✨Primaveral, III✨

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Durante la boda de Arabella.

Los novios se habían ido, Circe y Peggy se adueñaron del karaoke, y alguien más cuidaba a los niños de las diferentes parejas. Mientras que Olivia se había quitado de encima la responsabilidad como organizadora, en el momento exacto que ese ramo de flores rosas cayo en sus nerviosas manos.

Y eso no fue lo único. Como si no le faltaran motivos para estresarse o llorar, su novio, ahora ex, creyó que lo mejor sería cortar con ella antes del gran festejo de casamiento.

¿Disfruto la fiesta? No realmente. Aunque días atrás se había mentalizado con que no lo iba hacer del todo, y el asunto de alguien cortando con ella, ayudo a eso.

Olivia se cuestionó cómo es que se mantuvo intacta con lo ocurrido. El corazón lo tuvo envuelto de tristeza por largas horas, y ella sonriendo como si nada.

Pues, había alguien más.

Quien llego en el momento exacto cuando estuvo a punto de dar vuelta los estantes llenos de libros, y la contuvo entres sus brazos cuando la respiración parecía faltarle; y aviso sobre su maquillaje corrido antes de ir al salón, le saco a bailar e hizo reír cuándo estuvo a punto de llorar frente a un gran público, y acepto un trago cuando todo hubo acabado.

Mejor amigo, pensó, y le dio un sorbo a la fuerte mezclas de bebidas alcohólicas. Porque cuando el tequila se acabó, y no había nada con que acompañar el fernet, a hurtadillas volvieron a la cocina para buscar que más beber. Porque ella aún sentía pena, y pretendía ahogarla del modo que fuera.

Y trago, tras trago, se fue olvidando la combinación y medidas. Del corsé que dejó en la cocina, y lo escotado que era ese vestido. De lo poco que comió, y lo mucho que lloró. De su corazón roto, y el futuro, que, según ella, poco a poco se volvía catastrófico.

—No quiero ser aguafiestas —dijo Marius—, pero creo que debes tomarlo con más calma.

Olivia se detuvo, y lo vio muy fijo. Él estaba serio, con las mejillas a penas sonrojadas, y esperaba a que riera por lo que acaba de decir, pero no, se mantuvo intacto, creyendo su mal chiste.

Le tuvo envidia a su resistencia. Él a penas se le notaba, y ella parpadeaba un ojo a la vez.

Calmez-vous— repitió con un francés envidiable (tómalo con calma)—. Vous êtes comédien ou quoi? — (¿Eres comediante o qué?)

Y en ese momento, Marius no resistió más, y se quebró de la risa. No sabía bien porque lo hacía; si la razón era su amiga ebria y molesta, el francés que hablaba sin tropezar, o que él mismo haya dicho un chiste y resistido al mismo por varios minutos.

Ah désolé mademoiselle, je devais le faire — dijo y dio un respiro (Lo siento señorita, debí hacerlo)—. Entonces, ¿Es la primera vez que tomas, o que lo haces con el corazón roto?

—El corazón —dijo y le dio un sorbo al vaso—, lo tengo roto hace mucho, creo que, desde siempre, y si es la primera vez que tomo ¿Así?

Se acerco a Marius, y apoyo la cabeza en su hombro. En ese momento juro haber sentido que él se tensionaba frente a ella, y eso le saco una sonrisa. Que se borró, de inmediato, tras decirse así misma que él no hacía más que verla como una amiga.

—Me he acostumbrado a un corazón roto —continuo—. Pero no deja de doler, cuando lo rompen un poco más cada día.

Marius la oyó con atención, era la única forma en que lo hacía. Cada palabra que salía de su boca, una que entonaba lindas melodías cuando tenía la suerte de estar en momento adecuado, la risa más contagiosa y colorida, o podía maldecir tomando por sorpresa a cualquiera, le hacía doler. Y sentía que su corazón, maltratado también, se iba rompiendo junto al de ella.

Las Memorias de Olivia J.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora