Escapar de la casa de sus tíos en invierno no había sido la idea más brillante que se le había ocurrido. Ahora no tenía que preocuparse por una golpiza o porque su tía lo obligara a realizar todas las tareas de la casa, pero debía admitir que, al menos antes podía robar algo de comida mientras preparaba el desayuno para los demás.
Ahora, solo había tiendas cerradas y las únicas personas que habían pasado por allí parecían estar enojadas con él o dispuestas a ignorarlo.
—Supongo que va a ser otro día difícil para conseguir algo de comer —murmuró para sí mismo mientras miraba a su alrededor.
En algún momento, la chispa se había agotado, dejándolo exhausto. Nunca la había usado durante tanto tiempo y supuso que era normal que se acabara luego de dos días de darle calor constante, pero ahora, sus dedos estaban tornándose de un feo azul y le dolía la punta de la nariz.
El día anterior había logrado encontrar un rincón lo suficientemente escondido para no dejar pasar el frío aire de invierno. Había extendido su manta y puesto sus pertenencias a su lado para jugar un poco mientras el día avanzaba.
Se sentía feliz de poder jugar sin miedo a que le arrebataran sus preciados juguetes.
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Cuando al segundo día no tuvo ni una sola señal de Potter, comenzó a desesperarse. Entendía que estar dentro de la casa era mucho más cómodo que salir en medio del frío invernal, pero despreciar incluso la convivencia con los demás niños muggles le parecía demasiado arrogante, incluso para un hijo de James Potter.
Merlín sabría de cuántas formas lo habían echado a perder Albus y sus familiares con el extravagante trato.
La espera lo estaba afectando y supo que debía alejarse de la casa cuando su magia comenzó a agitar levemente los objetos cercanos. Necesitaba calmarse o alertaría a todo el Ministerio de su presencia en un barrio muggle.
Caminó por las calles resbaladizas y húmedas hasta llegar al parque que había visitado anteriormente.
Necesitaba liberar un poco de magia, pero no podía regresar a su casa o los elfos domésticos harían preguntas, y de alguna u otra forma, Tom se enteraría. Conocía demasiado al otro mago para saber que siempre se enteraba de las cosas que más querías esconder. Siendo así, lo único que se le ocurrió fue buscar un lugar lo suficientemente alejado de ojos curiosos y realizar hechizos simples y rápidos que drenaran su magia agitada.
Se adentró en la oscura calle donde ni siquiera la escurridiza nieve había logrado crear más que unos pocos centímetros en el suelo.
Lanzó un patronus y jugueteó un poco con la hermosa sierva incorpórea, hizo que la nieve se levantara en pequeños espirales y dejó que los trozos de hielo a su alrededor se derritieran con el uso de su magia.
Estaba bastante entretenido cuando escuchó un pequeño sonido de sorpresa. No dudó en dejar que sus instintos se hicieran cargo, apuntando con su varita al causante de aquel ruido. Era un niño pequeño, suponía que no tenia más de tres o cuatro años, lo suficiente delgado para ver sus clavículas a través de la enorme ropa que usaba, su nariz estaba roja y parecía que su boca tocaría el suelo húmedo en cualquier momento.
—Un niño — dijo, soltando el aire que había estado reteniendo. Enfundó su varita y se acercó al pequeño con la clara intención de hurgar un poco en su mente y extraer el recuerdo de cualquier indicio de magia que hubiera podido observar en el corto espacio de tiempo.
—¿Qué hace un niño solo fuera de su casa en invierno? —preguntó, intentando que el menor lo mirara a los ojos.
—Vivo aquí, señor —dijo el infante, mordiendo su labio inferior y alzando los hombros.
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𝐏𝐨𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬, 𝐛𝐫𝐞𝐞𝐝𝐢𝐧𝐠 𝐚𝐧𝐝 𝐬𝐮𝐫𝐯𝐢𝐯𝐢𝐧𝐠
FanfictionCuando Severus Snape es obligado a visitar al niño que sobrevivió no esperaba que todo fuera de esa manera. Obviamente los personajes y el mundo de Harry Potter no me pertenecen, eso es obra y gracia de la perra homofóbica de J.k Rowling, de resto t...