. . O14 ; muñeca

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Sentía el viento traspasar las fibras de su cabello a una velocidad impresionante. Por naturaleza, su corazón no podía latir, pero estaba seguro de que si pudiera ya le habría dado un paro cardíaco. No se inmutó al notar que había perdido a Hyunjin en algún punto del viaje, por el contrario, se limitó a apresurarse hasta aterrizar bruscamente en el balcón de su departamento, ignorando lo aturdida que se encontraba su cabeza por la rapidez del vuelo y corrió la puerta resbaladiza de cristal, adentrándose con torpeza hacia la sala. Tomó aire, con la mirada recorriendo cada punto del departamento hasta que distinguió aquella silueta femenina y pequeña encorbada sobre la barra de la cocina, cortando algunas verduras con paciencia.

Haneul parpadeó, sintiendo la presencia de Minho incluso antes de que entrara al departamento. Era como un sexto sentido, producto del lazo mágico que ahora los ataba. Dejó el cuchillo de lado y esparció las verduras recién cortadas en la olla, bajando ligeramente el nivel del fuego y su estómago rugió al aspirar el delicioso aroma que ya comenzaba a expedir el ramen. Sonrió.

—Pensé que no llegarías nunca —habló. —Estoy preparando la cena. Espero que te guste porque no haré nada más. Y aún sigo algo débil por la fiebre como para darte de mi sangre... —sus palabras se vieron interrumpidas cuando el vampiro se acercó a ella en un parpadeo, deslizando sus brazos alrededor de su cintura y hundiendo su rostro sobre el cuello de la joven, abrazándola por la espalda en un afectuoso acto que la tomó completamente desprevenida. Se paralizó al instante, su corazón dio un vuelco feroz mientras sentía la respiración fría de Minho sobre su piel regularse con torpeza. Tragó saliva, sus sentidos se estaban nublando y no sabía cómo demonios reaccionar.

¿Qué estaba ocurriendo?

No le dio tiempo para preguntar. Minho cortó el abrazo abruptamente, tomando sus hombros para girarla con facilidad hacia él y la examinó con desespero.

—¿Estás bien? —cuestionó con los ojos bailando a través del cuerpo de Haneul, cubierto por unos shorts y uno de sus hoodies. Haneul parpadeó, aún aturdida, sin entender qué lo tenía tan alterado.

—Claro, yo...

—¡Te dije que aseguraras todo con cerrojos!

—Eso hice...

—¿Entonces por qué entré por el balcón sin mover ni un dedo?

—Uhm, creo que omití el balcón. No importa...

—¿No importa?

—¿Por qué estás tan molesto?

Minho tomó aire. No estaba molesto, estaba horrorizado. Luego de aquel hallazgo en el Alba Infernus no podía pensar con claridad, simplemente sentía terror ante la idea de que un vampiro rondara a Haneul como un depredador a su presa. Si el “Cazador de brujas" era humano, podía protegerla con facilidad, pero si se trataba de un vampiro, entonces todo se ponía más complicado.

Notó los ojos de Haneul observarlo vacilante y pareció estremecerse. Aquellos orbes oscuros, brillosos como el cristal eran tan hermosos que no podían ser reales. Se tomó el tiempo para apreciarlos como lo merecían, admirando el abismo que ocultaban dentro. Un abismo de nubes esponjosas y negras, cielos estrellados y lluvias lacerantes. Todo en ella era precioso como una muñeca y solo ahí recordó la razón por la que había comenzado a llamarla así.

Los gritos en el balcón de a lado se escuchaban incluso hasta su departamento. Últimamente, las discusiones eran cada vez más constantes en aquella parejita veinteañera que de enamorados no parecía quedarles nada.

Minho se encontraba en el balcón, tirado sobre el suelo mientras pintaba un lienzo pequeñito, casi del tamaño de su propia mano. Hundido en las sombras, nadie notó su presencia. Ni el insoportable bastardo que gritaba como loco, despotricando groserías por doquier, ni la indefensa jovencita con la piel recubierta de rojo por la cólera y el dolor de sentirse tan incomprendida. Ambos se hallaban tan inmersos en su discusión que no se percataron de aquella tercera presencia que los observaba desde el exterior del departamento de enseguida.

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