Capítulo 1.

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—Ya no trabajas aquí, Jane.

Me quedo congelada bajo el marco de la puerta de la biblioteca, con la mochila colgando en mi hombro y mis libros bajo el brazo.

Parpadeo, perpleja.

—P-pero yo..

—Has faltado estos dos últimos días.—Me dice mi jefe. Es un hombre mayor, de estatura baja y calvo.—No quiero a gente olgazana trabajando para mí...

Es un tipo arrogante y una mala persona. Tiene dinero debido a que maneja algunas bibliotecas en la ciudad y los donativos que hacen son muy gordos, sin embargo, es el claro ejemplo de que el dinero no compra la clase. Todo el tiempo lleva trajes horribles y extravagantes: como el de ahora, que es naranja con una camisa calabaza y una corbata verde; no sé de dónde saca qué estos trajes están en tendencia ahora. Además del diente de oro que se puso hace dos meses.

—Yo...—Me aclaro la garganta y me apresuro a entrar a la recepción.—Me dijo que podía tomarme esos días libres.

Me mira con burla y se encoge de hombros.

—Cambié de opinión, y te despedí desde ayer.

Respiro hondo y dejo salir el aire lentamente, no pasa nada. No es único empleo del mundo, puedo conseguir otro. Sí... No, no es cierto.

Parpadeo para alejar las lágrimas y asiento con la cabeza. Si voy a llorar no va a ser frente a él.

Me hace una señal de despedida con las manos, poco educado.

—Sí... Sí, señor.

Doy media vuelta, con el par de libros contra mi pecho y salgo del lugar. De un lugar donde no soy bienvenida. Tal vez debería preguntar el por qué de mi despido, si soy una trabajadora eficiente y nunca me quejo, sin embargo, nada de lo que diga lo hará cambiar de opinión. No me va a devolver mi puesto así como si nada.

Las lágrimas mojan mis mejillas en cuanto pongo un pie sobre la acera. Ese empleo era lo único que tenía para sobrevivir, y ahora no tengo nada.

Vaya momento...

Siento algo impactar contra mi espalda, me voy hacia adelante y mis libros se caen al suelo.

—¡Dios, Linda! ¡Lo lamento!

—No...Está bien.—Me paso el dorso de la mano bajo los ojos para limpiarme las lágrimas antes de disponerme a recoger mis libros.

—No, yo lo hago.—Una chica rubia me interrumpe y me hace incorporarme.—Fue mi culpa. ¡Perdón!—Sigue hablando mientras se agacha a levantar el par de libros.

—Descuida...

—Aquí están, bebé.

Frunzo el ceño, pero tomo los libros que me tiende. Parece una chica divertida, su manera tan creativa de vestir me lo dice. Además del moño rosa que lleva en el cabello.

—Gracias...

—No agradezcas.—Me sonríe de una manera extraña mientras inspecciona mi ropa, sube la vista a mi cara y borra su sonrisa.—¿Qué te pasó? ¿Te hice daño? Ven, te llevo a un hospital...

—No. Estoy bien. Solo...—Pongo los labios en una línea recta, tratando de evitar llorar.—Un mal día, ya sabes.

—Oh... ¿Tu novio te dejó?

Ojalá hubiera sido eso y no perder mi empleo...¿Qué cosas digo? Ni siquiera tengo novio.

—Perdí mi empleo.—Le digo en un hilo de voz y aprieto mis libros contra mi pecho.

Fallen leavesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora