Capitulo 11

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.Zadckiel.

Se sentía ardiendo de ira. La furia se apoderó de él cuando descubrió como la princesa, a quien había tenido prisionera, había logrado escapar con la ayuda de un soldado que había desobedecido sus órdenes.

Recordaba con furia como había entrado en la habitación y habia encontrado las cadenas dispersas por la cama vacía, sin rastro de ella. Enseguida movió a todos sus hombres, alertando a todos, y revisando cada rincón del pasillo hasta que dieron con el culpables.

Su rostro enrojeció y sus puños se apretaron con fuerza mientras maldiciones escapaban de sus labios. No podía creer que su autoridad hubiera sido desafiada de esa manera, y la sensación de impotencia lo consumía. Su orgullo herido y su deseo de venganza lo consumían, y estaba decidido a hacer pagar a aquel soldado traidor por su traición. Pero se encontraba ante la maravillosa fortuna de que eso ya habia ocurrido.

Si, en medio del campo, rodeado de todos los antiguos miembros de la armada, se encontraba el cadáver frío de aquel guardia. La sangre sobre su boca y uniforme se habían secado, su piel se había aclarado, y sus ojos vacíos seguían abiertos ante el cielo estrellado de esa madrugada.

Los ahora soldados de Ikary observaban el cadáver de su antiguo compañero en silencio. La seriedad se habia apoderado de ellos.

Zadckiel, por otro lado, se encontraba arrodillado junto a él. Con el pensamiento en su interior de querer devolverle la vida, solo para tener la satisfacción de arrancarsela nuevamente él mismo.

—Warrick decidió traicionarme, y miren como terminó—masculló mientras se podía de pie lentamente—Liberó a la princesa, a mi prisionera, y vean lo que le costó.

Notó con los soldados se mantenían apacibles ante tal visión. Pero los conocía, sabía que dentro de si el miedo y preocupación los estarían consumiendo.

—Esto es lo que tarde o temprano pasará con todo aquel que busque traicionarme nuevamente—les dijo mirandolos a todos—Es lo que pasó con Pearcy luego de irse, murió a manos de su antiguo rey sin ningún tipo de piedad; y lo que está noche pasó con Warrick. Espero que les quede claro. Si alguien busca traicionarme otra vez, seré yo mismo quien se haga cargo de su castigo; así podrán volver a ver a su antiguos compañeros. ¡¿Entendido?!

—¡Si, joven Zadckiel!—se respondió al unisono.

Se mantuvo delante de sus guardias, observando algún asomo de duda en ellos.

—Deshagance de él—ordenó señalando hacia el cadáver antes de abandonar el campo en dirección al palacio.

¿Cuánto más debía soportar? ¿A cuántos de sus hombres debía castigar o ejecutar, ya sea por imprudentes o traidores? Nunca se imaginó que el enojo en su interior logrará tales niveles. Él solo hecho de pensar que la única forma viviente para lograr sus objetivos ahora debía encontrarse a cientos de kilómetros en cualquier dirección del bosque.

Su mente se encontraba abrumada por un torbellino de ideas y posibilidades que Ilaria podría haber considerado. ¿Adónde podría haber ido? La primera opción que cruzó por su mente fue Armar, pero sabía que era demasiado obvio y peligroso. Kemp también surgió como una opción, pero Ilaria era astuta, y no se arriesgaría. Tetris pasó por su mente, pero ella no estaba familiarizada con ese lugar ni con su reina. Como fuera, todas las opciones eran igualmente inciertas, y la incertidumbre lo atormentaba, ya que cualquier elección podría ser tanto acertada como errónea.

Dominado por su ira, Zadckiel atravesó los corredores, cruzándose con aquellos que se apresuraban a preparar todo para su inminente partida. Sin prestar atención a nada ni nadie, ingresó en el salón del trono, donde el rey, mirando hacia el patio y el campo, se encontraba absorto en sus pensamientos. Su agitación era tal que ni siquiera se molestó en hacer una reverencia al rey antes de encaminarse hacia un estante que contenía botellas de licor y copas de cristal.

CORONA DE SANGRE {Los cuatro reinos #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora