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—¿¡A qué se refiere con que no puedo viajar a Guinea Ecuatorial!?—exclamó molesto el angoleño mientras golpeaba el escritorio frente a él.

—No, Señor. No puede hacerlo...—antes de que la mujer pudiera decir algo más, el angoleño tomó sus cosas y salió de ahí—pero puede hacerlo a escalas...¡agh, estos countries!—exclamó sobándose la cien.

El africano salió casi sacando humo. ¿Que iba a hacer ahora...?

—Carajo...¿Y ahora?——Murmuró molesto.

Se sentó en la banca de un parque, pensando. Luego de un rato, se le ocurrió la grandiosa idea de...irse a pie...

—...Vamos, Angola. Solías hacerlo antes con mamá...—dijo, recordando a Reino de Ndongo-Ngola, y su vida con ella. Sacudió ligeramente su cabeza y se levantó. 

Su hermano llevaba bastante tiempo desaparecido,no podía esperar más.

El agente del FBI acababa de aterrizar en el país africano. Comenzó a caminar por la capital observando a las personas, las construcciones...

Recibió una llamada, la cual contestó rápidamente

—¿Qué tal, cómo te va, chico?—habló CIA.

—¿Que necesitas, pedazo de homosexual?

—Por eso Arabia Saudita no nos quiere...—bromeó—Así que...ya aterrizaste, supongo

—Acertaste.

—Bien. ¿Y a ti, señorito, no te hace falta nada?

—...Eh...no.

—...¡La dirección, idiota, la dirección!—exclamó.

—...¡Ah!, si, cierto...¿podrías dármela, compañero favorito?

—...Te le caíste a Tierra cuando te estaba creando ¿verdad?—Dijo irritado—¿para qué crees que te llame, imbecil? —suspiró. Bien, yo te guió, ¿dónde estás ahora?

—Ah...no lo sé...Hay...una playa.

—Gran pista, genio.—dijo la agencia rodando los ojos.

¿Cómo podía ser el FBI y un pendejo al mismo tiempo?

—Es una casa pintada de amarillo—habló CIA.

Habían pasado ya varios minutos, FBI había logrado ubicarse y luego llegar sin problemas hasta la casa del africano.

—Muchas gracias, princesa

—Deja de llamarme así, sino quieres que le diga a todos lo que hiciste en año nuevo.

—...Bien, bien. Cómo sea. Gracias, CIA. Te debo una.

—Si, si, si. Cómo sea. Adiós.

La llamada terminó. El agente del FBI se acercó a una mujer mayor que se se notaba preocupada.

—Buenas tardes, señora. ¿Pasa algo?

—Oh, no puedo encontrar a mi nieto ...

Genial, ahora había dos desaparecidos.

El Sudafricano tocó la puerta del jamaiquino por la noche, mientras movía su pie, esperando a que la puerta se abriera.

—¿Buenas noc-?, ¿Sudáfrica?

—El mismo. Arreglate rápido, nos largamos a Mozambique—dijo entrando a la casa.

—¿De que hablas?, ¿Te volviste loco?—dijo cerrando la puerta tras él—Ademas, son las malditas 11 de la noche...

—Bueno, insistes demasiado en Mozambique, vamos a buscarlo, ¡los dos!—exclamó mirando al americano.

—...¿Qué?, ¿Hablas enserio?

—Nunca había hablado más enserio. Me llamas todos los benditos días para preguntarme por Mozan, y si ONU no hace nada, ¡nosotros lo haremos!

—...¿Te estás volviendo loco...?

—Mas loca está nuestra madre.—dijo jalando al americano a su propia habitación.

—Dios, me vuelves loco....—dijo siguiendo al africano.

Un buen rato después, ambos estaban en el aeropuerto del país.

—Yo no se porque te hago caso...—dijo el caribeño mientras cabeceaba, tratando de mantenerse despierto.

—¿Ya tienen al otro?—habló una voz masculina con tono serio

—Claro que lo tenemos.—respondió otra voz.

—¿Se aseguraron de que...?—fue interrumpido.

—Si, que sean países muy poco conocidos, ¿Quién se preocuparía por el país más pobre del mundo y por una de las colonias portuguesas menos conocidas?, Nisiquiera la ONU lo hace.

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En Busca De Un Africano | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora