20: Mariposas

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Yang Jeongin
Todo el día sentí que algo malo iba a suceder. No puedo explicarlo adecuadamente, pero sentía una presión en el pecho, una carga tan pesada que llegaba a asfixiarme.

Durante todo el camino hacia el hotel, no podía dejar de pensar en Jung Jae. Era un hombre mucho más peligroso de lo que aparentaba. Era capaz de destruirte, hundirte e incluso matarte.

A pesar de que intenté luchar contra mis propios pensamientos, mi interior ganó esa noche y no pude evitar llorar. No sabía si él iba a llamar a Heeseung o si me haría algo a mí, pero estaba seguro de que no se quedaría de brazos cruzados después de que su orgulloso fuese pisoteado frente a Hyunjin.

Di el primer paso dentro de la habitación y, al escuchar la puerta cerrarse, respire profundamente y espere. Espere las preguntas, el interrogatorio.

Pero no hubo nada.

Solo vi a alguien pasar junto a mí.

Hyunjin tiró su chaqueta y corbata en un sillón que había en el pasillo y se dirigió a la sala. Si antes me preocupaba por sus supuestas preguntas, ahora su silencio me dolía más que recordar el pasado.

Entré en el dormitorio mientras me limpiaba las lágrimas que no dejaban de caer. Me apoyé en una fría pared y me dejé caer al suelo, abrazando mis rodillas y apoyando mi cabeza sobre mis brazos, observando como lágrimas dejaban su marca en la alfombra.

Me sobresalté cuando escuché el sonido de un vaso chocando contra la pared y los pedazos rotos cayendo al suelo.

Después una canción clásica.

Me levanté asustado, quería ir hacia Hyunjin, pero entró por la puerta y me miró de una manera...¿dolorosa?

Se quedó inexpresivo por unos segundos más, luego camino hacia mi y extendió su mano. Lentamente acerqué la mía.

-Supongo que necesitas respuestas- dije sin aliento, limpiándome el rostro después de dar unos pasos hacia él. Sin embargo, Hyunjin no pronunció ni una palabra.

Ninguna maldita palabra.

Me soltó la mano, poco después, pasó por mi lado y se detuvo detrás de mí. Sentí sus dedos en mi espalda y cerré los ojos, no podía ser tan insensible, no podría pedirme eso ahora.

Lentamente me saqué la chaqueta, también la camisa, y también el pantalón. Sentí como su respiración parecía cada vez más lejos, haste que lo vi al lado del armario, sacando una camisa suya.

Fruncí el ceño sin entender lo que pasaba pero muy poco mis dudas fueron alejadas. Una vez que su camisa cubrió mi cuerpo. Se detuvo en mi, mientras me cerraba los botones de su camisa dijo:

-No quiero preguntar nada hoy, solo quiero saber que estás bien.

Una inexplicable sensación de felicidad atravesó mi cuerpo al escuchar esas palabras. Alguien pensaba en mi bienestar, en mi, yo que soy la persona más fácil de reemplazar.

Me tomó de la mano y me hizo seguirlo hacia la sala, donde la música clásica sonaba de manera suave y relajante.

Me acerqué a la gran ventana desde donde se podía apreciar la impresionante vista de la ciudad, con millones de luces que cortaban la respiración con su belleza.

De repente, una copa de vino apareció en mis manos, mientras su perfume me envolvía y su peco acariciaba mi espalda. Tenía muchas ganas de apoyarme en él.

-Gracias- dije mientras tomaba la copa y me giraba hacia él.

De repente unos pequeños golpes en la puerta interrumpieron ese momento en el que nos mirábamos con admiración.

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