(12 Años atrás)
.Rey Evander.
Igual que todo un gran gobernador, a lo largo de los años, había experimentado momentos de gloria y triunfo, pero también se había enfrentado desafíos y tragedias que ponían a prueba su fortaleza. Así había evolucionado la vida del rey Evander, quien había aprendido a lidiar con las disputas de su reino y las diferencias de su consejo, así como a sobrellevar las pérdidas personales que el destino le había impuesto.
A pesar de todo, como de contar con un alma fuerte y capaz de resistir todo, también encontraba fuerzas en el amor y el apoyo de su familia, quienes siempre estaban a su lado, compartiendo tanto las alegrías como las penas.
La vida del rey era un equilibrio delicado entre la responsabilidad y el amor por su familia. Cada día estaba marcado por las decisiones que debía tomar para el bienestar de su reino, decisiones que pesaban sobre sus hombros como una carga inmensa. Sin embargo, al regresar a su hogar, encontraba consuelo y alegría en la presencia de su familia. Sobrellevaba cualquier tempestad por medio del amor y compañía que le brindaba sus esposa, la reina Darya; el orgullo y respeto que le entregaba su hijo, el príncipe Ander; la lealtad y devoción que poseía su hermana, la princesa Ivonne; y además, la inocencia y pureza que radiaba en su pequeña sobrina, la princesa Ilaria, hija de Ivonne.
Ellos eran su motivación día a día, a pesar de todo. Por eso rezaba fielmente a sus dioses, anhelando con todo su ser el tenerlos siempre a su lado, pedía por su protección y su bienestar, porque para él lo eran todos en su vida. Pero nunca hubiera podido imaginar que lo peor solo estaba por venir, algo que pondría a prueba no solo su habilidad como gobernante, sino también su coraje y su capacidad para enfrentar lo inesperado.
Un día de otoño, poco después del onomástico número nueve de la pequeña Ilaria. Aquella tarde antes de partir a sus habitaciones y alistarse para dormir, como de costumbre, se encontraba toda la familia real cenando tranquilamente en el comedor real.
Durante años los recuerdos de ese día había rondado su mente tortuosamente, como el destello de último momento en que su familia estuvo unida y feliz. Recordaba la risa de su hijo Ander, de catorce años, mientras le contaba a su tía como su destreza con el arco cada vez mejoraba más y más, y como estuvo a nada de cazar un enorme cuervo para esa tarde; Ivonne reía con su sobrino, con los ojos brillantes en orgullo ante el príncipe que tenia a su lado; recordaba a la pequeña Ilaria comiendo la carne de su plato mientras sonreía tan dulcemente como solo ella sabia, sin importar las manchas alrededor de su boca, mismas de las que se encargaba de limpiar su tia Darya; ah, Darya, la protagonista de sus recuerdos, limpiaba tan delicadamente las mejillas de la niña con todo el cariño y consentimiento que ella recibía no solo de su familia, del palacio y del reino entero.
Enmarcaba las sonrisas de su hijo, su hermana, su sobrina, y su bella esposa en sus más atesorados recuerdos.
Fue así como todo comenzó. Esa misma noche, cuando ya se encontraba sumergido entre las sábanas de su cama junto a sus esposa, siendo provisto del más profundo sueño, sintió cómo algo lo hacía temblar. En la oscuridad trató de identificar lo que que era, y solo lo logró en el momento en que abrió los ojos. Su esposa sacudía su cuerpo tratando de despertarlo, la preocupación y pánico eran lo que veía en su rostro enmarcado por su negro cabello espolvoreado. Su mente tardó unos segundos en volver a la realidad y entonces lo escuchó, un bullicio en el exterior de su habitación y el palacio, el sonido de metal contra metal iba y venía, gemidos se oían a lo lejos.
No esperó más antes de levantarse rápidamente de la cama y sacar la espada de mago plateado que solía estar a su lado. Su esposa, temerosa y asustada, también salió de su cama y se encaminó angustiada hacia el balcón de su habitación. La vista era directa a gran parte del castillo, pero a lo lejos se podía ver el pueblo de Armar.
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CORONA DE SANGRE {Los cuatro reinos #2}
FantasyReinar no es solo llevar una corona, es soportar el peso de un reino sobre los hombros, donde cada decisión puede forjar o destruir. Es caminar la delgada línea entre la justicia y la compasión, enfrentando tormentas que pocos comprenden, con una fo...