Capítulo 19

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OJO: LIMÓN.

Capítulo 19

La mañana después del registro fue relativamente tranquila, el ministro se marchó de casa en cuanto discutió con Hermione ya que no soportaba ver sus ojos tristes de nuevo por su culpa. En su interior se maldecía por haber sido un insensible con su nueva esposa pero el honor que su cargo le otorgaba le decía que había hecho lo correcto. Los aurores que habían estado en su casa solo buscaban una excusa para hacer daño y ellos lo iban a pagar. Iba a descubrir quién de ellos había falsificado la orden y como esa orden había entrado en vigor sin ninguna de las firmas pertinentes e iba a empezar por su encantadora prima Dolores.

Los demás maridos se marcharon a sus respectivos trabajos mientras que Lestrange se encerraba en su habitación ya que se sentía impotente. Habían deshonrado a su esposa delante de ella por culpa de él, solo habían llevado esa carta de registro para humillarles sabiendo que tenían las de ganar porque él era un mortífago y no podía negarlo. Había pagado su pena, dos veces, pero la gente no lo olvidaría nunca. Por primera vez en mucho tiempo, Lestrange se sintió derrotado.

Por su parte Draco estaba en su oficina sintiéndose muy culpable por no haber parado a Ronald a tiempo, pero había sentido mucho miedo, el mismo miedo que cuando estaba en la mansión Malfoy y las aurores registraban su casa continuamente. Había registrado el miedo que había sentido cuando adolescente y ese mismo miedo lo había paralizado. Solamente cuando vio la cara de Hermione, tan decidida, tan adolorida es cuando su cerebro se activó y quiso luchar por ella, por su mujer. Sentía que había defraudado a su mujer y quería recompensarlo.

Los pensamientos de Severus iban por la misma línea que Draco, se sentía impotente en esa situación, su matrimonio con Hermione lo superaba, no sabía qué hacer ni que actuar. Muchas veces cuando salía del despacho se prometía a si mismo tener una mejor actitud, ser aunque sea cordial con Hermione, pero era pisar el umbral de la casa y ver a Potter con Hermione, con su mujer y no podía. Los celos, la amargura de ver como el hijo del hombre que más ha odiado en su vida se quedó otra vez con la chica le podía. Sabía que no estaba estableciendo armonía en el hogar aunque Hermione no se lo reprochaba en voz alta, lo podía leer en sus ojos. Simplemente no podía. Además temía el momento en que fuera su turno con la bruja. No sabía qué hacer para cuando sucediera y sabía que tenía que ser pronto porque a final de mes, los magos encargados de las familias vendrían y verificarían que todos los maridos habrían copulado con la mujer y si ésta estaba embaraza. Severus Snape, maestro de pociones y ex espía, sentía que el mundo estaba en contra de él.

Mientras en la sede de Gringotts, Bill intentaba concentrarse en lo que su jefe duende le estaba pidiendo, ya que como rompe maldiciones, su trabajo era muy importante para asegurar el banco y el dinero de sus clientes. Bill maldecía en su fuero interno no haber atajado los celos de Ron desde el principio. Sabía que toda la parafernalia de las aurores había sido culpa de él para hacerle daño a su esposa. Desde pequeño, Ron, había sufrido los celos de cada uno de sus hermanos, siempre se había sentido infravalorado, cuando sus padres los habían tratado a todos por igual. Cada uno de ellos hizo un esfuerzo para intentar tener una mejor vida, pero Ron siempre les echaba la culpa a sus padres ya sus hermanos de ser pobres. Bill no sabía qué hacer, Ron era su hermano pero ya no lo sentía como tal, sino como el que fue y el que ahora no es. ¿Qué podía hacer? Decisiones, decisiones y más decisiones es lo único que había en su cabeza mientras en el jefe de los duendes daba sus instrucciones.

Cormac llegó a su despacho con muy malhumor, ni siquiera el café especial de su secretaría pudo ayudarlo. Miraba los papeles sin mirarlos, solo tenía en mente la cara de Hermione cuando el ministro le quitó su libro y como la estúpida de la comadreja lo miraba y se lo tiraba de nuevo a ella sin delicadeza. Dio un puñetazo en la mesa. Se había sentido impotente, sin saber cómo actuar. Quería estar con Hermione, quería que lo viera como su roca, como su amigo y amante, como un verdadero marido. Los pequeños ratos que pasaba con ella eran muy especiales. Estaba enamorado de ella desde sexto curso. Siempre había comparado a las otras chicas con ella y había disfrutado de ellas sin remordimientos, pero no con ella. Siempre había sido tan inaccesible, tan lejana. En su tiempo en el hospital, el enfermo del Purgatio pensaba en ella, en como haría todo lo posible para estar con ella. Y su deseo se había cumplido. Suspenso de nuevo. Tenía que ponerse a trabajar.

Siete para mí (Harry Potter) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora