Capítulo 22. Una confesión sin resultados

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Los ojos obsidiana habían leído el mensaje sin que Hua Cheng hubiera podido evitarlo, por lo que el pianista solo dejó caer su celular al agua sin tapujos. Jun Wu se quedó en un silencio sepulcral junto con su amante, hasta que decidió susurrar una frase que no tenía nada que ver con lo que esperaba el menor.

— Hua Cheng, creo que desde que nos conocemos eliminamos los pobres celulares como si fueran ropa vieja.

Xueyu Tanhua, que había permanecido encerrado en sus pensamientos, soltó una carcajada con las palabras del farmacéutico y se acomodó más en el torso que le servía como respaldo.

— Nunca he necesitado uno... Hasta que supe que quería que tú me encontraras.

Aquella sentencia causó un estremecimiento imperceptible en Jun Wu y lo hizo esbozar una sonrisa, lo que lo llevó a besar la cabeza ajena con suavidad.

— Eso me gusta saberlo, ¿me dirás de qué iba ese mensaje?

— No es nada, simples tonterías de alguien que no tiene nada que hacer y amenaza porque sí.

— Sé que no es tan sencillo.

— Si lo sabes, deja de preguntar.

Los brazos del mayor se estrecharon alrededor del músico y Jun Wu susurró a su oído intentando sonar despreocupado.

— ¿Acaso no te dije que eres importante para mí?

— Eres correspondido, ¿qué más quieres?

— Protegerte...

Hua Cheng saltó de la bañera como si de repente hirviera, estuvo a punto de resbalar, pero logró mantener el equilibrio mirando al otro aún dentro del agua, empujando la frente contraria con su dedo índice.

— Asesiné a una decena de personas, me sé cuidar solo. Gracias.

— Pero...

Jun Wu lo sabía, realmente no menospreciaba al pianista de ninguna manera, pero la seriedad de ese mensaje lo estaba llenando de dudas sobre lo que podría pasarle a su persona amada, pero el azabache ya había salido de la bañera aprovechando la distracción del otro con sus pensamientos.

— Te tengo un regalo de no cumpleaños.

— ¿Qué? ¿Cómo supiste de mi cumpleaños?

— Solo lo sé... Quince de julio... Cada vez más cerca de las casas de retiro que de los burdeles.

El empresario negó divertido con la cabeza ante el comentario ácido del otro y, motivado por ganar ese juego de palabras, abrió los labios para responder, sin embargo, Hua Cheng le pidió no hacer ruido

— Arréglate, te tengo una sorpresa.

— ¿Dentro o fuera?

— Aquí en casa... Te odio, no sé ni por qué hago esto.

Los orbes oscuros se clavaron en la figura de Hua Cheng que tomó una toalla para secarse el cuerpo y el cabello, lo que permitió que Jun Wu fuera totalmente consciente de las huellas en la piel pálida que amaba recorrer. No podía imaginar cómo un niño podría soportar las marcas de cigarro en su piel, los rasguños o los azotes de esa magnitud, despertando en él un extraño instinto protector que solo había tenido con su pequeña hermana.

A pesar de ello, Jun Wu decidió dejarlo partir para dedicarse a su propio secado con mucha calma y así dar tiempo de que el otro se preparara, aunque decidió gritar un poco sus siguientes palabras para que fueran escuchadas por el músico.

— Solo no hagas tu acto de magia preferido... Ya no vayas a escapar.

El farmacéutico se sintió satisfecho al escuchar un bufido molesto por parte del menor, haciéndolo sentir extrañamente relajado. Salió del baño para dirigirse a la sala de estar donde días antes había visto una película con Hua Cheng, pero esta vez no lo recibió un filme, sino algo que lo hizo tragar saliva con dificultad.

Jun Wu no sabía en qué momento el pianista había convertido el sitio en un pequeño lugar donde todo estaba oscuro, excepto un biombo que era iluminado dejando pasar la sombra de una figura agraciada que se movía lentamente al ritmo de la música de piano que tan bien conocía. Tomó asiento en el sillón y se encontró delante una botella de vino con una copa ya servida, la cual tomó levantando como si fueran a brindar juntos.

— Xueyu Tanhua, ¿de dónde sacas tus ideas?

— Shhhhhhh...

El vino corrió por la garganta del mayor cuando tomó un largo sorbo de su bebida mientras Hua Cheng seguía moviendo su cuerpo al compás, para después sentarse en lo que parecía un taburete para pasar por sus largas piernas la sombra de unas medias que no poseían más detalles por la imposibilidad de verlas directamente. Cuando las extremidades terminaron de enfundarse, la figura humana nuevamente se levantó bailando pegada totalmente al delgado material que los separaba, haciendo más definidas las líneas de las manos y el pene de quien no dejaba de moverse sensualmente.

Jun Wu estaba fascinado con lo que observaba, bajando su mano libre a su erección naciente, ahora no pensaba quedarse adolorido por la falta de atención, por lo que liberó su entrepierna para comenzar a erotizarse solo sin dejar de beber pausadamente.

La figura escondida en las sombras se continuaba vistiendo lentamente para el farmacéutico, aunque las manos traviesas también tocaban el cuerpo oculto arrancando suspiros que solo excitaban al otro. Una y otra vez, la música se volvía una compañera coqueta que aumentaba los roces de cada uno, estaban haciendo el amor sin tocarse, sin mediar más palabras que sus gemidos crecientes en una habitación oscura solo para ellos.

— Hua Cheng...

— Jun Wu...

Ambos se llamaban como si no estuvieran a unos metros de distancia, los dedos se volvían rítmicos agitando a sus dueños por la necesidad, parecía una carrera para ver quién explotaba antes en el orgasmo por la velocidad de los toques y la lucha por provocar al otro sin necesidad de contacto. Jun Wu llegó unos segundos antes al clímax, pero ambos jadearon casi coordinadamente con el semen derramándose entre sus falanges.

El farmacéutico se sirvió otra copa y disfrutó del nuevo baile que le regalaba el menor, siempre con sensualidad elegante, algo que lo tenía perdido por Xueyu Tanhua, pues a pesar de su desvergüenza, su pose salvaje y su regulación constante lo fascinaban hasta el punto de hacerlo estremecer. De un momento a otro, Hua Cheng pateó el biombo que cayó perfectamente medido antes de la mesa que estaba delante del sofá, su vestimenta era un atrevido conjunto negro que apenas cubría las partes más privadas de su cuerpo y las medias largas hacían juego con su falda corta que se levantaba evidentemente por el frente.

— Xueyu Tanhua... Ven aquí...

Jun Wu llamó a su presa, que caminó hacia él casi como la mejor modelo del mundo, su manera felina de moverse tenía al borde del asiento al otro que solo ansiaba sentir de nuevo su estrechez envolviendo su pene demandante. Una vez cerca, Hua Cheng se acomodó de frente a los ojos obsidiana que lo devoraban con deseo y se sentó en el regazo de su amante para rozar su trasero contra la erección que iba cobrando fuerza nuevamente.

— Eres... Lo peor que me ha pasado... Jun Wu...

— Y tú eres lo mejor que tengo...

Las manos del pianista se enredaron en el cabello del otro para tirar de él con fuerza y así succionar la piel del cuello de Jun Wu hasta dejarlo completamente marcado. La lengua del menor paseó por su obra de arte y mordió suavemente la manzana de Adán que subía y bajaba al igual que él en la dureza debajo.

— El erotismo es algo tan interesante...

— Y contigo lo puedo vivir sin siquiera tocarnos...

La sonrisa seductora de Hua Cheng estaba hechizando al otro, no comprendía cómo siendo hombre podía tener mucha más coquetería que todas las mujeres con las que había estado, pero ahora solo quería tener a ese chico para él. Jun Wu llevó sus manos a las nalgas del músico para amasarlas, sin dejar de moverse y ahora ser él quien mordiera la piel pálida que le pertenecía hasta dejar cardenales por la fuerza de sus dientes.

Era evidente lo mucho que eso le excitaba al pianista, pues su pequeña falda negra se levantaba conforme su pene iba reaccionando a los tratos, algo que para la mirada oscura era sumamente sexy. Las manos finas de Hua Cheng acunaron el rostro ajeno, juntando sus labios casi hasta besarse, pero esto no ocurrió, pues el menor susurró ligeramente.

— Te quiero... Necesito que te quedes conmigo... Pero no sé qué me depara la vida misma...

Jun Wu tembló de pies a cabeza con esa confesión, su mente estaba nublada y su corazón desbocado, sin embargo, antes de poder responder algo sus labios fueron sellados en un beso hambriento mientras que su erección fue consumida por el cálido interior que esos últimos días lo había albergado. Hua Cheng no quería saber la respuesta, a pesar de que el empresario ya le había dicho sus sentimientos hace unos minutos, no quería pensar, no quería anhelar, no quería sentir que su vida sería miserable sin el hombre que incitaba sus sentidos.

Ambos se dedicaron a la danza que traducía sus emociones en movimientos corporales, el mayor estaba fascinado con el conjunto de colegiala dominante que tenía el músico en ese momento, ambos no paraban de gemir y susurrar palabras de pertenencia uno por el otro, sin ahondar en sus sentimientos más silenciosos. Jun Wu aceleró el ritmo, perdido en las expresiones de Hua Cheng que denotaban lo excitado que estaba, encajando las uñas en los hombros ajenos, pidiendo por más, dejando que el pene del menor subiera y bajara entre ambos cuerpos para estimularlo a la par, estaban hundidos uno en el otro hasta que de nuevo el orgasmo les arrancó suspiros de placer anhelantes.

Estaban agotados, pero no se separaron, al contrario, se abrazaron regando besos por el rostro del otro, dando mordidas sutiles en zonas que quedarían expuestas a todo el mundo como método de reclamar su lugar en la vida del otro. Las frentes se unieron para estar en paz unos instantes, con las miradas intercambiando silenciosas conversaciones de empatía y serenidad, hasta que Jun Wu fue el primero en hablar.

— No esperaba ese baile... ¿Cuánto cobras los domingos?

— Más de lo que puedes pagar, viejo seductor.

Ambos volvieron a reír juntos, cada uno de los momentos unidos los hacía comprender que el otro había llegado a su vida para darle los colores que hacía mucho habían perdido ante las desgracias, lo que los unía más que un hilo rojo del destino que decían las leyendas que unía almas.

— Hua Cheng... ¿Por qué dijiste que no puedes estar conmigo? Si tú lo quisieras...

— Shhhhh, mi vida está contada, no quiero que te ates a alguien que podría morir mañana.

— ¿Tu cáncer está muy avanzado?

— ¿Te lo dijo ese cabeza de pulpo?

— No, yo lo deduje, no es difícil saberlo...

Hua Cheng acarició los labios de Jun Wu que solo atinó a cerrar los ojos, se le encogía el corazón de solo pensar que esa persona sobre él ya no estuviera el día de mañana, por lo que sus brazos se estrecharon alrededor del pianista que solo sonrió cálidamente para corresponder el abrazo. Pasaron varios minutos así, hasta que el mayor comenzó a tallarse en el pecho del otro, provocando risas en Hua Cheng.

— ¿Qué piensas que vas a encontrar ahí?

— Nada, eres más plano que una tabla, pero hueles bien.

— Tarado...

Jun Wu volvió al acecho para morder más el cuello del menor, si pudiera le tatuaría su nombre para que nadie más lo tocara, ni siquiera He Xuan, aunque sabía que eso era imposible, pero compartir al músico sería como si le arrancaran una parte de él, algo que no permitiría.

— Xueyu Tanhua, sé mi pare...

El pianista puso sus manos sobre la boca contraria sin permitirle terminar, en sus ojos se veía el dolor en su alma con ello, negaba repetidamente con la cabeza, como si le estuvieran pidiendo matar a alguien, por lo que la mirada obsidiana denotaba su impresión ante esas palabras.

— Cállate, no lo pienses siquiera. Si tanto necesitas formalizar, vete con él, yo no quiero, no lo deseo...

Jun Wu sintió que se congelaba, realmente el azabache lo estaba rechazando, eso había sido un golpe más fuerte que saber que estaba enfermo, ambos se quedaron mirando mientras las lágrimas se agolpaban en los ojos carmesíes para luego escurrir por las mejillas del menor. Ninguno de los dos parecía estar muy coherente en ese momento, por lo que el farmacéutico lo abrazó dejando que sacara todo el dolor y odio que sentía por sí mismo, haciendo que el amor de ambos se fortaleciera, aunque quisieran huir.

— Nos vieron... Debes hacer algo con eso...

— Podemos formalizar, pero si no quieres, me encargaré de la prensa.

— Gracias...

Hua Cheng estaba demasiado débil, había aparentado fuerza en la reunión laboral, había hecho el amor con Jun Wu varias veces, se sentía en constante tensión contra él mismo, por lo que se desmayó en los brazos que lo sostenían, ante una mirada que lo observaba con cariño y preocupación.

— ¿Qué estás escondiendo? ¿Qué te tiene tan mal, Hua Cheng?

No quedaba más remedio que llevarlo a la cama, de nuevo estaban donde comenzaron, un chico sin conciencia mientras que un farmacéutico le hacía compañía en la cama acariciando su cabello suavemente. Jun Wu no quería dormir, sentía que cada minuto era valioso al lado de su amor prohibido, por lo que solo se quedó ahí cuidando de él hasta que no supo cuándo se entregó al sopor del sueño.

La mañana siguiente lo que despertó al empresario fue la luz que entraba por la ventana, pues no habían corrido la cortina esa noche y el sol le dio de lleno en el rostro. Hua Cheng seguía casi en la misma posición fetal con la que se había acomodado cuando lo recostó, haciéndolo ver como un chico indefenso, por lo que Jun Wu no quiso despertarlo y solo besó una de sus comisuras para levantarse en silencio.

Solo había estado una vez en ese departamento, así que tuvo que abrir suavemente casi todos los anaqueles para encontrar las cosas y hacer un buen desayuno para el menor, aún tenía en la mente el mensaje que había recibido, así como las lágrimas que caían por los rubíes que amaba, algo que lo dejaba sumamente confundido.

Metió pan a tostar para comerlo con mermelada acompañando con una taza de café mientras observaba por la ventana, Hua Cheng seguía siendo un misterio para él y eso no sabía si lo fascinaba o lo fastidiaba, pero sus pensamientos y comida se amargaron al instante al ver que He Xuan llegaba en la moto y sacaba las llaves como si fuera su hogar.

Cuando el asistente personal abrió la puerta se encontró con un bloque gélido que era Jun Wu, ambos se enfrentaron con miradas hasta que He Xuan fue el primero en romper el contacto visual.

— ¿Qué haces aquí?

— Dormí con él, el que no veo por qué deba estar aquí, eres tú.

— Traje su desayuno y medicinas, ¿te preocupaste por eso? Obvio no.

Los ojos dorados se oscurecieron al ver las marcas en el cuello de Jun Wu, pero no dijo nada más, solo quería ir a ver a su jefe y que el otro se fuera de una vez.

— Estoy esperándolo para desayunar, necesita descansar. ¿Si sabes eso?

— ¡Claro que lo sé! ¡Más que tú!

Nuevamente ambos se enfrentaban, seguían sin agradarse y clara muestra era esa manera en que ambos intentaban marcar su territorio. Solo un carraspeo calló a ambos, aunque el asistente personal del pianista sintió que su cuerpo se acaloraba al ver la pinta de su jefe con una mini falda y medias largas.

— ¿Qué demonios traes puesto?

— ¿Qué haces aquí? ¿Acaso se te antoja?

— Si.

Tanto Hua Cheng como Jun Wu se quedaron en silencio por la respuesta de He Xuan, pero el músico fue más rápido y le aventó a Fígaro que tenía entre sus brazos.

— No digas esas malas bromas, la gente podría creérselas.

— ¿Y si no es broma?

— Será mejor que dejes testamento, He Xuan.

— ¿Quién eres tú para mandarme?

— El novio de Hua Cheng.

— Si claro, y yo soy Madonna en un traje de baño del color del mar.

— A ver, canta.

Hua Cheng solo escuchaba en silencio las cosas que se decían, sintiendo que su malestar iba en aumento, hasta que tomó a ambos por uno de sus brazos y los llevó hasta la puerta.

— Largo.

— Pero, Hua Cheng...

— ¡Dije largo, malditos idiotas! ¡Quiero descansar! ¡Cuando calmen su testosterona y su ridiculez, me buscan!

Jun Wu y He Xuan terminaron fuera del departamento con una mirada atónita, no podían creer que el azabache los hubiera corrido de esa manera, pero al menos logró que dejaran de pelear y cada uno se fuera por su lado.

Esa mañana el hospital estaba lleno de médicos debido a que comenzarían las brigadas de salud para después trasladar pacientes en situación vulnerable, pero el dueño del lugar esperaría a la selección y asignación de tareas, así que se encerró en su oficina para no tener contacto con el mundo en sí. Fue hasta que Ling Wen le llevó la comida que pudieron intercambiar algunas palabras, seguidas de la mirada pícara de la secretaria por notar las marcas rojizas y amoratadas en el cuello del otro.

— ¿Una buena noche?

— Sí, pero He Xuan lo fastidió.

— ¿Por qué?

— Porque puso de malas a Hua Cheng...

Apenas hubo pronunciado esas palabras, que una carcajada por parte de la fémina se escuchó en la oficina, no podía creer que Jun Wu hablara tan abiertamente del pianista y ahora hasta parecía que su intimidad era mucho más cercana de lo que se creía.

— Señor, creo que primero necesita arreglar algunas cosas.

— ¿Qué?

— Todos en las noticias de la farándula sospechan que usted es pareja de Xueyu Tanhua.

— Eso quisiera...

Ling Wen levantó una de sus cejas, pero no comentó nada más y prendió la televisión en la oficina para que Jun Wu viera lo que se estaba hablando. Para sorpresa de ambos, los medios estaban afuera de la casa del pianista, sin embargo, como era la que utilizaba para esos escándalos únicamente, no estaba ahí y quien negó rotundamente las cosas fue el mismo He Xuan.

"Xueyu Tanhua está en cama ahora, necesita reponer energía, por lo que no puede atenderlos. Lo sentimos."

"¿Es verdad que Xueyu Tanhua y Jun Wu están saliendo?"

"Para nada, eso es imposible."

"¿Por qué está tan seguro?"

"Porque su pareja soy yo."

Jun Wu se levantó de su asiento casi lanzando la laptop contra la pantalla, Ling Wen lo intentó calmar mientras que Mei Nian Qing entraba a la oficina.

— Parece que todos están muy animados hoy... Ah ya viste esa locura, Jun. Aún no vienen al hospital, pero nos meteremos en problemas con el inversionista si esto escala a más.

— Ya lo sé.

— Solo debes negarlo todo.

— ¿Y si fuera verdad, Mei?

— Te mato.

— . . .

La sonrisa del médico siempre fue comprensiva y elegante, ahora parecía fría completamente mientras sus ojos mostraban un enojo contenido que bien conocía Jun Wu, lo que lo hizo sentir un frío sepulcral en su columna y fue aun peor cuando Ling Wen se retiró en silencio.

— Mei...

— Estoy jugando, claramente no tienes nada con él.

— No...

— Me alegra que sea así, recuerda quién te ayudó a asesinar a tus padres. Puedo ser paciente, Jun, pero no con un niño al que le llevas varios años de diferencia. ¿Ese gato era suyo?

— Mei, siéntate, vamos a hablarlo.

— Esta bien, de eso depende el futuro del chico.

Ambos se sentaron únicamente con el escritorio de por medio, Mei Nian Qing parecía apacible mirando solo a la nada, mientras Jun Wu intentaba ordenar sus pensamientos, sintiendo el sabor de la bilis por escuchar a He Xuan decir una mentira de esa magnitud, aunque lo importante ahora era arreglar las cosas con su amigo de la infancia, así que solo suspiró ligeramente antes de hablar.

— Esta bien, te diré lo que necesitas saber...

JunHua. La melodía que envuelve el misterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora