.Ilaria.
Sentía que una parte de su ser se desvanecía lentamente. La falta de libertad, la incertidumbre y el constante temor habían convertido su existencia en una sombra de lo que solía ser.
La esperanza se desvanecía a medida que los días se convertían en semanas, y el deseo de seguir viviendo se volvía cada vez más tenue, como una vela que se apaga lentamente en la oscuridad que se iba haciendo presente conforme la noche iba llegando. La sensación de estar atrapada, impotente y a merced de sus captores la consumía, dejándola casi sin vida, anhelando desesperadamente la libertad que le parecía inalcanzable.
Zadckiel no había regresado de dónde quiera que se haya encontrado el resto del día. Lo que a ella no solía molestarle, pero aquel sentimiento de curiosidad no podía evitar surcar su mente.
En la soledad de su habitación, sin contar al guardia que la custodiaba de pie en una esquina, se encontraba sentada en la cama, con su espalda y cabeza recostada al respaldo de la misma. Hacia horas, que se cansó de contar, su mirada yacia perdida en un punto inespecífico de la habitación. Cómo siempre, la comida que una criada había traído se encontraba completamente intacta en su lugar. Lo único que había podido estar diferente había sido la jarra de agua a su lado, casi vacía. No podía culparse por sentir aquella debilidad, pero aunque así fuera, el pesar del líquido sobre su vacío estómago era castigo suficiente.
Su mirada no se levantó de su posición aún cuando la puerta de la habitación se abrió dando paso al guardia que relevaría su vigilancia. No le tomó la mayor importancia, nunca lo hacía. Pero su sorpresa fue clara en el momento en el que notó como el guardia avanzaba un par de pasos en su dirección.
Sus sentidos se pusieron alerta en el momento exacto en el que el guardia de cabello negro rodeó la cama a su lado. Ella enseguida trató de alejarse inutilmente, aún seguía atada a las cadenas en su muñeca.
El guardia, pese a generar una completa desconfianza y temor en ella, parecía tener una mirada diferente a todos los demás. Su mirada no era fría, al menos no ahora, y sus expresiones parecían más impacientes y apuradas.
—Su alteza, debe escucharme—susurró el guardia ahora a su lado—Corre un gran peligro.
El guardia llevó sus manos a su espalda en busca de algo, algo que hizo que los nervios de la princesa se apoderaran de su cuerpo. Pero al escuchar el tintineo metálico de las llaves que ahora el guardia sostenía, sus nervios se trasnformaron en confusión.
—La sacaré de aquí—masculló con premura el guarda al insertar la llave en la ranura de la cadena que retenía su muñeca—Debo sacarla de aquí cuánto antes.
Cuando su manos estuvieron libres acarició rápidamente sus muñecas lastimadas. Mientras tanto el guardia se quitó de sus hombros algo que ella no había notado, un capa gruesa que rodeaba sus hombros y escondía su uniforme rojo. Se lo quitó y con ella cubrió los hombros de Ilaria atandolo en su cuello.
Ella no sabía que hacer, que pensar. No sabía si era un juego, una mala broma, no sabía si podía confiar, no sabía si decía la verdad. Pero no podía negar que un pequeño asomo de esperanza hiso que si cabeza empezará a rezar porque todo fuera verdad.
El guardia colocó sus zapatos en sus pies antes de tenderle una mano. Ella temerosa la tomó y se puso de pie. Al menos unos instantes, antes de que sus propias piernas le fallaran por completo a punto de arrojarla al suelo. El guardia la retuvo antes de que eso pasara, y llevando su brazo a su espalda la sostuvo de pie como apoyo.
—Descuide, ya la tengo—aseguró el guardia al comenzar a caminar con ella hacia la puerta.
Ella veía claramente como al atravesar el pasillo él observaba hacia todos los lugares posibles. Con un brazo sobre su espalda y la otra mano sobre la espada en su cinturón, era más que claro que nadie más sabía respecto a este rescate.
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CORONA DE SANGRE {Los cuatro reinos #2}
FantasyReinar no es solo llevar una corona, es soportar el peso de un reino sobre los hombros, donde cada decisión puede forjar o destruir. Es caminar la delgada línea entre la justicia y la compasión, enfrentando tormentas que pocos comprenden, con una fo...