VI

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—¡Jódete, Emily! —chilla Samy después de contarle lo que pasó con Klaus.

—Baja la voz —pido.

Después de ese gran orgasmo con Klaus, me dejó en casa, al despedirse me dio un apretón en la cintura cuando me acerqué a depositar un beso en su mejilla como si no hubiese ocurrido nada.

Ahora me encuentro relatando lo sucedido a mi mejor amiga, quien me escuchó atentamente.

—Sabía que pasaba algo con ellos, perra. —choca sus manos.

Río, me levanto del suelo y voy a la cocina a tomar un vaso con agua.

«Son las diez»

Tomo uno de los frascos de pastillas que me dejó Klaus al irse.

«—Necesitas comer primero»

Detestando mi memoria, me preparo un tigrillo, mi plato favorito de mi país. Como todo bien a gusto hasta que un grito me sobresalta y me quita el apetito.

—¡Te dije que con ellos no, Emily! —Gema viene a mi puesto a encararme.

—Gemma, no tengo nada con ellos, no te alteres —digo, dejando la comida a un lado—Y si lo tuviera, no es necesario que me trates así, al fin de cuentas, lo único que tú quieres es follar con ellos. Nada más.

Ella suspira, voltea la cara cuando aparece Samy corriendo, me entrega el celular y lo tomo sin entender.

—Te están llamando. —sonríe.

Contesto sin ver el remitente, pero la voz al otro lado me dice quién es.

—Enana, ¿qué hiciste? —cuestiona con voz acusadora.

Samy le tapa la boca a Gema cuando va a alegar algo, la lleva a su habitación dejando sola en el comedor.

—¿Qué hice? —dejo lo que estaba comiendo en el fregadero y me voy a mi cuarto.

—Eso te estoy preguntando, boba.

Karim suelta una risa eufórica, sonrío.

—Bueno, hice un tigrillo.

—¿Un qué? —confundido, masculla—Yo no sé hablar español.

Me imagino su rostro con el ceño fruncido y la mirada perdida.

—En fin, no me refiero a eso; hablo de mi hermano.

—¿Qué tiene Klaus?

—Llegó con una sonrisa de superioridad y se encerró en su habitación. ¡No me ha dado de comer! —se queja.

—Usted tiene manitos en buenas condiciones.

—No lo defiendas y contesta mi pregunta.

Dejo el móvil en el lavamanos mientras me desvisto para bañare. Al estar aquí, compré una porta celular para mi baño. El móvil puede estar metido en el agua, por lo que no me molesto cuando prendo la regadera dejando que la lluvia de agua fría humedezca mi cuerpo.

—Yo que sé, pregúntale a él. —la línea queda en silencio por unos minutos—¿Karim?

Una videollamada entra de un momento a otro.

Joder.

—Me estoy bañando, imbécil —le digo a la pantalla que sigue iluminada con un cambio de llamada.

—Por eso —contesta sin más.

Una risa suena a través del aparato, pero no es de Karim.

—Contesta, pequeña...

KALOPSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora