Capitulo 8

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.Ilaria.

La primera semana fue la más difícil de todas.

Adaptarse a las restricciones no había sido un problema, pero compartir la cama con ese traidor era insoportable. Zadckiel había dormido a su lado cada noche, justificando su presencia con la idea de que era para "acostumbrarla" y prepararse para el momento en que asumieran sus roles como reyes y fuera el momento de contraer matrimonio, según dictaba su objetivo.

Una cuerda áspera mordía su muñeca atada al dosel de la cama que Zadckiel la había obligado a compartir. Cada día su actual compañero le recordaba vilmente que ya no era ese a quien ella conoció alguna vez. Al amanecer, Zadckiel se acercaba con una sonrisa falsa en el rostro y le susurraba historias de su infancia compartida, burlándose, haciéndole creer que aún había una chispa de su antigua amistad en su interior recordando momentos que compartieron a través de los años. Pero al caer la noche, su actitud cambiaba. La atormentaba con acusaciones hirientes, haciéndola sentir culpable por la ruina de su reino y la traición de su familia. Le repetía cuan culpable era su familia por la muerte de ambos padres que perdió en aquella cruel masacre hacia tantos años, le repetía que ella era la principal responsable, y que nunca sería perdonada.

La princesa se debatía entre la esperanza y la desesperación en medio de esta cruel tortura emocional, anhelando la libertad que parecía cada vez más lejana.

A pesar de sus temores, debía reconocer que Zadckiel nunca la tocó de manera inapropiada, pese a dormir cada noche a su lado. Siempre solía repetir, cuando la veía observándolo con cautela, "Puedo ser un traidor, Ilaria, pero no soy un monstruo".

En esos primeros días, varias criadas visitaban su habitación para proporcionarle comida, cambiar su ropa y ocuparse de su higiene personal, todo mientras mantenían su mano atada al dosel. Esta situación la disgustaba profundamente. Sus ataduras variaban de lugar de vez en cuando, ya fuera de una mano a la otra, o incluso a sus tobillos, pero en ningún momento durante esos días podía dar unos pasos lejos de la cama sin ser detenida por los amarres.

La segunda semana eso cambió inusualmente.

No, no la liberaron, pero al menos las cuerdas no permanecían atadas al dosel siempre. No cuando era liberada y sostenida por un guardia que la llevaba atada como un animal.

Por órdenes de Zadckiel, la llevaban cada cierto tiempo al jardín; según habia oído, quería que tomara algo de sol y aire fresco. Un breve respiro que solo servía para aumentar su anhelo de libertad, mientras la sombra de Zadckiel seguía acechándola.

Sin embargo, algo inusual ocurrió en una de estas salidas al jardín, algo que terminó con aquel acto de buena voluntad por parte del joven. Un guardia, temeroso de la represalia de Zadckiel pero embriagado por su propia insolencia, empujó a la princesa de manera imprudente. Este acto de desprecio no pasó desapercibido por Zadckiel, quien, en un arranque de ira, ordenó la ejecución inmediata del guardia como castigo ante los ojos de Ilaria. Esta cruel sentencia enviaba un escalofrío a través de todo el palacio, pues se hizo evidente que cualquier muestra de insolencia hacia la princesa en presencia de Zadckiel llevaría a una muerte segura.

En su mente quedó claro que, bajo la influencia de su antiguo amigo convertido en verdugo, su vida estaba atrapada en un laberinto de peligros y desesperación. Y en esos instantes solo podía pensar, cuando era llevada al jardín, en como anhelaba escuchar la melodía de su esposo en aquel jardín escondido del mundo, pero al convencer a sus mente de que eso era imposible, esa visión la abandonó.

De su memoria no se iba como fue obligada a ver cómo el joven con quien creció cortaba la cabeza de aquel hombre y a todos los que ameritaban un severo castigo.

CORONA DE SANGRE {Los cuatro reinos #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora