Capítulo Cuarenta.

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Jane.

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Me quedo parada al pie de las escaleras, aburrida. La casa está tan silenciosa y... Vacía sin él. Se supone que estaríamos toda la semana juntos, arreglando algunas cosas para el bebé, pero Spencer se tuvo que ir a Boston por trabajo. Así que estoy sola, sin saber qué hacer. Desde que mi embarazo se empezó a notar, Spence está detrás de mí todo el tiempo, cuidando cada paso que doy, cada movimiento que hago. Incluso lo creo capaz de probar antes que yo cada comida que me llevo a la boca para asegurarse de que no contenga veneno o algo así. Me irrita cuando está aquí, y pedí mucho por descansar de él, pero ahora que no está me siento muy sola.

Lo extrañamos tanto... Aunque me irrite.

Vuelvo la mirada al sofá donde están esparcidas un par de hojas junto a mis ecografías de este mes. ¡Sí!

Olvidé que tengo que terminar de guardarlas para enviarselas a Diana. Es lo único entretenido que hago cuando tengo momentos como estos. Me gusta contarle a Diana todo lo de mi embarazo, y a ella le encanta que le cuente hasta la más mínima cosa. Ahora estamos un poco ansiosos esperando el movimiento del bebé; ya estoy en el segundo trimestre, se supone que ya tiene que empezar a moverse, pero... Aun nada.

Cuando termino de arreglar lo que le enviaré a Diana, me vuelvo a aburrir. Estoy sola, con cuatro meses de embarazo, y no sé qué hacer.

—Oye, amor.—Toco mi dedo índice mi vientre ya abultado.—No pensarás qué estoy loca si te hablo en voz alta, ¿verdad? Digo... Tú papá lo hace todo el tiempo y no piensas eso de él...

Me quedo en silencio, con la mirada fija en mi vientre cubierto por un vestido blanco y amplio, bastante cómodo para mí.

—Okay. Sé que no es muy normal, pero nos ama. Y nosotros lo amamos a él... Bueno, aveces, no como ahora que nos deja solas... De acuerdo.—Resoplo.—Ya estoy asumiendo qué eres niña, ¿lo eres, bebé? Y, No nos deja solas porque él quiera, es solo que tiene que ayudar al tío Hotch a atrapar a los malos. Pero yo lo extraño... ¿Me entiendes?

Sacudo la cabeza y me dejo de cosas. Es obvio que no me entiende, y que no debería estar hablándole de estas cosas a mi bebé, pero la obstetra dijo que hablándole ayuda a que se mueva, pero no veo resultados. Bueno, aunque han pasado apenas tres días desde que nos dijo eso, los mismos días que Spencer se fue.

—Pequeño, muffin.—Pico mi vientre con un dedo.—¿Estás ahí? Por favor, amor, vamos. Hazlo por mamá.—Le pido con voz chillona.—¿Puedes hacerlo? Solo una pequeña patada para saber que en serio estás ahí. Vamos, ¿sí? Solo una...

Me quedo quieta, esperando el movimiento, pero nunca llega, en su lugar mi estómago ruge de hambre.

—¿Así que no quieres moverte pero sí quieres comer?—Me río, pasando las dos manos por mi vientre abultado.—¿Qué me harás comer hoy, amor? ¿Muffins de calabaza, pollo frito, helado... Oye, pero que sea algo tranquilo porque recuerda que no está papá para cumplir nuestros antojos.

Fallen leavesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora