O23 : lugar seguro.

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Enero 20, 2023Ciudadela, Tres de Febrero

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Enero 20, 2023
Ciudadela, Tres de Febrero.










—¡Arriba, che! —mi vieja me saca del sueño de un tirón, abriendo la ventana de golpe y llenando el cuarto de luz—. El desayuno está listo, así que arrimen al fogón —nos dice antes de retirarse.

Escucho un gruñido y caigo en la cuenta de que sigo abrazada a él. Me separo un poco y lo miro, encontrándome con sus ojos somnolientos clavados en los míos.

—¿Dormiste bien? —le pregunto tímidamente.

—De lujo —me responde acercándose, plantándome un beso en la frente. Mis mejillas arden cuando quedamos cara a cara.

Un ruido en la puerta nos hace separarnos y mirar en esa dirección.

—¿Se prenden al desayuno o quieren seguir con hambre? —la voz de mi vieja nos saca del trance y decidimos ir hacia allá.

El desayuno transcurre en silencio. Veo al castaño perdido en sus pensamientos y lo entiendo; recién ahora está procesando todo. Mi vieja parece apurada, con ganas de irse de acá y ver a Graciela, así que terminamos rápido y nos vamos para allá.

El olor a hospital me golpea apenas entramos. Cada paso es una tortura, detesto este lugar. Siento que el pibe a mi lado entrelaza sus dedos con los míos. Lo miro de reojo y me doy cuenta de que fue un gesto inconsciente, ya que él está mirando para otro lado. Me río para mis adentros.

Llegamos a la salita y ahí está Graciela, con una sonrisa en la cara. Se ve cansada, como si no hubiera dormido en días.

—¿Cómo venís? —mi vieja se sienta al lado de la cama y le agarra la mano, dándole ánimo—. ¿Te dio algo de tranquilidad el médico?

—Sí, más o menos —responde, y sé que está mintiendo. Aparta la mirada de mi vieja hacia nosotros y sonríe—. ¿Y ustedes dos? ¿Son novios?

Suelto una risita nerviosa.

—¿Qué decís? —mis cachetes se ponen colorados—. Solo estamos de la mano.

—Ella fue la atrevida que me agarró, yo no hice nada —tira Danilo, y Graciela se ríe. Abro la boca sorprendida por su mentira y le retiro la mano, ofendida.

—¿Cuándo te dan el alta? —le pregunta mi vieja a Graciela, y se ponen a charlar entre ellas. Siento los dedos fríos del pibe sobre mi mano de nuevo, pero me hago la loca y me corro hacia un costado.

—Clari, ¿te enojaste posta? —su voz suena como la de un nene arrepentido, y en sus labios se dibuja un puchero—. Era joda, pa' hacer reír a la Graciela.

—Ay, bueno —le digo, cruzándome de brazos—. Me voy a buscar un novio que no sea mentiroso.

—Ah, qué bueno —ahora parece ofendido, se cruza de brazos imitándome—. Igual, no hay nadie mejor que yo.

❝𝐂𝐀𝐌𝐈𝐍𝐎𝐒 𝐂𝐑𝐔𝐙𝐀𝐃𝐎𝐒❞   | danilo sánchez (matias recalt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora