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Fort nuevamente estaba vagando por la ciudad. Después de que Boss les enseñará a Peat y a él lo que había descubierto gracias a internet —y posiblemente Noeul— se fue de la casa del azabache sin decir alguna palabra y, después de algunos días, aún no se atrevía a regresar.

Suspiró.

No estaba del todo seguro de cuántas veces había recorrido la ciudad; aunque tampoco sabía si había recorrido toda ella, pero ahí se encontraba. Frente a aquella casa que conocía a la perfección: el hogar de su madre. Solo dio unos cuantos pasos y se detuvo en seco al ver qué; esperando en la entrada principal, se encontraban Noeul, Boss y Peat.

Inmediatamente se puso nervioso. No por Noeul, sino por el de ojos pequeños. Aún no sabía que decir ni cómo comportarse frente a éste pero necesitaba respuestas. Y estaba —casi cien por cierto— seguro que los chicos habían ido hasta ahí, por lo mismo. Querían saber la historia antes y después del accidente.

Noeul golpeó levemente la puerta y miró por un instante a Boss, quien trataba de ver el interior de la casa a través de la ventana. Sonrió de lado y volvió a poner la mirada en la puerta.

—¿Hace cuánto llegaron? —Preguntó Fort una vez tomó la decisión de acercarse hasta ellos. Peat y Boss lo escucharon pero era obvio que el de ojos pequeños debía responder aquella pregunta.

—Apenas lo hicimos —respondió tímidamente y apartó la mirada de Fort al ver que éste se encontraba algo serio. Además de que no quería ponerse demasiado ansioso frente al recién llegado—. ¿Dónde..., estuviste? —Se atrevió a cuestionar. Estaba preocupado, por supuesto pero no quería hacerlo demasiado obvio—. Han pasado algunas cosas con... ellos —murmuró mientras señalaba a los chicos que tenían en frente—. Ayer fueron de nuevo al orfanato, Noeul se la pasó jugando con dos niños en especial y Boss no dejaba de verlo mientras sonreía. Creo que incluso le llegaron a doler las mejillas pero; de todos modos, no borró la sonrisa de su rostro —confesó y Fort lo miró con atención. Olvidando por completo su seriedad al saber eso.

—¿De verdad? —Una sonrisa empezó a aparecer en su rostro y Peat asintió. De alguna manera, le gustaba ver feliz al otro y empezó a preguntarse si así había sido cuando estaban juntos mientras vivían.

—¡Señora Thitipong! ¡Zee! —Llamó Noeul mientras golpeaba otra vez la puerta principal al ver que nadie había salido a abrir.

—¿Crees que hayan salido? —Preguntó Boss regresando al lado del más alto y, antes de que Noeul pudiera contestar, el alto reconoció la voz de la madre de Fort.

—Eulie, querido —lo llamó y él se acercó de inmediato a ella. Vio que llevaba unas bolsas en las manos y, amablemente, se las quito para ayudarla—. ¿Cómo has estado?

—Bien, ¿qué tal usted? ¿Todo en orden?

—Sí, Zee me ha estado ayudando con los gastos de la casa —ambos se fueron acercando a donde Noeul había estado con anterioridad y la fémina notó la presencia de Boss—. ¿Quién es este joven tan apuesto?

—Boss Chaikamon, es un gusto conocerla —hizo una reverencia y mostró una sonrisa que fue correspondida automáticamente—. Soy..., Noeul y yo somos amigos —respondió la pregunta que la mujer hizo.

Posteriormente, ella miró del azabache al alto y viceversa.

—El gusto es mío —abrió la puerta y les hizo una seña que les indicaba que podían entrar. Siendo el de felinas facciones quien negará tímidamente aquel gesto.

—Lo siento, pero le prometí al hijo de unos amigos que lo llevaría a despedirse de alguien y, lamentablemente, debo irme.

—Es una lástima —la mujer no quitó en ningún momento la sonrisa de su rostro. Acarició suavemente una de las mejillas de Boss para después decir—, espero verte nuevamente.

El chico perfecto para mi ex // Bossnoeul - FortNoeulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora