Media noche en ...

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Circe había notado que su hija no tenía muchas amistades. Por un lado, Olivia no tenía un hogar fijo. Puesto que luego de los diez años, junto con Hisirdoux se dividieron la crianza. A veces pasaba mucho tiempo en Inglaterra con él, otras en España con ella, y juntos vivían temporadas en New York.

Por otro lado, Olivia se hizo a sí mismo una joven reservada. Sabía lo que su magia podía ocasionar y como es que está estaba muy enlazada a sus emociones. No podía gritar de alegría sin sentir que visiones de un futuro distante la abordaban. A veces cuando lloraba demasiado podía tener la peor de las pesadillas, tan inentendible que le costaba saber si eso algún día pasaría.

Por suerte, un poco de esa soledad se revirtió cuando a los dieciocho años la dejaron asistir a una institución. Allí conoció quien llegó a ser su mejor amiga Laura Clark.

Pero aquella muchacha no era la única. Aún sin saber quién era realmente, Circe sabía que su hija mandaba cartas muy seguido a otra persona.

Desconocía su identidad, y por como sonreía al recibir la correspondencia supuso que se trataba de un muchacho. A causa de esto es que Hisirdoux la acuso de estar chapada a la antigua. Quizás su niña en realidad hablaba con otra chica, con otra mejor amiga.

O al menos era algo que él quería creer. No sé hacía a la idea de que su hija pudiera tener pareja. Sin importar su género, no lo podía imaginar.

—Después dices que la chapada a la antigua soy yo.— solía burlarse Circe.

Aunque no fueran muchas sus amistades la joven Hestigio Casperan se sentía feliz con esas personas. Pese a que a una le debía ocultar su identidad mágica y la otra era ocultada de su familia.

Pasado el año nuevo, solo quedaban unas semanas para su cumpleaños número diecinueve. Sería el primero en el que, esta vez, iba a poder invitar gente de su edad. Adoraba al doctor que intentaba cortejar a su madre, pero más le gustaba la idea de poder hablar algo que una persona también pudiera entender.

Estaba claro que era una chica inteligente, gracias a que por años los libros fueron su mejor compañía. Con ella se podía hablar de literatura inglesa hasta de algo básico de medicina. Pero, como cualquier joven de su edad, le gustaba tener conversaciones que llevarán a la nada, y era algo que con una persona como el Doc. (como así le llamaba) no iba a poder lograr.

Por otro lado, con su amiga Clark podía pasar horas hablando de todo un poco. Saltando de un tema a otro, sin problema. Y con su amistad por correspondencia hacía lo mismo. Quizá con él no se veía tan seguido como ella deseaba, pero como mínimo al departamento llegaba un correo diciendo algo que poco tenía que ver con un correo anterior.

Circe sentía curiosidad. La veía reír frente a un trozo de papel. A veces un papel corriente. Otras, más parecía la página arrancada de algún otro lado.

Cómo madre deseaba saber sobre el extraño que le sacaba carcajada a su hija, hasta tal punto de provocar que sus ojos brillaran. Pero tampoco quería invadir su espacio.

Y fue gracias a una apuesta con Hisirdoux que se atrevió a sentarse a su lado e indagar.

—Hola.— saludo Olivia dejando su lectura de lado.

Solo ella tenía vacaciones, por otra parte, Circe trabajaba solo las horas que le correspondía para pasar tiempo en la casa con su familia.

—¿Que lees?— pregunto.

—Oh, es El Compañero de Francia.— dijo.

—¿Lees Dupin?— pregunto con intriga Circe.

Olivia busco en la contra portada del libro, y vio que allí decía otro nombre.

Las Memorias de Olivia J.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora