XIII

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¡Hola!

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¡Hola!

El lunes no hubo capítulo porque viajé y no pude terminar de escribir el capítulo que ya estaba avanzado. Sin embargo, las ideas no dejaron de fluir, así que regresé con mucha inspiración para no dejarlos sin capítulo esta semana. <3

Espero que les guste este capítulo.

Disfruten... <3

****

El parque de la plaza está repleto de niños. Suben en es resbaladeras para dejarse deslizar por el tubo de colores. Un señor vende algodones de azúcar con premios dentro, billetes, estampas o juguetes pequeños.

Halo la falda de la mujer que está a mi derecha, la miro e insinúo la chatarra color rosa que está pegada a una vara de madera.

—Mami, cómprame uno, porfis —pongo mis ojitos del gato con botas. Ella accede al ver mi mirada.

Lo hace. Compra el anhelante dulce y me lo entrega. Rasgo la funda con fulgor y pego mi primer mordisco. El dulce de deshace en mi boca. Detallo el resto del parque hasta que mis ojos chocan con unos ojos azules que no paran de verme. Agito mi mando, saludándolo, corresponde de la misma manera y sonríe feliz.

—Mi niña anda de novia —exclama mi papi, tomándome desde mi cintura y llenando mi cara de besos.

—No. Guácala —frunzo mi nariz.

Aquel niño se acerca con otra persona tomada de la mano. Un chico alto, viene sonriendo hablando por teléfono.

—Hola... —saluda tímidamente el niño.

La luz destella en mis ojos.

Otra vez esa puta linterna.

La aparto de un manotazo. Elevo mi cuerpo hasta quedar sentada. Mirando a todos lado busco el origen de la luz.

Mis ojos paran con la señora de la oficina de Klaus. La rubia me toca la frente buscando no sé qué. La miro sin entender y ella suspira.

—Estás bien.

—Laura... —mi voz sale débil.

—Espérame. —se aleja de mí y sale por la puerta de la alcoba oscura.

Observo mi alrededor. Estoy en una habitación con tonos tenues, muy ordena y solo está iluminada por dos lámparas de mesa. Me intento levantar, pero mis piernas se debilitan de un momento a otro y me voy de bruces contra el suelo. Mis manos quedan apoyadas en el piso en un mal intento por levantarme. La puerta se abre dejando pasar a una figura muy bien vestida y oloroso. Se aproxima y me carga para llevarme de nuevo a la cama.

—No hagas mucho esfuerzo, saltamontes —toma mi pulso—. Te alteras y eso no es bueno.

—¿Por qué estoy aquí? —niego rápidamente—No. No. No. ¿Dónde estoy?

KALOPSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora