aquel lugar sombrío estaba custodiado por murallas invisibles que evitaban el paso a todo lo humano y desconocido. Las primeras generaciones vampíricas habían construido la aldea con su propio poder para resguardarse de las brujas. Con el tiempo y conforme su amenaza fue disminuyendo, los vampiros comenzaron a disolverse alrededor de todo el mundo y el Alba Infernus quedó entre la historia de los chupasangre como un lugar que representaba sus orígenes y mantenía sus puertas abiertas a todo aquel que estuviera harto de esconderse todo el maldito tiempo.

El Alba Infernus era el lugar que señalaba el folleto con los martillos dibujados que contenía una cita bíblica demasiado inquietante y tenía que investigarlo por sí mismo. No podía ser una casualidad, seguramente ellos estaban relacionados con el Cazador de brujas de Seúl, el último asesino serial que atormentaba la ciudad, no podía ser coincidencia. Si algo estaban planeando, era mejor enterarse inmediatamente.

—No recuerdo la última vez que vine al Alba —pronunció Hyunjin, admirando la fortaleza de piedra que alzaba los portones negros desgastados, sobre los cuales se leían "Alba Infernus: Hijos del pecado". Por enfrente se encontraba una columna grisácea con un murciélago de roca encima, tocó sus alas frías y los ojos de la criatura se tiñeron de rojo, comprobando la naturaleza impura de sus visitantes y abriendo los portones suavemente para ellos. —Entonces, ¿me puedes decir que estamos investigando exactamente?

—Tengo la teoría de que el Alba está conectado con los asesinatos del Cazador de brujas de la ciudad.

—Los vampiros no podemos cazar brujas sin que la maldición caiga sobre nosotros.

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