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El parque de diversiones se encuentra vacío, cosa que me extraña ya que es el más famoso de todo el país. Detallo cada atracción cayendo en cuenta que todo este lugar va a ser nuestro por todo el día.

Maravillada me giro hacia Samy que está con la boca abierta viendo todo sin ni un alma en pena salvo por los vendedores ambulantes y los puestos de juegos con premios. Karim por otro lado sonríe satisfecho, nos invita a avanzar preguntándonos en qué atracción iremos primero.

Klaus solo mantiene su expresión seria, al parecer no le hace ilusión estar aquí.

Sí... ni yo sé cómo apareció aquí.

—¿Podemos ir a los carros chocones? —pregunto dando un saltito.

—Todo el establecimiento es tuyo por hoy, así que ve —contesta Klaus mirándome a los ojos.

Tomo a Samy de la mano y nos vamos corriendo a subirnos en ellos. Me falta gente por lo que no dudo en llamarlos y hacer que se suban ellos también. La atracción inicia con una canción muy movida en lo que los cuatro arrancamos a mas no poder, Klaus conduce muy correctamente, así que, sin dudarlo un poco, me voy contra él impactando su auto, él me mata con su mirada, la ira destila en ellos; el miedo se apodera de mí y me voy en reversa golpeando al carro de Karim quien, de un momento a otro, con una maniobra digna de mirar, se lleva mi carrito y el de Klaus por delante. Su grito de victoria me hace reír, de pronto siento otro golpe, y es que Samy no se queda atrás, golpea con fuerza, retrocede y se va contra Karim, él la sigue para impactar su coche contra el suyo; Klaus, Samy y yo nos quedamos estáticos en lo que vemos que Karim baja de su auto gritando eufóricamente que somos unos perdedores natos.

Los tres nos miramos, Klaus le grita que vuelva a sentarse porque no deja avanzar. Obedece a su hermano mayor, en cuanto su trasero toca el sillón, todos nos vamos contra él dando un golpe seco que nos hace reír, damos reversa y lo volvemos a impactar con fuerza, este empieza a quejarse cuando ve que los tres volvemos a repetir la acción. Antes del cuarto impacto, él se baja y empieza a correr hacia la salida.

—¡Mejor que digan «aquí corrió» que «aquí murió»! —grita saltando el muro que nos separa de salir volando.

—¡Marica! —vocifera Samy aguantando la risa—¡Haces y no soportas que te lo hagan!

Klaus ríe de la forma más varonil y ronca, bajo la cabeza negándome a que cualquiera de los dos vea mis mejillas iguales a una casa sufriendo un incendio. Bajo del carrito siguiendo a Karim quien nos espera con los brazos cruzados y un leve puchero con el ceño fruncido.

—Miedoso —ataco pasando de su presencia.

—Al menos no lloro por un mero ardor de alcohol. —sujeta mi brazo deteniéndome para después carcajearse de mí.

Samy sale contenta alegando que tenemos que ir a otra, se nos adelanta en busca de otro juego. Karim y yo nos quedamos esperando al ser gruñón, ser que baja como si el mundo le valiera un quintal de mierda y lo único que importa fuese él; baja con la cabeza en alto, arremanga las mangas de su camisa hasta los codos, se coloca unos lentes de sol y nos barre con la mirada.

—No tienen ni una pizca de estilo y elegancia para conducir.

—Es un juego, al diablo las normas de conducción —destaco corriéndolo con la mirada igual que hizo él.

—Solo acepta que no sabes conducir, mocosa.

Paso de él yéndome tras mi amiga la cual me apunta a un tagadá. Acepto y nos subimos al juego, los chicos entran y se sientan a un lado de mí, a mi izquierda y Samy a mi derecha. Klaus permanece en la esquina, dejándome con Karim en el centro.

KALOPSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora