Se había vuelto loca.
Esa era la única respuesta para aquella acción tan impulsiva a la que le había resultado imposible ceder.
Los labios de Minho se sentían como el cielo. Un maldito paraíso infernal al que tuvo que obligarse a abandonar demasiado pronto. Se separó bruscamente del mayor mientras sus mejillas se calentaban violentamente y sus ojos centelleaban con sorpresa. El vampiro la observó confundido, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Haneul lo interrumpió.
—Lo siento, fue un accidente...
—Haneul —la llamó el joven, pero ella ni siquiera fue capaz de verlo a los ojos. Salió corriendo de la cocina y se encerró en la habitación en cuestión de segundos, para no salir de ahí en toda la noche.
[...]
Detalles.
Esa era la única palabra que rondaba en la mente de Minho. Detalles. El vampiro podía detallar perfectamente la manera en la que la suavidad de los labios de Haneul se asemejaba a la sensación de las nubes esponjosas cuando volaba sobre ellas, labios rojizos y abultados con sabor a licor de cereza y unos ojos felinos que llevaban el abismo dentro, una clase de abismo que le provocaba querer perderse para descubrir todos sus confines y secretos.
Y justo cuando estaba a punto de abrazar su cintura para atraerla más profundamente hacia él, ella se apartó, dejándolo completamente aturdido.
Minho suspiró, pellizcando su entrecejo y cerrando sus ojos con impaciencia. Se encontraba tumbado sobre su colchón y su respiración parecía agitada, aunque no estaba tan seguro del porqué.
En ese momento, recordó las historias sobre las brujas y su habilidad para enredar a sus presas entre sus dedos y hacerlos bailar a su antojo bajo su hechizo. A esas alturas, ya no podía seguir negándolo internamente. Haneul lo había hechizado.
Se le había infiltrado entre las venas hasta depositar semillas en el jardín muerto de su corazón. Y algo comenzaba a brotar desde adentro. ¿Qué clase de flor nacería de entre los escombros mugrientos de su alma inerte? ¿Hiedra venenosa o tulipanes blancos?
No importaba. Fuera lo que fuera que estuviera destinado a crecer, ya estaba escrito. Ya estaba hecho y no había marcha atrás, solo podía fluir y esperar que no fuera tan malo.
Pasó los dedos suavemente sobre sus labios, todavía húmedos por el beso y estos hormiguearon, aún sensibles ante el toque de su hechicera. Sonrió. Una sonrisa traviesa que advertía problemas.
Tal vez las brujas eran buenas huyendo, pero los vampiros eran buenos cazando. Y no se detendría hasta atrapar a aquella hechicera que se había atrevido a hurtarle sin pudor su corazón.
[...]
Ya era tarde y seguía sin poder verlo a los ojos. Tenía la cabeza hecha nudos y ni siquiera había dormido bien por la vergüenza. Su cabello enmarañado era un desastre y se sentía aún más pequeñita con el enorme hoodie negro que le cubría el torso y parte de sus piernas semidesnudas, cubiertas por el short de franela. Se aseguró de cubrir su rostro con el pelo mientras cortaba las verduras para preparar la comida. No se había levantado a tiempo para almorzar y ya pasaban de las cinco de la tarde.
Minho lo estaba disfrutando. Paseaba su mirada indiscreta a su antojo sobre Haneul, intimidándola todavía más y sonriendo para sus adentros cuando ella formulaba muecas de timidez, evadiéndolo por completo.
—¿Qué hay en el menú de hoy? ¿Deberíamos pedir comida? —preguntó al aire, recargándose cómodamente sobre sus codos, en la barra junto a Haneul.
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Renaissance ©
VampireCuando se encuentra al borde de la muerte, un ángel aparece para salvarla, pero esperen...los ángeles no tienen colmillos afilados ni una insasiable sed de sangre que solo los mortales pueden calmar, ¿cierto? Renaissance ; a Lee Minho dark fantasy...