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Noeul miró con detenimiento la casa que se encontraba frente a él. La última vez que la había visto era de color azul cielo y pequeños toques de un azul más fuerte. El color lo había escogido su hermano y aún recordaba lo levemente molesta que se encontraba su madre por no haber pintado la casa del color que ella había escogido en aquel entonces. Ahora, la casa estaba pintada totalmente de blanco por fuera, había una corona colgada en la puerta y algunas luces adornaban las orillas de las ventanas. Era claro que su madre había ganado esta vez y habían pintado la casa tal y como lo había pedido.

Pensó por unos minutos el entrar a aquel lugar, la última vez que estuvo ahí todo había terminado mal y, aunque ya había disculpado a su madre por lo que había pasado, era algo difícil de olvidar para él. Suspiró y dio media vuelta. No se sentía demasiado listo para estar ahí, sabía que le había dicho a la mujer que iría pero... no entendía exactamente la razón de porque no podía olvidar lo sucedido y sabía; que si le seguía dando demasiada importancia al asunto, la noche terminaría mal. Y eso era lo último que quería.

—¡Tío Noeulie! —escuchó la voz de Sunny y de inmediato volteó. El pequeño se encontraba junto a la puerta; lo que indicaba que él lo había visto llegar y que él le había abierto, y de una de sus manos tenía agarrado el brazo de su oso de peluche—. ¡Llegaste! —Inmediatamente el niño salió corriendo hasta donde él se encontraba y lo abrazó por las piernas con una amplia sonrisa en el rostro.— Te extrañé.

Noeul supo en ese momento que; antes de ver a Sunny, iba a cometer una de las tonterías más grandes de toda su vida. No estar con su familia y encerrarse en el departamento que compartía con Fort pero; después de ver al infante, supo que había hecho bien en estar ahí.

—Yo también te extrañé, pequeño travieso —Noeul cargó a Sunny para hacerle un par de cosquillas en el cuello y escuchar las fuertes carcajadas de su sobrino—. Dime, ¿qué pediste este año? ¿Carritos? ¿Una bicicleta? —Le preguntó mientras lo llevaba al interior de la casa.

—Esta vez no pedí ningún juguete, tío —confesó el menor y el más alto lo miró algo confundido. Sunny siempre pedía algún juguete nuevo que veía por los comerciales y escuchar que el niño no había pedido ninguno esta ocasión... realmente lo había tomado un poco por sorpresa.

—Entonces, ¿qué es lo que mi querido sobrino quiere, eh?

—Quiero un perrito —confesó y Noeul entreabrió un poco la boca.

Las veces que había hablado con su hermano por teléfono habían hablado de cosas aburridas como "mañana debo ir a trabajar" o "hay una reunión y es importante que asista", nunca le había mencionado lo que Sunny quería pero; esperaba, su hermano le diera aquel animal. Después de todo, el infante podría jugar con él y no se sentiría tan solo.

—Sunny, ya hablamos de eso. No puedes tener mascotas por ahora —Nara salió de la cocina con el pavo recién hecho para dejarlo sobre la mesa. El nombrado se movió entre los brazos de Noeul y éste lo bajó para ver como el niño se ponía frente a su madre.

—¿Por qué no, mami? Me he portado bien y ya soy lo suficientemente grande para tener un perrito —aseguró y la chica rió ante el comentario de su hijo—. ¿De qué te ríes? Lo estoy diciendo en serio.

—Cariño, tienes cinco años. Apenas puedes cuidar todos tus carritos, no creo que estés listo para tener un perro —Noeul supo lo que vendría después de eso. Sí le negabas algo a Sunny, entonces todos debían prepararse para la fuerte rabieta que el pequeño haría después.

—Pe-Pero... ¡yo quiero un perro! —Gritó, cruzándose de brazos y dando una fuerte pisada al suelo.— Ya soy un niño grande. Además, no es mi culpa que ustedes sean tan aburridos solo por el hecho de ser gente grande —se quejó y frunció el ceño.

El chico perfecto para mi ex // Bossnoeul - FortNoeulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora