Capítulo 14

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Capítulo 14

A la mañana siguiente, Hermione se levantó al darle los rayos del sol directamente sobre su cara, poco a poco empezó a estirarse cuando se dio cuenta de que había alguien a su lado.

Draco.

Su marido, el chico con el que había hecho el amor, el hombre que le había hecho gritar de placer. Un ligero estremecimiento surcó su cuerpo y salió de la cama poco a poco para no despertarlo. Se puso una bata encima de su cuerpo desnudo y fue directa a la ducha.

Mientras se duchaba, pensaba en las cosas que había hecho con Draco, se habían sentido tan viva y tan desinhiba, aunque se sentía culpable por Harry. A él le había dado su primera vez, pero Draco había desatado su mujer interna. Sabía que amaba a Harry, su corazón y su mente estaban de acuerdo en eso, pero con Draco y con los demás sabía que no era amor. Quizás pasión, lujuria, amistad, compañerismo, pero no amor. Pero sabía que si seguían tratándola de esa manera, como la semana pasada, no tardaría mucho en darles su corazón.

Y eso la aterraba.

Confiar el corazón siempre trae riesgos, pero confiarlo a siete magos, era prácticamente un suicido para su corazón. Sabía que lo era, pero su magia los ansiaba, era una lucha entra su corazón, su magia y su cerebro y sabía que tarde y temprano ganaría la magia.

Terminó de ducharse y se miró al enorme espejo que había en el cuarto de baño y recorrió con una mano la casi invisible cicatriz que tenía en el pecho, justo en su canalillo. Apenas se podía ver ya, porque aunque los medimagos no podían quitarla, la ciencia muggle sí. El mundo de los muggles tenía una infinita variedad de pomadas y cremas para quitar cicatrices y ella las probó todas hasta que dio con la indicada. La única que no había podido hacerla desparecer era la de su brazo que ponía sangre sucia. No la podía desaparecer pero si disfrazar por lo que fue a un tatuador muggle muy conocido y encima de esas palabras le hizo un maravilloso tatuaje de flores siguiendo los contornos de tan odiada palabra.

Se sentía orgullosa de ser quien era, de sus padres y de su cultura pero no iba a permitir que alguien como Bellatrix Lestrange jugara de ese modo con ella. Con esa palabra no iba a mancillar el que había sido su mundo. Y por eso lo hizo. Bellatrix se estaría revolviendo en el infierno viendo que su cuchillo maldito no había podido sobreponerse a las agujas de un tatuador muggle.

Al final le había quedado precioso y Harry se había vuelto loco al verlo ya que lo encontraba muy sexy en ella.

Los dos sabían que interiormente Hermione había ganado ese día. No solo mintió cuando la bruja loca la estuvo torturando sino que ahora, años después, había sido un invento puramente muggle el que le había ganado a la magia oscura.

Hermione se secó con suavidad y se puso unos pantalones verdes cortos y una camiseta blanca, además de la ropa interior, cogió su pelo y se hizo un moño desordenado ya que no tenía intención de salir de casa. Salió del baño para encontrarse una habitación vacía y su corazón le dio un vuelco de tristeza ya que en su fuero interno pensaba que Draco se había arrepentido de estar con ella. Pero al llegar a la cama vio una hermosa rosa mágica encima de ella y una nota.

Hermione, he ido a mi habitación a ducharme para darte intimidad. Te veré en el desayuno.

Besos.

Draco.

Hermione cogió la nota y un impulso la besó, cogió la hermosa rosa y la puso en un jarrón que había cerca de su ventana. Se puso unos calcetines altos y largos ya que toda la casa estaba enmoquetada y parecía un crimen pisarla con zapatos y salió de la habitación directa a la cocina.

Siete para mí (Harry Potter) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora