4:Un Café

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Hwang Hyunjin
Encontrarte en el mismo coche que Minho resultaba ser una pesadilla. Solo tenías dos opciones: desearte la muerte o pedirle que te llevara directamente al manicomio.

-¿Te puedes callar por unos malditos cinco minutos?- pregunté irritado después de haber escuchado por tercera como hablaba del nuevo empleado de Starbucks.

-No- replicó sereno, girando su cabeza hacia mi-. Cómo te decía, este chico tiene tremendo...- lo interrumpí. Ya tocaba cada fibra de mi nerviosa de mi cuerpo.

-¡Ya se!- levante la voz, bajando la ventana del coche, sintiendo una fuerte necesidad de tomar una bocanada de aire fresco.

-No me digas que te lo follaste- exclamó algo molesto.

-No seas imbécil- repliqué riéndome-. Ni siquiera lo conozco- añadí.

-Claro, solo nos acostamos con modelos- espetó irónico.

-Ahora si que eres imbécil, no cabe duda- negué con la cabeza, buscando un lugar donde estacionar el auto.

Minho estaba tan emocionado con esta cita que me desesperaba. Lo único que quería era regresar a casa y tumbarme en la cama.

Unos minutos más tarde, después de dar unos cuantos giros, por fin pude encontrar un lugar libre donde dejar el auto.

-¡Vamos!- dijo eufórico mi amigo, mientras rozaba sus palmas y sonreía como un idiota.

-Yo no sé quién eres- hice una broma que en el fondo escondía una dura realidad, al menos en ese momento.

Evidentemente, no fue posible caminar como dos personas normales hacia la cafetería. Minho tenía mucha prisa y me obligó a caminar a su lado a paso apresurado.

Por eso, y por mi falta de atención, choque con alguien, una gitana que dejó caer su bolsa con tres manzanas al suelo. Una roja, una verde y una manzana amarilla. Una de ellas llegó a parar junto a mi pie, mientras que las otras dos quedaron al lado de la gitana.

-Perdón, señora- me disculpe y recogí la manzana verde, mientras ella agarro las otras dos.

-Verde- hizo una pausa, me miró fijamente-, como dos esmeraldas- murmuró.

-¿qué dijo?- pregunté un tanto confundido.

-El color verde es de la naturaleza que nos rodea a todos, pero somos muy pocos lo que tenemos la capacidad de mirarla verdaderamente. ¿Tú serías capaz de ver el verde en tu vida?- preguntó, haciendo que frunciera el ceño.

-No entiendo- admití, mirándola atentamente, esperando una explicación.

-No hay nada que entender, hay que ver. Con tus ojos puedes ver otros ojos.

La mujer me miró por unas segundos más. Luego suspiró largo y pesado, y pasó a mi lado hablando por su cuenta. Mire confuso a mi amigo, quien se encogió de hombros, y nos dirigimos de nuevo hacia la cafetería.

Entre en la cafetería, donde el olor del café impregnaba el ambiente, y agradecí que no hubiera muchas personas. De hecho, estaba bastante vacía, algo sorprendente teniendo en cuenta la gran cantidad de personas que frecuentaban normalmente ese lugar.

Solo tres mesas ocupadas. En el fondo, había una pareja de adolescentes, dos chicos uno pelinegro y el otro castaño, que de inmediato giraron sus cabezas hacia mi.

-¡ahí está!- señaló al camarero que atendía a esos dos chicos que mencioné antes.

Arregló su camisa y empezamos a caminar hacia una mesa libre que estaba al lado de esos dos chicos, tratando de captar su atención.

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