Mientras Obi-Wan avanzaba por las calles oscuras de Mos Espa, sintió una sensación inquietante que se apoderaba de su mente. Dos voces, una más relajada y serena, y otra más ambiciosa y oscura, comenzaron a resonar en su cabeza, como un eco distante en la noche.
Voz tranquila: Estuvo mal matar a Watto, Obi-Wan. Un Jedi no debería tomar la vida de otro ser, sin importar las circunstancias. La violencia solo engendra más violencia.
Voz ambiciosa: ¡Bah! ¿Qué importa lo que diga esa voz insulsa? Estuvo bien hacerlo, ¿no lo ves? Tenías razón en matarlo. Después de todo, ¿qué importa un Toydarian en comparación con el futuro de la galaxia?
Las palabras de las dos voces resonaban en la mente de Obi-Wan, creando una discordia interna mientras caminaba por las sombras de la ciudad desértica. Por un lado, la voz tranquila le recordaba los principios fundamentales de los Jedi: paz, compasión y respeto por toda forma de vida. Por otro lado, la voz ambiciosa sembraba dudas, sugiriendo que los fines justificaban los medios, incluso si eso significaba tomar medidas extremas.
Obi-Wan: (para sí mismo) ¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el camino correcto?
Mientras luchaba con sus pensamientos, imágenes de un futuro oscuro se agolparon en su mente. El Imperio Galáctico alzándose en el horizonte
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la purga Jedi
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la figura imponente de Darth Vader atormentando la galaxia.
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